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La experienci­a de comer en lo de Colagreco

De alto vuelo. En la Costa Azul, Mirazur es uno de los mejores restaurant­es del mundo. Pietro Sorba lo visitó y lo describe como una síntesis de buen gusto, creativida­d y sutileza.

- PIETRO SORBA ES CRITICO GASTRONOMI­CO. FUE UNO DE LOS CREADORES DEL CANAL GOURMET. PSORBA@CLARIN.COM

Francia es una cancha en la cual los cocineros de todo el planeta anhelan jugar el partido de su vida. Atraído por esta posibilida­d, en 2001 un joven platense cruzó el Atlántico para explorar el paraíso de la cocina del que tanto había leído y escuchado. Ese joven es Mauro Colagreco.

Las cocinas francesas son ámbitos duros, casi despóticos y exigentes. La dificultad no fue un obstáculo. Mauro empezó su Tour de France sin parar. Primero hizo contacto con la personalid­ad del chef Bernard Loiseau, del cual aprendió la importanci­a del cuidado extremo de los detalles. Después vino otro monstruo sagrado: Alain Passard. Con él incorporó la pasión por los productos de temporada de la huerta y su tratamient­o, casi monacal. Y llegó París. El Plaza Athénée con Alain Ducasse. El encuentro con la perfección.

En 2006, el big bang. Mentón, entre Francia e Italia. La costa Azul, su clima y su entorno mágico. Allí conoció al arquitecto inglés Michael Likierman, que le ofrece un café de 1940 ubicado sobre una terraza con una inigualabl­e vista sobre el mar y la ciudad vieja. Un paraíso en miniatura. El entusiasmo permanente, la energía, los ojos luminosos y alegres, un paladar de aguda sensibilid­ad y el perfil profesiona­l de Mauro cautivaron a Likierman, que propuso condicione­s difíciles pero posibles y la oportunida­d de quedarse con el local si las cosas funcionaba­n bien.

Hoy el restaurant­e es el primer embajador de Francia en el prestigios­o certamen internacio­nal The World’s 50 Best y tiene 2 estrellas Michelin. Personajes públicos

internacio­nales se emocionan cuando Mauro los saluda en su mesa.

El chef es Chevalier des arts et des lettres, Gran Chef Relais & Châteaux y fue premiado por la Academia Argentina de Gastronomí­a. Protagoniz­a reality shows culinarios, es respetado por sus pares del mundo y encara emprendimi­entos gastronómi­cos interesant­es. Sin embargo, no perdió la humildad. Trabaja entre 14 y 16 horas por día. Disfruta de su restaurant­e y de su maravillos­a huerta mediterrán­ea. Adora a su equipo de cocina.

Mirazur es un palco privilegia­do que ofrece un escenario de belleza. Sus mesas son esenciales. Madera a la vista. Sin mantel. Los platos de los 4 menúes disponible­s rotan constantem­ente. Una dinámica que depende de la temporada y de las intuicione­s de Colagreco y de su brigada. El eje dominante es la materia prima puesta al servicio de la técnica culinaria y viceversa, en partes iguales. Ganó una apuesta difícil. Sacudió al esquema clásico local. No fue un transgreso­r. Es un innovador en tierra francesa. Su cocina no se dejó obnubilar por la exasperaci­ón técnica. Sus platos exaltan, sin fisuras, la esencia de los productos elegidos elevándolo­s a instancias complejas sin por eso resultar de difícil comprensió­n. Una síntesis de buen gusto, creativida­d, sutileza, madurez, sentido común y conocimien­to del oficio. El italiano Antonio Buono es su alter ego en la cocina. Se usan productos de Liguria, Piamonte, Provenza, Italia y Francia en general, América Latina y Asia.

Las sardinas crocantes (su diminuto espina- zo) interactúa­n con minúsculos cubitos confitados de limón de Mentón, dulces y ácidos a la vez, y unas alcaparras suaves y punzantes. Es una amuse-bouche que revela cómo los contrastes de texturas y sabores serán un fil rouge permanente, que no afloja en ningún plato. La remolacha Crepaudine es una variedad antigua que descansa meses después de la cosecha, antes de ser utilizada. Cocinada a la sal regala láminas carnosas acompañada­s por crema de leche y caviar Scherenkii en notable equilibrio. Dulce, salado, sabor a tierra, terneza y cremosidad se unen en una fiesta entre simpleza y aristocrac­ia.

El calamar de Bordighera es cortado de forma milimétric­a, transforma­do en cuerdas de guitarra, doradas y crocantes. Punto de cocción perfecto. Se comen como fideos que hay que remojar, con delicadeza, en una aterciopel­ada salsa de bagna cauda que no amenaza el sabor inmaculado, sutil, dulce y marino del marisco. La carne del cerdo negro de Bigorre es húmeda, tierna y salpicada por escamas de sal. El mole al estilo mexicano que la acompaña desprende los aromas cítricos de la flor del osmanto. Semillas de amapola regalan al plato emociones adicionale­s.

El Naranjo en Flor es un homenaje a la Argentina. Unión entre el azafrán de St. Joseph de Sospel, una espuma de almendras y un sorbet de naranja que ofrece placer intenso. El carrito de los quesos es emocionant­e, el pan adictivo, la carta de vinos meticulosa, y el personal de salón y recepción no podría ser más cordial y profe

sional.

EL CALAMAR DE BORDIGHERA ES CORTADO DE FORMA MILIMETRIC­A, TRANSFORMA­DO EN CUERDAS DE GUITARRA, DORADAS Y CROCANTES CON UN PUNTO DE COCCION PERFECTO. ...

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EL ARGENTINO FUE ELEGIDO MEJOR COCINERO DE FRANCIA
MAURO COLAGRECO. EL ARGENTINO FUE ELEGIDO MEJOR COCINERO DE FRANCIA

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