El destino afgano de un fotógrafo estadounidense
Aunque el estadounidense Steve McCurry (Filadelfia, 24 de febrero de 1950) tiene una vasta y reconocida trayectoria como fotógrafo, y ha cubierto conflictos bélicos en el Líbano, Camboya, la ex Yugoslavia, Irak y otros lugares calientes del planeta, el eje de su carrera han sido sus trabajos en Afganistán. Su primer viaje a ese país fue en 1979, cuando, tras la invasión soviética, cubrió la guerra (que duraría desde 1978 hasta 1992) y debió vestirse con los atuendos de los lugareños para poder cruzar la frontera con Paquistán. Aquellas imágenes le hicieron ganar la medalla de oro Robert Capa al mejor fotorreportaje en el exterior. Pero la fama masiva, definitiva, le llegó a través de una fotografía especifíca: la de una niña afgana huérfana, Sharbat Gula, refugiada en Paquistán. El retrato, tomado en 1984, fue tapa de National Geographic en junio de 1985. Poco después, Niña afgana se convirtió en ícono y McCurry en fotógrafo de la agencia Magnum. Desde entonces volvió muchas veces a Afganistán, una tierra bella y compleja, impredecible, con la división entre sunitas y chiitas, con sus luchas de clanes, con el hostigamiento externo, con la presencia consecutiva o simultánea de muyahidines, rusos o talibanes, quienes combatieron contra una coalición internacional comanda por los Estados Unidos desde la invasión de 2001. El libro editado por Taschen contiene la retrospectiva definitiva de los trabajos de McCurry en Afganistán: más de 140 imágenes impactantes que presentan a un pueblo herido y orgulloso, desde el desierto de Kandahar hasta las calles de Kabul y los remotos ríos de Nuristán. Durante casi cuarenta años, McCurry viajó y documentó la vida de sus habitantes . “Gran parte de mis fotos se concentra en la gente. Busco el momento espontáneo, descuidado, la esencia del alma, la experiencia grabada en una cara”, declaró alguna vez. Pero en 2016, él, que había estado en situaciones de extremo peligro, se sintió cercado por una acusación verbal. El fotógrafo italiano Paolo Viglione aseguró que McCurry había retocado algunas de sus fotos con Photoshop, lo que es considerado una falta de ética en fotoperiodismo. El estadounidense echó a uno de sus asistentes y, aunque siguió siendo considerado uno de los mejores fotógrafos del mundo, desde aquel momento estuvo a la defensiva en las entrevistas. Palabras más, palabras menos, declara: “No soy un fotoperiodista, sino un contador de historias. Yo tomo mis imágenes con un sentido estético y de la composición”.