ARAMBURU BIS CON EL SELLO DEL CHEF

Abierta y franca. Algunos cocineros diversifican sus propuestas y las adaptan para dar a conocer su estilo a públicos diferentes.

La idea de mostrar las dos caras de su cocina ( la alta cocina de Aramburu y su versión pret a manger, Aramburu Bis) en la misma cuadra y a pocos metros de distancia fue atrevida, creativa y práctica. La vecindad funcionó hasta que el dueño de las criaturas, Gonzalo Aramburu, sintió la necesidad de buscar otros horizontes para la propuesta más informal. De Constitución se mudó a la Recoleta. Cambió el lugar, pero la idea quedó intacta. Gonzalo y su equipo ( chef Julio Martín Báez) expresan una cocina abierta y franca, dispuesta a hospedar diferentes matices, fusionados con buen criterio dentro de un mismo hilo conductor. Una cocina alimentada por buena energía. La tradición porteña ( fainá, buñuelos, rabas y morcillas) se expresa en sintonía con reminiscencias mediterráneas (pulpo, mejillones, burrata, sofrito, arroz caldoso, alioli, tapenade) en un producto creativo, moderno y dinámico. El lugar tiene buena iluminación. El salón es elegante y confortable. La carta es tentadora. Estructurada con pericia. Los buñuelos fritos de kale (col rizada) son pequeños y crocantes. Delicados y potentes a la vez. Disfrutan de la compañía de un buen alioli cremoso, suave y fresco. Los tentáculos del pulpo a la leña son tiernos y levemente ahumados. Presentados con pequeños cuadrados de polenta bien dorada, hojas de rúcula, cubitos de una fresca criolla de mango y el picor de la pimienta de canelo austral. El solomillo de cordero se deshace en la boca. Bien caramelizado por fuera y rojo en su interior. La berenjena que está a su lado es cremosa, ahumada y sutil. El sabor del limón limpia el paladar y se suma al juego de contrastes. El arroz con leche remite a la buena comida de casa.