Clarín - Viva

Así empezó la Semana de Mayo

- FELIPE PIGNA HISTORIADO­R consultasp­igna@gmail.com

El domingo 20 de mayo de 1810, la ciudad amaneció empapelada con la proclama del virrey Cisneros que intentaba convencer a los habitantes de Buenos Aires de que en España no pasaba nada. Pero Cisneros, que sabía que había caído en la Península el último vestigio de gobierno español en manos de Napoleón, estaba asustado y les pidió a sus colaborado­res que trataran de que la transición que se avecinaba fuera tranquila, a la vez que les dio a leer las cartas de Liniers y los ilusionó con la contrarrev­olución que proponía el francés desde Córdoba, con el apoyo de Montevideo y del virrey del Perú.

Según la versión de Martín Rodríguez, cuando él y Castelli llegaron al Fuerte cumpliendo la comisión del grupo revolucion­ario, encontraro­n a Cisneros jugando al tresillo con el fiscal Caspe, el brigadier Quintana y su edecán Goicolea. Los delegados lo interrumpi­eron y Castelli le dijo: “Excelentís­imo señor: tenemos el sentimient­o de venir en comisión por el pueblo y el ejército, que están en armas, a intimar a V.E. la cesación en el mando del virreinato”.

El virrey puso cara de “qué insolentes”, los insultó y ensayó un paso de comedia con frases como “¿Qué atre- vimiento es éste? ¿Cómo se atropella así la persona del Rey en su representa­nte? Este es el más grande atentado contra la autoridad”.

Castelli lo cortó en seco y le dijo “No se acalore, Señor, que la cosa no tiene remedio”. Rodríguez fue más allá y le aclaró: “Señor, no hemos venido a discutir con V.E. Son cinco minutos de plazo que se nos ha dado, para volver con la contestaci­ón; vea V.E. lo que hace”.

El fiscal Caspe se asustó y llevó al virrey a otra habitación; a los cinco minutos volvieron un poco más compuestos. Cisneros miró a los delegados y les dijo: “Señores, cuánto siento los grandes males que van a venir sobre este pueblo, de resultas de este paso; y bien, puesto que el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran”.

Antes de despedirlo­s, les preguntó qué harían con él y su familia. Castelli le contestó: “Señor, la persona de V.E. y su familia estarán entre americanos y esto debe tranquiliz­arle”.

Sigue contando Rodríguez: “Salimos de allí y nos dirigimos a la casa de la reunión, diciendo: ‘Señores, la cosa es hecha: Cisneros ha cedido de plano, y dice que hagamos lo que queramos’. Nos empezamos a abrazar, a dar vivas, a tirar los sombreros por el aire”.

En el acto salieron Beruti, Peña y Donado, con varios criados y canastas, a recolectar todos los dulces y licores que hubiese en las confitería­s. Se puso una gran mesa en casa de Rodríguez Peña que duró tres días, cubriéndos­e de continuo para que entrara todo el mundo que quisiese a refrescars­e.

Cisneros no tenía nada que festejar y no se quedó precisamen­te tranquilo con aquella frase de Castelli que le recordaba que estaba entre americanos. Antes de tomar la decisión de convocar al Cabildo Abierto, quiso conversar con los jefes de los cuerpos militares, para saber si contaba con una fuerza de represión para frenar el avance de la historia.

Saavedra tomó la palabra y según su testimonio le contestó: “No queremos seguir la suerte de la España, ni ser dominados por los franceses: hemos resuelto reasumir nuestros derechos y conservarn­os por nosotros mismos”.

Cisneros vio que se le venía la noche y, según Juan Manuel Beruti, le pidió a Saavedra y los comandante­s que “lo mirasen como era debido, consideran­do tenía familia”.

Saavedra fue muy diplomátic­o y le dijo que se quedara tranquilo, que se le aseguraría un salario y se respetaría su integridad. La Revolución estaba en marcha.

El virrey Cisneros se molestó cuando Castelli y Martín Rodríguez lo intimaron a renunciar. Pero al rato les dijo ‘Puesto que el pueblo no me quiere, hagan ustedes lo que quieran’.

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