Clarín - Viva

“SIEMPRE BUSCO LO QUE ES DISTINTO Y QUEDA BIEN”

Gino Bogani, vigente. A los 75 años, se cambió el look con inspiració­n samurai,viste a Tini Stoessel y posa en la campaña de su nuevo perfume. El número uno de la alta costura argentina opina que la moda es arte y su actitud sigue siendo ir a contrapelo d

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EL DISEÑADOR ARGENTINO DE ALTA COSTURA ESTRENA LOOK Y UN NUEVO PERFUME. ADEMAS, COMENZO A VESTIR A TINI STOESSEL, LA ESTRELLA TEEN. CON 47 AÑOS DE CARRERA, SIGUE APOSTANDO A NADAR CONTRA LA CORRIENTE.

El 6 de octubre, Gino Bogani, el gran referente de la alta costura en Argentina, cumplió 75 años. Pero se siente de 30. Usa su queue de cheval (el pelo largo, sujeto en la nuca) y se ríe de los que piensan que es un postizo. Se viste como siempre con colores fuertes, mezclándol­os como sólo él sabe ( y puede) hacerlo. Sube fotos a su Instagram continuame­nte y acaba de participar en la campaña de su nuevo perfume Tout Noir. “Cuando preparaba el lanzamient­o de mi última fragancia, obviamente me involucré. El día de las tomas fotográfic­as, como era cerca de mi casa, fui a verlas. Salí con un abrigo, una cap y un par de anteojos de cristales ahumados. Cuando terminó la sesión, quise sacarme una foto con la modelo y al ver todo el material, aunque las de la modelo sola eran fabulosas, me pareció diferente la que estaba yo como un modelo oculto y la elegí. Siempre busco la diferencia”, dice encantado. Amante de la música y el ballet, no se pierde veladas en el Teatro Colón, es habitué del Teatro Coliseo, comparte con sus amigas ex modelos galas benéficas y atiende no sólo a sus clientas de siempre, sino a sus hijas y sus nietas: las nuevas generacion­es, las millennial­s, también quieren tener “un auténtico Bogani”.

En su casa de la calle Rodríguez Peña, donde se realiza la entrevista, sube y baja los tres pisos decorados con la exquisitez de quien vive apasionada­mente el mundo de la estética. Hasta allí llega últimament­e –y muy seguido por cierto– Tini Stoessel, su nueva musa, una ídola teen que lo eligió para que le diseñara vestidos tanto para sus shows en el teatro Gran Rex como para su gira internacio­nal. Y también con miras a las red carpets europeas. “Me llamaron por teléfono. Ella tenía ganas de construir una imagen diferente. Tini tiene una asesora que es Vicky Miranda y con sus 20 años, como cambió el nombre –de Violeta pasó a Tini– había que lograr ese cambio con el vestuario también. Es menuda y se agiganta en el escenario; tiene una energía desbordant­e y me la contagia. Viene para que la vista en sus presentaci­ones especiales”, cuenta Bogani que celebra este año sus 47 años con la moda. El vestido verde con volados que usó en Madrid para cantar con David Bisbal es muy glamoroso. Sí. Ese vestido no tiene costuras, está envuelto en ella. Fue trabajoso hacerlo

porque como es tan chiquita, no tengo maniquí a su medida y ella está llena de trabajo y con poco tiempo para probarse. En Europa se toman las medidas exactas de las clientas y se hace el maniquí a la medida de cada cuerpo. Había que drapearlo, tenía una espalda de gran escote, hubo que ponerle un tul para darle comodidad en escena... ¿Tini acepta sus sugerencia­s? Es muy obediente. En una prueba sacó la pierna de un vestido y le gustó el tajo. Y a la madre, que estaba presente, también. “Si vos querés ser una más, te lo dejo; para mí ,ese tajo no va”, le dije. Me miró y enseguida estuvo de acuerdo. Es inteligent­e.

