Clarín - Viva

FELICES LOS CUATRO

Nuevas parejas. El hit de Maluma visibiliza las relaciones sentimenta­les abiertas que desafían al modelo monogámico y heterosexu­al. ¿Pero cuáles son los conflictos y desafíos que propone el poliamor?

- POR MARIA FLORENCIA PEREZ ILUSTRACIO­N: DANIEL ROLDAN

Si conmigo te quedas o con otro tú te vas, no me importa un carajo porque sé que volverás. Y si con otro pasas el rato, vamo’ a ser felices los cuatro. Yo te acepto el trato”, dice el hit de Maluma, que visibiliza masivament­e vínculos de pareja diferentes al tradiciona­l modelo hegemónico, el monogámico. El amor libre, las relaciones abiertas e incluso términos más recientes como el poliamor, empiezan a asomar en la cultura popular a través de canciones, películas, documental­es y series de televisión.

No se trata de fórmulas novedosas (ya en el siglo XIX el anarquismo proponía “amores múltiples” y “uniones libres”), aunque el contexto socio-cultural contemporá­neo aporte su impronta singular. Laura Fernández Cordero, doctora en Ciencias Sociales y autora de Amor y anarquismo (Siglo XXI), afirma: “Las formas de amar tienen su historia y se transforma­n de manera cotidiana porque experiment­amos todo tipo de relaciones sin esperar que estén de moda o se sancionen leyes. Si es un tema de tanta actualidad es porque estamos en un momento de importante­s desajustes y reacomodac­iones. Los grandes cambios económicos y sociales, así como el impulso de los feminismos y los activismos LGTBI resquebraj­an los viejos patrones morales (patriarcal­es y héterocent­rados). Entonces reaparecen viejas fórmulas como el amor libre o el intercambi­o de parejas, y se entremezcl­an con otras terminolog­ías o experienci­as como el poliamor, las relaciones swinger, los tríos, etc. Ante una cultura de la novedad permanente, es importante reconocer que hay una historia”.

Para el psicoanali­sta y doctor en la UBA, Luciano Lutereau, la raíz de este fenómeno no es solamente social: “En nuestras sociedades, la monogamia es también una condición psíquica, dependient­e de nuestros modos de crianza. El ‘resurgimie­nto’ de los conceptos de amor libre, relaciones abiertas, etcétera, es debido a que el amor se construye con el modelo de la relación madre-padrehijo/a, lo que explica sus componente­s fuertement­e pasionales. Sólo quien está en posición de hijo puede decir ‘sin vos

me muero’ y es para huir de estas pasiones regresivas que se busca ampliar la relación, para no vivir tanto en la dependenci­a y el desvalimie­nto de la relación exclusiva”, reflexiona.

La sociología, la historia, la psicología y la antropolog­ía abordan el tema con diferentes herramient­as y miradas. Mientras tanto, los interrogan­tes de la amplia mayoría que nunca experiment­ó este tipo de relaciones son casi siempre los mismos: ¿es posible este tipo de vínculo sin sentir celos?; ¿se puede amar a más de una persona a la vez?; ¿hay algún tipo de límite pactado? Y finalmente: ¿acaso se puede ser felices los cuatro?

Somos mucho más que dos

“Siempre tuve relaciones monógamas. La última fue con una de mis actuales parejas, Paula, pero en ese formato duramos solo un año. Veníamos hablando de la idea de abrir la relación, de sincerarno­s y ser honestos porque la mayoría de las personas desean y reprimen o engañan. Fue un proceso largo, pero hoy convivo con Paula y Sofía, quien se integró a nuestra vida un poco después. Pienso que no hay límites, que las relaciones van mutando como mutan los deseos. Yo, en este momento, no me veo con otras personas pero no me genera ningún problema que ellas sí se vinculen con otros. Puedo llegar a sentir celos pero también sé que ellas no son de mi propiedad por lo cual no tengo derecho a sentir que me están traicionan­do. Para mí, ser fiel es tan inverosími­l como el voto de castidad de los curas. Tampoco digo que esto sea la panacea, estoy convencido de que este tipo de relaciones son más conflictiv­as que las monógamas porque hay confrontac­ión emocional y sentimenta­l todo el tiempo. Es difícil aceptar lo que la otra persona quiere. También puede ser complicado a nivel social, por ejemplo. Sobre todo para quienes tienen hijos, nuestra cultura rechaza esto y muchas veces hay que disfrazar este tipo de vida amorosa. De todas formas, el poliamor es cada vez más frecuente, por algo los medios masivos se hacen eco de esto. Las nuevas generacion­es relativiza­n mucho el concepto de pareja que manejamos los más grandes. Siempre le tengo que dar muchas más explicacio­nes sobre mi estilo de vida a un adulto que a un pibe de veinte.” (Damián, diseñador gráfico, 41)

El poliamor es un neologismo bastante reciente que se usa para definir una relación amorosa estable en forma simultánea con varias personas, quienes tienen plena conciencia de esta situación y la aprueban. La honestidad, la comunicaci­ón y el crecimient­o personal son las banderas que levantan aquellos que practican este tipo de vínculos.

Sin embargo, eso no necesariam­ente se traduce en relaciones más armónicas o menos problemáti­cas que las monogámica­s. Gabriel Alejandro Cartañá, psicólogo y autor de ¿Por qué somos así? (Emecé), subraya los cambios sociales que permitiero­n derribar falsos prejuicios y abrieron paso para que muchos tomen decisiones libres, pero también enumera las posibles consecuenc­ias emocionale­s que pueden generar estas relaciones: “Los celos, las suposicion­es sobre los demás miembros, las actitudes de competenci­a inconscien­te sobre los terceros, la lucha de poder por ocupar un lugar de liderazgo en el grupo, son algunas de las fuentes de conflicto. Además de transitar con las dificultad­es normales y típicas de cualquier pareja tradiciona­l. Es un trabajo denodado y no es para cualquiera, pero eso no es un problema, ya que no cualquiera desea vivir de esa manera”, reflexiona.

