Es hora de atenderse y nutrirse
A Axel se lo ve entusiasta y amable, alguien que ha decidido poner como motor de su vida el optimismo más allá de las adversidades. Buscó un espacio en donde construir su arquitectura personal que sustituya las violencias padecidas en su infancia y adolescencia, principalmente en manos de su padre, por la puesta en marcha de un proyecto que jerarquiza al semejante. Sea ese pibe necesitado con quien se puede empatizar en función de su propia biografía, así como esa gente que las carencias dejaron mudas. Ese chico fue víctima directa de maltrato, y además, observador angustiado de la violencia de género que sufrió su madre con una frecuencia que parecía pretender naturalizar el sadismo. Pero Axel tuvo la fuerza y el coraje de negarse a la resignación, al sometimiento, injusto e injustificado, para abrir las herramientas necesarias y salir de su infierno permanente y descubrirse a sí mismo como alguien que es feliz ejerciendo la generosidad. Lo pone en práctica en su fundación. Esto es fundamental en las letras de sus canciones y, sobre todo, en la intimidad de su casa situada en las sierras, en donde vive con su mujer, Delfina, y sus tres hijos. Fermín, el último, nació pocos días después de la muerte de su madre. Y nutriéndose de esa luz, dedica a la pérdida una hermosa canción que tiene a su madre como destinataria. Todo un símbolo. Ha logrado no repetir lo padecido, perdonar sin olvidar. Sabe que sería un grave error. Ahora está ensayando algo nuevo que no dudo de aconsejar: tiene que atenderse y nutrirse a sí mismo.