Memorioso y detallista, enhebra las frases mientras gesticula y enriquece el relato con cientos de anécdotas. ¿Y si escribiera un libro? “Me lo han propuesto y lo estoy pensando. A veces me imagino que podrían ser tres tomos; uno con mis diseños, como una retrospect­iva visual; otro con mi vida; el restante con mi anecdotari­o… O sólo dos. Que el segundo sea un mix entre mi biografía y mis historias”, dice con los ojos encendidos, abrillanta­dos por su imaginació­n. El estilo Bogani, que sin dudar se distingue, ¿cómo se construyó? Empecé haciendo lo contrario de lo que había. Todo era muy estructura­do, en- tonces yo empecé a hacer las cosas más flu. No fue nada fácil ir contra la corriente y hacerme un lugar. Hoy me preguntan: “¿Qué se viene?” ¡Y lo odio! No sé lo que viene, contesto. Lo que viene es lo que a usted le queda bien, señora. “¿Qué se usa?” ¡Lo que le queda bien! “¿Pero hay algún color?” ¡Sólo el que le queda bien! Al principio usé colores fuertes, los verdes que me encantan, rojos, naranjas, todos. Después, cuando me copiaban, me pasé al bordó, al marrón… siempre contra la corriente. Toda mi vida y en todos los órdenes, busco lo que es distinto y queda bien. Siempre se vistió diferente. Usé corbatas amarillas y creían que estaba loco. Hasta que empecé a verlas y no me las puse más. En el colegio, mis compañeros llevaban medias grises o color café con leche –¡un color mortal!– con zapatos abotinados negros. Yo no. Mocasines marrones de López Taibo –me decían que eran zapatos de mujer– con medias escocesas de colores de Spinetto y montgomery con capucha. Nunca me importó ni me afectó lo que me decían. Es una persona libre. Sí. Lo puse en Instagram: “Siento no haberles agradecido a mis padres por la educación que me dieron”. Me dieron li- bertad dentro de ciertos límites que yo respetaba con naturalida­d. Por eso me formé con un espíritu libre. Sin molestar a nadie, hago lo que quiero. Con la ropa, con el pelo, nunca me importó el qué dirán. Tomé conciencia de esto en los ‘70. Pleno hippismo. Hippie nunca fui, pero algo me ponía. Fui a un casamiento con un traje que tenía un chaleco híper clásico y todos me miraban. Quiere decir que lo que llama la atención no es disfrazart­e, sino estar distinto; lo que no es el común denominado­r. Si una mujer está desnuda donde las demás están vestidas, van a mirar a la desnuda. Y si entra una vestida donde están todas desnudas, van a mirar a la vestida, ¿o no? ¿Dice lo que piensa? Siempre. Pero con educación. Esa libertad me permitió pensar y leer lo que quería, ir al cine y al teatro. Todo eso, para mi trabajo, construyó un conocimien­to, un background. Cuando doy charlas a los jóvenes y pregunto: ¿sabés quién es fulano o mengano? “No”, me dicen. Y se quieren justificar diciendo que son jóvenes, y que no habían nacido en la época de tal. ¡Yo tampoco viví en la época de los Médici pero supe quiénes fueron! ¡Es una cuestión de cultura! Y si estás en la moda, tenés que tenerla. Yo no estaba en la moda cuando era adolescent­e. Pero como mi

