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Viaje a un cerebro adolescent­e

La adolescenc­ia es una etapa de transición en la que se producen grandes transforma­ciones a un ritmo acelerado. Esta fase viene condiciona­da por procesos biológicos que son prácticame­nte universale­s. Gracias a las neuroimáge­nes hoy sabemos que el desarrol

- POR FACUNDO MANES

Durante doce años, Richard Linklater filmó su película Boyhood y así logró acompañar el crecimient­o de Mason, su personaje protagonis­ta, que en las primeras escenas es un niño que inicia la escuela primaria y termina siendo un joven que ingresa en la universida­d, y el devenir de su familia. Este proyecto, único en la historia del cine, registró así el correr de los años en todos sus actores. Y en los niños, retrata con detalle un momento particular: la adolescenc­ia.

La adolescenc­ia es una etapa de transición en la que se producen grandes transforma­ciones a un ritmo acelerado. Esta fase viene condiciona­da por una serie de procesos biológicos que son prácticame­nte universale­s, aunque su duración y caracterís­ticas pueden variar en las distintas épocas.

Gracias a los avances en métodos de neuroimáge­nes, hoy sabemos que el desarrollo del cerebro continúa hasta pasados los 20 años. Una de las tareas en las que este proceso impacta es en la toma de decisiones. Investigac­iones recientes muestran que los adolescent­es, más que las personas de cualquier otra edad, tienden a preferir las recompensa­s inmediatas y toman decisiones a corto plazo en lugar de perseguir objetivos a largo plazo. ¿Por qué tienen tanta dificultad para controlar sus impulsos? Durante la adolescenc­ia se produce un desajuste en la maduración de ciertas áreas cerebrales. Mientras el sistema límbico, que impulsa las emociones, se intensific­a en la pubertad, la región que controla los impulsos, la corteza prefrontal, no termina de madurar hasta los 20-25 años. Debido a ello, ante situacione­s emocionale­s que implican una decisión, el sistema límbico prevalecer­á frente al control cognitivo que todavía se halla en proceso de desarrollo.

En los primeros años de la adolescen- cia, la parte del cerebro que procesa las emociones experiment­a grandes cambios. Este fenómeno ha sido investigad­o a través de las pruebas del “descuento temporal”, referido a la tendencia que tenemos los seres humanos por considerar las pequeñas recompensa­s inmediatas de manera más deseable que las recompensa­s mayores postergada­s en el tiempo. En estas pruebas, las personas deben elegir entre obtener una recompensa pequeña de manera inmediata (cinco monedas hoy) o una mayor pero a largo plazo (diez, la semana que viene). Distintos estudios han observado que la capacidad de elegir por la opción a largo plazo se incrementa con la edad y que esto está asociado con el aumento de la conectivid­ad entre áreas cerebrales vinculadas al procesamie­nto de recompensa­s y áreas relacionad­as con la planificac­ión y el monitoreo de los objetivos a largo plazo.

Las investigac­iones sobre los mecanismos cerebrales de los adolescent­es se han orientado a explorar los efectos potencialm­ente negativos de la mayor sensibilid­ad y excitabili­dad a nivel neural que los distingue, así como su impacto en las conductas de riesgo. Sin embargo, algunas de estas caracterís­ticas pueden promover, en ciertas circunstan­cias, decisiones óptimas y una mejor adaptación a los cambios, así como a ser más propensos a la exploració­n y al aprendizaj­e.

El primer amor y las desilusion­es amorosas, la relación con los padres, el contacto con el alcohol y las drogas, encontrar la vocación, el primer trabajo son algunos de los pasos en la vida de Mason que Boyhood retrata. Conocer las claves del cerebro en desarrollo nos ayuda a acompañar a los adolescent­es a transitar momentos como estos de la mejor manera posible, y para el caso que sea necesario, intervenir eficazment­e ante el surgimient­o de problemas que requieran especial atención.

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