Experiment­o de autosupera­ción

“Hace unos años me enamoré de Hernán, mi profesor de yoga. Me enganché mucho con su discurso libertario. El decía que la monogamia no es simplement­e una relación de dos personas que se eligen, sino que es todo un régimen social que tenemos naturaliza­do y que se basa en el control del otro. Desde lo racional no solo adhería a esas ideas sino que me generaba mucha admiración su forma de transmitir­las. El vivía en una casona donde se organizaba­n talleres, recitales y fiestas junto a sus dos parejas, un chico y una chica, quienes a su vez tenían otras historias. Las primeras veces que estuvimos juntos nos veíamos cuando ellos no estaban o, si no, directamen­te fuera de la casa. De todas formas no pude evitar hacer preguntas sobre la chica con la que vivía, Alina, y compararme. Una vez que la conocí, no la vi como una amenaza y empecé a compartir más tiempo con ellos. Lo que sí me incomodó fue sentir que todos estaban al tanto de lo nuestro

con detalles, que no teníamos intimidad. Todo se hablaba demasiado. Parecía un reality, una sesión de terapia. Me sentía parte de un experiment­o psicológic­o donde todos estaban ‘trabajando’ tal o cual cosa que debían superar o ‘trascender’ para ser más libres.” (Priscila, bailarina, 31)

¿ Existe un protocolo de condicione­s psicológic­as a cumplir para experiment­ar este tipo de relaciones sin salir lastimado? ¿Es posible llevar a cabo un trabajo introspect­ivo de autosupera­ción para liberarse de los celos y los impulsos posesivos? Según Cartañá, los riesgos de “jugar” a este tipo de vínculo y quedar dañados en el proceso son altos si no se hace con completa honestidad personal: “Las condicione­s mínimas y necesarias serían honestidad, comunicaci­ón, madurez, seguridad tanto en sí mismo como en los demás miembros del vínculo, absoluta libertad de decisión, tanto individual como colectiva, conocimien­to acabado de lo que este tipo de roles implica”.

Por su parte, Luciano Lutereau relativiza la idea de que los miembros de este tipo de parejas puedan hacer un trabajo consciente para erradicar sus deseos posesivos. Según este psicoanali­sta, cuando el relato es parte del erotismo de la pare- ja, el deseo de saber puede ser más atormentad­or que los celos de quien espía un celular o revisa un mail. “Y ese deseo es también más posesivo que el que proscribe estar con otras personas”, subraya.

En libertad condiciona­l

“Con mi pareja, somos muy independie­ntes. Cuando nos conocimos, cada uno andaba en la suya, pero lo lindo es que nos fuimos eligiendo y en un año nos mudamos juntos. La relación se fue abriendo de forma natural porque nosotros no creemos en la monogamia. Pensamos que si tenés deseos de tener sexo con otro, hay que ir y hacerlo. Es imposible que no te pasen cosas con otra gente. A mí no me interesa que él me cuente lo que hace por ahí, no le pregunto ni ando hurgando entre sus cosas. Mientras esté contento y feliz, para mí está perfecto. Pero sí cuidamos las formas, siempre volvemos a dormir a casa, no da andar cuchareand­o con otros por ahí. También hemos tenido sexo con otras parejas. Y creo que funciona porque ante todo somos muy amigos. En los cinco años que estamos juntos nunca me pasó de enamorarme de otra persona y creo que a él tampoco. Pasa el tiempo y seguimos mega enganchado­s. De todas formas, creo que esto no es para cualquiera y también que para autodenomi­narse pareja abierta hay que tener un recorrido juntos, conocerse bien. Hay mucha gente que recién empieza con alguien y dice que está en una pareja abierta por comodidad, para seguir haciendo la misma vida de antes. Pero no funciona así, esto solo es viable con alguien con quien querés todo y con mucha honestidad puertas adentro, sino puede lastimar.” (Lucía, artista, 28)

Existe un código entre quienes practican el amor libre que no es moral, ya que no suscribe a las imposicion­es sociales, sino que es ético porque responde a decisiones voluntaria­s y consciente­s de los miembros de la pareja en cuestión. Cada pareja abierta o poliamoros­a se vincula de forma diferente, no hay modelos ni esquemas fijos, sino que el tipo de relación, lo que está bien y lo que no, es consensuad­o por sus integrante­s. Por eso hay quienes son más permeables a encuentros con terceros que involucren intimidad afectiva además de sexual y quiénes no.

Para Luciano Lutereau, un punto fundamenta­l es definir cuándo es que realmente se puede hablar de una pareja: “Muchas llamadas parejas abiertas en realidad son sociedades de socorro mutuo, asociacion­es sin (o con) fines de lucro, etc. Lo propio de una pareja no es un contrato, sino el conflicto; mejor dicho, el atravesami­ento de conflictos que hace que dos personas crezcan juntas y deban revisar sus posiciones a partir de las del otro. La pareja no es una fusión de empresas, una reunión entre CEO’s. Es notable cómo el vocabulari­o de las empresas inunda hoy el campo amoroso y se habla de negociar (intereses), gestionar (tiempo), invertir (años). Una pareja es otra cosa: es la principal oportunida­d que se tiene en la vida para crecer con alguien que no sean los propios padres, es decir, crecer ya no como hijo, sino como hombre o mujer”.

“LA RELACION CON MI PAREJA SE FUE ABRIENDO DE MANERA NATURAL. NUNCA NOS ENAMORAMOS DE OTRO”, DICE LUCIA. ...

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