Clarín - Viva

UNA FIEBRE DE EXPECTATIV­AS

- OPINION POR DANIEL HEYMANN*

Cuando hablamos de monedas virtuales tenemos que diferencia­r Bitcoin de la blockchain. Esta última es la tecnología de registro que sustenta sus operacione­s, que segurament­e va a tener aplicacion­es muy diversas e interesant­es. Ahora, como activo financiero, el Bitcoin es más discutible. ¿Por qué? Cuando se compra un bono, por ejemplo, te ofrecen intereses y el pago de su capital. Cuando se compra una acción, se adquiere también una participac­ión en las ganancias de una empresa. Pero, cuando se compra Bitcoin, no se adquiere ninguna de esas cosas. El Bitcoin se adquiere para poder venderlo más caro. Es un fenómeno que se mueve puramente en base a expectativ­as. No tiene un retorno fundamenta­l: de allí su volatilida­d. Su naturaleza seguirá siendo así porque no es un activo que tenga un fundamenta­l claro que determine su precio. Como medio de pago no está claro tampoco. No están claras sus ventajas. La noción de moneda universal también es problemáti­ca. Mi impresión es que las monedas por un tiempo previsible seguirán siendo nacionales. Ahora, como fenómeno cultural, el Bitcoin ha tenido una repercusió­n enorme. Si uno da clase de macroecono­mía, y lleva la cuenta de lo que los estudiante­s quieren hacer como tesis de grado, se entiende el impacto que ha tenido. * ECONOMISTA DE LA UBA Y DE LA UNIVERSIDA­D DE SAN ANDRES.

estableció una emisión limitada de 21 millones de monedas. Durante los primeros cuatro años de Bitcoin, se emitían 50 unidades cada 10 minutos. Luego, la mitad. Al día de hoy, son 12,5. Cada cuatro años, se vuelve a dividir por dos la emisión. Eso es lo más previsible. El precio, lo menos.

La cuenta de luz. Francisco Osca y Javier Segura empezaron en sus ratos libres a jugar con la blockchain y ahora se dedican full time a armar las granjas donde se minan criptomone­das. Ellos explican que la dificultad del algoritmo depende de la cantidad de gente que esté minando en determinad­o momento. Al principio, cualquiera minaba Bitcoin con una computador­a de escritorio. Pero, a medida que fue subiendo el precio, más gente, en todo el mundo quiso participar de la “criptofies­ta”, un negocio que, según de qué moneda se trate y las condicione­s que existan ( que no son siempre iguales), puede rendir un 50 por ciento mensual.

Hoy en día, sin embargo, ya no son pibitos tecno los que se dedican a esto. Son empresas. Mega empresas. Y tienden a establecer­se en lugares donde la electricid­ad es más barata y hace frío, justamente por el calor que generan las máquinas al hacer los cálculos. Una de ellas, es Bitfarms, una empresa que, aunque queda en Canadá, fue fundada por un argentino, Emiliano Grodzki. Tiene una valuación de mercado de cerca de mil millones de dólares. El y otros amigos de la escuela ORT empezaron minando Bitcoin en un cuartito en su fábrica en Buenos Aires. Allí, se hacían unos alfajores sin gluten muy conocidos.

La blockchain es muy intensiva en el uso de la energía y por eso también tiene sus detractore­s: con todas las máquinas operando al mismo tiempo, es mucha la electricid­ad que se consume. Por eso, Canadá e Islandia son destinos para el minado: mucha energía renovable, lo

que reduce la huella de carbono de las operacione­s. Además, hace frío.

Hoy existen chips especiales para minar Bitcoin y nada más. Se llaman ASIC. El resto de las criptomone­das se mina con plaquetas de video. Van tres de ellas por computador­a. De allí, la dificultad para conseguir en el mercado este insumo para las consolas de juegos. Hay un furor por ellas. Segura dice que hay que conocer bien a los proveedore­s para hacerse de ellas. De allí, su arte. La cuna del dinero.

¿De dónde sale el valor de Bitcoin? Hay muchas explicacio­nes, pero la mejor la tiene Wences Casares, un emprendedo­r digital argentino. El inventó, por ejemplo, la primera red de Internet del país, bancos y empresas de video games. Es un auténtico “niño mimado” de Sillicon Valley. Su último emprendimi­ento es Xapo, la primera caja de seguridad de la “cripto-era”.

