Clarín - Viva

LOS “TEATROMUND­OS” VAN CON EL HUMOR A CUESTAS

Dos clowns argentinos. Recorren el mundo desde hace ocho años con su espectácul­o, llevando la escenograf­ía en una maleta. Ya actuaron en 43 países.

- POR PABLO CALVO FOTOS: MANDRAGORA CIRCO

DOS CLOWNS ARGENTINOS RECORRIERO­N 43 PAÍSES CON UNA OBRA QUE CUENTA UNA HISTORIA EN EL LENGUAJE DEL AMOR. DE NEPAL A MONGOLIA. Y PRONTO, EN TREN A LA INDIA.

Atraviesan las fronteras empujados por un combustibl­e espiritual: las sonrisas de los niños. Van con el escenario a cuestas desde que se declararon “en gira internacio­nal permanente y sin destino” y rumbearon para lugares de leyenda y de mil y una noches, con el libreto de la aventura. Ocho años después, están por llegar a Mongolia, allá donde el gaucho perdió el poncho y Gengis Kan se forjó como conquistad­or.

Son dos clowns argentinos sueltos por el mundo, Mariana Silva y Juan Cruz Bracamonte, del grupo Mandrágora Circo, que despliegan una obra de teatro sin palabras pero con una historia de amor, humor y muecas que se entienden en cualquier rincón del planeta.

“En este momento estamos por Nepal, después de haber viajado cuatro meses por la India. Cruzamos la frontera en una Rickshaw, que es como un sulqui pero en lugar de caballo es una bicicleta”, cuenta Juan Cruz a Viva, en una entrevista que dura días, se mueve por el mapa, se activa de madrugada y transcurre por Whatsapp.

El relato parece un diario de viaje, que suena atrapante así como viene, en cualquier tramo del periplo: “Ahora estamos en la ciudad de Pokhara, en los Himalayas, presentare­mos el espectácul­o en un teatro y luego nos vamos a actuar en Katmandú”.

“Estamos viajando de esta forma desde 2010, saltamos de un país a otro y ya hemos visitado 43 países en cuatro continente­s. Vivimos de esta forma. En cada lugar conocemos nuevas personas, descubrimo­s culturas, compartimo­s sus costumbres y aprendemos. Y de esta forma sentimos que el mundo es nuestra casa, como los artistas nómades de antaño”, destaca Bracamonte.

Mariana y Juan viven momentos que parecen sacados de películas sobre los circos errantes como Agua para elefantes, The Clowns, de Federico Fellini, o la del payaso Chocolat.

“El equipaje que llevamos es una valija rígida grande, donde viaja un piano, un serrucho musical, un paraguas que es un violín, zapatos de payaso, maquillaje­s, vestuarios y algunos elementos de utilería que forman la escenograf­ía”, cuenta Mariana. Y son tantas las pala-

bras de ese párrafo que si quisieran cargarlas en la valija, no entrarían.

Entre malabares y canciones, a veces sucede lo inesperado: los espectador­es los invitan a pasar días en sus casas. Y ellos, que andan como los caracoles, con lo vital encima, aceptan con gusto.

“Durante la gira por América terminamos en Carolina del Norte y decidimos rumbear para Montreal, Canadá. Una chica nos ofreció cobijo por mail y no sólo eso, sino que nos dejó la llave en la puerta de su casa, en un bolsa, con indicacion­es para prender la calefacció­n, la contraseña de wifi y cómo darle de comer a los gatos. Estuvimos un mes ahí y nunca la vimos. Cuando nos fuimos, volvimos a dejar la llave en la bolsa de la puerta”, describe Juan Cruz.

Aquella vez habían partido desde la Patagonia en una camioneta Citroën Berlingo que los llevó hasta Alaska sin reportar fallas mecánicas. Y allá, cerca del polo norte, los clowns quedaron fascinados ante los colores de una aurora boreal. El vehículo quedó estacionad­o en Estados Unidos, en la casa de otro espectador, a la espera de que algún día regresen.

Mandrágora Circo es un grupo de teatro independie­nte de la ciudad de Trelew, reivindica el teatro errante y recibe premios en el trayecto, que tampoco caben en la maleta.

Como si fueran Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, Juan y Mariana actuaron en Casablanca, Marruecos. Y desde allí, sin tener que huir como en la película, sino disfrutand­o de las vistas, alcanzaron el extremo sur africano, donde se juntan los océanos Indico y Atlántico: “Nos dieron albergue en Maputo, Luanda y Ciudad del Cabo. Vimos elefantes, monos y jirafas. Fue sensaciona­l”.

A veces no consiguen yerba y extrañan el mate, pero el viaje continúa.

Pronto volverán a la India, adonde Mariana se acostumbró a hacer yoga a bordo de los trenes. Ella elonga y respira mientras sigue avanzando.

Quizás algún día Juan y Mariana escriban un texto sobre sus experienci­as. Y sobre el nombre “Mandrágora” del grupo, tomado de El libro de los seres imaginario­s, de Jorge Luis Borges.

No extrañan la vida anterior, la de los camarines y los escenarios estables. Prefieren mirar hacia adelante.

COMO LOS CARACOLES, LLEVAN LO VITAL ENCIMA, SIN PREOCUPACI­ONES MATERIALES. ...

UNIERON LA PATAGONIA CON ALASKA, HICIERON AFRICA DE NORTE A SUR Y AHORA VAN A ASIA. ...

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