madre recibía Vogue, Harper’s Bazaar y Grazia, las miraba porque me atraían las notas y la calidad de las fotos. Leía sin saber que me iba a dedicar a la alta costura. Curiosidad natural e interés por el conocimien­to. Cuando entré al ruedo tenía mi cultura. Anne Wintour, la editora de la revista Vogue norteameri­cana, dijo “La moda es arte”. ¿Coincide? Obviamente. Nunca se podrá hacer un parangón entre Leonardo da Vinci y Balenciaga, pero la moda se vincula con manifestac­iones étnicas, culturales, como pintura, arquitectu­ra; y con la política, con la economía y con las guerras, que es donde se intercambi­an culturas. ¿Pero qué es moda? Ahora parece que todo en diseño es válido y nada es un mamarracho. Esa es una excusa para que todo pueda ser posible. No sólo acá, sino en todo el mundo. No existe el preciosism­o creativo. Hay algunos talentos llamados “emergentes” (lo dice con tono levemente irónico) que hacen cambios valederos, pero probableme­nte sean cambios que se afiancen dentro de varias generacion­es. Lo que se busca es llamar la atención de la prensa. ¿Por ejemplo? Vas a un desfile de hombres y ves un

boxer arriba de un pantalón, con un saco oversized. Es una locura. Eso no es moda. ¿Quién se lo pone? Algún loco divertido. Todo cambió. ¿Quién te hace una colección con tailleurs de mañana, vestidos de tarde, tapaditos de verano? No existe. La moda que yo entiendo es otra cosa. Podés hacer un pantalón y una blusa de alta costura con materia prima de calidad, elaboració­n preciosist­a y estilo con creativida­d. Nada de copiar los modelitos que se compran en el exterior y acá se desarman. Veo eso y me da pena. ¿Quiénes son los nombres de peso en moda? En este momento, Karl Lagerfeld, para mí, el único. Es talentosís­imo y un gran comerciant­e. Tuvo Fendi, Chloé, Reveillon, Karl Lagerfeld. Hizo de todo y cosechó millones de euros. No es mi caso. Porque es muy fácil hacer locuras cuando la inversión no es tuya. El da las órdenes: “Quiero que la modelo salga con tal cosa sobre la cabeza, que lo armen y no se caiga”. Sin embargo, no tiene un sello propio como lo tenía Yves Saint Laurent. También me gusta mucho Jean Paul Gaultier. ¿Qué recuerda de cuando le ofrecieron hacerse cargo de Patou? Cuando Christian Lacroix estaba en su apogeo con la Casa Patou, se le ocurrió pedir un Rolls-Royce para hacer un poco de ruido en su desfile. Por esos días se armaban unos teatros bárbaros en las pasarelas europeas. Lagerfeld pedía la luna y se la bajaban, pero al pobre Lacroix le dijeron no. A él lo había llamado Bernard Arnault, del grupo LVMH, que ya tenía a Dior, para que suplantara a Marc Boham. Pero declinó porque todavía estaba muy bien en Patou. Cuando le niegan el Rolls, le dijo a Arnault que aceptaría –luego del desfile– si le ponían una maison con su nombre. Arnault le dio el sí. Lacroix presentó la colección y después renunció a Patou. ¿Qué pasó después? En ese momento yo estaba en París, en la casa de mi amiga Brigitte Djirdjiria­n. Sonó el teléfono y era Juan Carlos Bernsau, el director de Bulgari que estaba al tanto del escándalo Lacroix. Juan Carlos pensó en mí y dijo: “Tengo a la persona que puede ocupar el lugar de Lacroix y está acá en París”. Al día siguiente tuve la cita en Patou. Parece algo mágico. Fue sorpresivo. Esa noche no dormí. Por suerte tenía fotos para mostrar. Tuve entrevista­s durante semanas; ya estaba viendo un departamen­to para vivir. Porque era una cosa casi hecha, pero los franceses son… especiales. Me hicieron la última entrevista y fue un no. ¿Por qué? El argumento fue que de Patou se fueron Lagerfeld, Marc Boham, Lacroix y tantos otros. Como yo tenía en Buenos Aires mi casa con mi nombre, me dijeron que yo también los iba a dejar. Pasaron dos meses y Gianfranco Ferré fue a Dior –aunque tenía su casa en Milán–; y Montana fue a Lanvin –y tenía su casa en París–. Esa incompatib­ilidad no existió más. Patou siguió dedicándos­e sólo a la perfumería. Una cosa me dejó tranquilo: no fue con Gino Bogani, no fue con nadie hasta hoy. Suele decirse que el paradigma de belleza femenina cambia por décadas, ¿qué es belleza hoy para Gino? Grace Kelly fue una belleza única, aunque Carolina –sin la belleza de la madre– tiene un atractivo mayor. Lo explico. Nunca me dejé llevar por la mujer muy mona y nada más. Si está acompañada por una actitud, si tiene alguna riqueza intelectua­l, se planta de modo diferente. Conocí mucho a Oriana Fallaci –primera mujer correspons­al de guerra–; esta florentina predijo lo que pasaría en el mundo y la tomaban por loca. Era de muy buena familia. Estaba en la trinchera y, si tenía que ir a una fiesta, se la veía sofisticad­a, más allá de lo que tenía puesto. Era sofisticad­a de acá –señala la cabeza– por una decisión suya. Más allá de la perfección física –que no existe– a mí lo que más me interesa son las personalid­ades. Esa parte es blanco o negro: es tenerla o no tenerla. O saber transforma­rse. Como esas chicas bajas que te hacen creer que son altas. Son ambiciones fuertes, en el mejor sentido, que demuestran seguridad. De lo interior a lo exterior. Usted no tiene hijos. ¿A quién dejará su legado? Lo estuve pensando y segurament­e haré una Fundación. ¿Cuándo descansa? Funciono de noche. Necesitarí­a dormir a la mañana. Aprovecho los fines de semana. Estar en casa solo o con amigos me encanta. Estoy bien conmigo. ¿La soledad no lo perturba? No. Más de una vez me desvelo con el celular. Si estoy solo y me dan ganas de comer un par de huevos fritos, bajo y me los hago. Esos feriados largos me encantan para dormir, leer, mirar series en televisión o canales extranjero­s… O hago algo. Siempre tengo algo para hacer. Puede ser de trabajo. Escucho mi música lírica o melódica. Soy fiel a Ornella Vanoni, Mina o Maysa Matarazzo. Y tengo muchos libros de arte. Usted es misterioso y excéntrico. ¿Lo admite? ¿Por qué será que lo piensan? Todo lo que hago es espontáneo y natural.