En una conferenci­a llamada Chicago Ideas, Casares lanzó una hipótesis muy desafiante, que segurament­e disputará más de un economista. Brevemente, lo que dijo es que el dinero no surgió para reemplazar el trueque, como siempre se enseña, sino como una forma de llevar una contabilid­ad. Por ejemplo, si uno le daba un pedazo de animal que había cazado a otras personas, éstas le daban a cambio algún objeto (una piedra, sal, etc.) para que el cazador supiera que, en el futuro le deberían algo. Según él, el oro no es un objeto mágico de valor intrínseco, sino un bien divisible, transporta­ble, duradero, reconocibl­e y fungible, que se impuso como estándar por ser escaso. Cosas accesibles, como hojas de árboles, no hubieran funcionado, porque sino se crearían falsas deudas con cualquiera.

Al estar convencido de que el dinero es una forma de libro contable, Casares trata de echar por tierra tres conceptos: que una moneda tiene que tener respaldo (¿quién respalda al oro o al dólar?), que debe ser emitida por un banco central o un Gobierno y que surgió del intercambi­o de un bien por otro. Por eso, concluye, el Bitcoin, al ser una divisa que opera en red, descentral­izadamente, es el nuevo patrón oro.

Hablamos de eso con Matías Bari y sus socios de Satoshi Tango, en un bar rasposo de Palermo, donde todos picotean unas papas fritas. Hace cuatro años, ellos fundaron una empresa que cambia Bitcoins por pesos, dólares o euros, entre otras cosas. Empezaron en un sucucho, hoy tienen 11 empleados. “El dinero equivale a alguien que me debe su tiempo, sus bienes, sus servicios. Su fuerza de trabajo. Papel moneda es una forma de dinero. El oro es otra. Y Bitcoin es otra”, asegura Bari.

Por eso, para que el Bitcoin funcione, todo lo que se necesita es, sobre todas las cosas, que la gente lo use. La primera vez que se utilizó, se pagaron 30 mil unidades de Bitcoin por una pizza. Fue su acta de nacimiento. Hoy, esa pizza

valdría millones. Que haya empresas como Satoshi (no es la única) dispuesta a convertir la criptomone­da en pesos, la legitima constantem­ente.

Los usuarios de Bitcoin creen estar ante la irrupción de una tecnología que cambia el curso del tiempo, como la invención de la rueda. Bari lo pone, sin embargo, en términos más contemporá­neos: “estamos como Internet en los ‘90”. Así de disruptivo. Entonces, en el boom de las punto.com surgieron imperios y tremendos fracasos. Alguien triunfará. Ymuchos serán aplastados.

“Bitcoin es libre. Hoy lo intercambi­amos por otra moneda. Mañana el restaurant­e va a aceptar bitcoin y cuando vengas a pedir la cuenta te voy a poder mandar bitcoin directamen­te”, dice Bari muy convencido.

Ojo con la contraseña.

El mundo de Bitcoin está lleno de simbología. De la jerga de Wall Street toman la imagen del toro: the bull. Más simpática, sin embargo, es la figura del tejón de miel, un animalito africano que va por terrenos escarpados y áridos, sin que nada lo pueda detener. Lo tratan de picar los pájaros, o incluso las serpientes. Pero él, en cambio, se los termina comiendo para el almuerzo. O la cena. Si hay una analogía entre la moneda virtual y divisas como el dólar, euro, yen o yuan, por mencionar algunas ( lo veremos más adelante). Lo cierto es que el Bitcoin tiene un atractivo y una mística que no tiene otro medio de pago convencion­al. Tanto por su origen, como su carácter independie­nte y su facilidad de uso.

Los bitcoins se guardan dentro de una app que se llama Monedero ( hay muchas de ellas) y se lleva en el celular. Es muy fácil transferir­los de un monedero a otro, aunque la contrapart­e esté en Japón. Todo lo que hay que hacer es copiar una dirección o mandar una foto de un código QR. Y listo. Se puede hacer todos los días del año. No hay intermedia­rios cobrando comisiones: esa

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 ??  ?? BITCOINS HASTA EN LAS MEDIAS Matías Bari, en la casa de cambio de Palermo que fundó junto a otros socios: Satoshi Tango.
BITCOINS HASTA EN LAS MEDIAS Matías Bari, en la casa de cambio de Palermo que fundó junto a otros socios: Satoshi Tango.
 ??  ?? Leopoldo Simini, Joan Cwaik y Bruno Tiberti, con la criptodivi­sa que inventaron, llamada Inbest. UNA MONEDA BIEN ARGENTINA
Leopoldo Simini, Joan Cwaik y Bruno Tiberti, con la criptodivi­sa que inventaron, llamada Inbest. UNA MONEDA BIEN ARGENTINA
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FABRICA DE CRIPTOMONE­DAS Francisco Osca y Javier Segura, en algún lugar secreto de la Ciudad de Buenos Aires.

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