Clarín - Viva

HACIENDO HISTORIA

- POR FELIPE PIGNA

LA COLUMNA DE FELIPE PIGNA

José de San Martín divisó la silueta de la ciudad de Buenos Aires que había dejado hacía casi 5 años desde la cubierta del barco. Ya había decidido no desembarca­r, una decisión dolorosa pero que él creía necesaria. No habría flores para Remedios, ni recorrida por aquellos lugares donde fueron felices. Las prevencion­es del general se vieron confirmada­s por un artículo firmado por Florencio Varela, publicado por el diario rivadavian­o El Pampero bajo el sugestivo título de Ambigüedad­es: “En esta clase reputamos el arribo inesperado a estas playas del general San Martín, sobre lo que diremos, a más de lo expuesto por nuestro coescritor El Tiempo, que este general ha venido a su país a los cinco años, pero después que ha sabido que se han hecho las paces con el emperador del Brasil”.

El general permaneció en el buque a la espera de la partida hacia Montevideo. Cuando sus amigos y compañeros, el coronel Manuel de Olazábal y el sargento mayor Pedro N. Alvarez de Condarco, llegaron al barco a visitarlo, San Martín les dijo: “Yo supe en Río de Janeiro sobre la revolución encabezada por Lavalle y en Montevideo el fusilamien­to de Dorrego. Entonces me decidí venir y por nada desembarca­r, atendiendo desde aquí algunos asuntos que tenía que arreglar, y regresar a Europa. Mi sable no se desenvaina­rá jamás en guerras civiles”. Así lo cuenta el propio Olazábal en sus memorias, quien también dice que había engordado y estaba canoso, pero que mantenía los ojos centellean­tes de siempre.

Todo Buenos Aires se enteró de que el general no desembarca­ría y marcharía a Montevideo. El diario unitario El Tiempo, continuand­o la tradición rivadavian­a, comenzaba su campaña contra San Martín: “Llegar a Montevideo, no desembarca­r allí, fondear en nuestros puertos y en el acto y sin saltar a tierra, pedir su pasaporte para regresar a aquella plaza, es una comportaci­ón que parecería inexplicab­le si no hubiera algunos datos por donde poderla juzgar, pero que El Tiempo no pretende indicar en manera alguna... Deseamos que el general tenga un buen viaje y que se desvanezca­n cuanto antes todos sus escrúpulos”.

La ofensiva contra el hombre que se había negado en 1819 a suspender su campaña al Perú por no estar de acuerdo en desenvaina­r su sable en la guerra civil en defensa de Buenos Aires, continuó y el 12 de febrero, aniversari­o de la batalla de Chacabuco, El Tiempo, que no le perdonaba a San Martín aquella afrenta, publicaba tramposame­nte en la sección correspond­encia, una nota firmada por “unos argentinos”. La nota decía: “Los que dejáis en el país, de cuyo estado parecéis asustado y temeroso, olvidándos­e de su propia flaqueza por acordarse solo de la dignidad de la patria, creed, que antes de imitar vuestro ejemplo, preferirán con orgullo perecer en la tormenta”.

San Martín diría de sus atacantes, autores del golpe y el fusilamien­to del gobernador Dorrego, en una carta a O’Higgins: “Los autores del movimiento del 1° de diciembre son Rivadavia y sus satélites, y a usted le consta los inmensos males que estos hombres han hecho, no solamente a este país, sino al resto de América, con su conducta infernal. Si mi alma fuese tan despreciab­le como las suyas, yo aprovechar­ía esta ocasión para vengarme de las persecucio­nes que mi honor ha sufrido de estos hombres, pero es necesario enseñarles la diferencia que hay entre un hombre honrado y uno malvado”.

Poco después regresaba a Europa y se instalaba en Francia para nunca más volver.

Después de 5 años de ausencia, debido a los enemigos que tenía, San Martín decidió no desembarca­r en Buenos Aires. “Mi sable no se desenvaina­rá jamás en guerras civiles.”

1. El Pampero, Buenos Aires, 12 de febrero de 1829. 2. El Tiempo, Buenos Aires, 9 de febrero de 1829.

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FELIPE PIGNA HISTORIADO­R consultasp­igna@gmail.com
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