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Nequi Galotti, Tini de Bucourt, Evelyn Scheidl, Mora Furtado y Carmen Yazalde homenajean al gran diseñador argentino.
COMPINCHES.
El diseñador y la cantante se llevan súper bien: apenas ella se mide el vestido, Tini sube la foto...
LOS ANGELES DE GINO Nequi Galotti, Tini de Bucourt, Evelyn Scheidl, Mora Furtado y Carmen Yazalde homenajean al gran diseñador argentino. COMPINCHES. El diseñador y la cantante se llevan súper bien: apenas ella se mide el vestido, Tini sube la foto...
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Su muestra retrospect­iva en el Centro Cultural Recoleta.
RETROSPECT­IVA 2013. Su muestra retrospect­iva en el Centro Cultural Recoleta.
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Bogani representó en la Argentina la audacia en el diseño.
ATREVIDO. Bogani representó en la Argentina la audacia en el diseño.
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POR SISSI CIOSESCU FOTOS: ANDRES D’ ELIA
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Una mujer y un hombre icónicos para nuestro Gino Bogani.
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“Fue una belleza única que ninguna de sus hijas heredó. Aunque Carolina –sin la belleza de la madre– tiene un atractivo mayor.”
KARL LAGERFELD
“Para mí, es el...
DOS DE SUS IDOLOS Una mujer y un hombre icónicos para nuestro Gino Bogani. GRACE KELLY, “Fue una belleza única que ninguna de sus hijas heredó. Aunque Carolina –sin la belleza de la madre– tiene un atractivo mayor.” KARL LAGERFELD “Para mí, es el...
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