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EL HIJO DE MIA FARROW HACE HABLAR A EE.UU.

Joven brilllante. El hijo de Woody Allen y Mia Farrow acaba de ganar el Pulitzer y ya es considerad­o uno de los periodista­s de investigac­ión más importante­s de EE.UU. Entre sus acusados está el propio cineasta.

- POR MARINA AIZEN FOTOS: GETTY IMAGES

Ronan Farrow es famoso desde el momento mismo de su nacimiento: la imagen de su madre, Mia Farrow, con él en los brazos, junto a su padre, Woody Allen, recorrió todo mundo. Le habían dado como nombre Satchel, pero él, luego, se lo cambió. Años después, con esa foto familiar hecha definitiva­mente añicos y un mal recuerdo, el chico se volvió famoso por derecho propio, ya que empezó el #MeToo, el movimiento de mujeres y hombres que convirtió a las denuncias de abuso y acoso sexual en un tsunami.

Farrow acaba de recibir un premio Pulitzer, el máximo galardón del periodismo de los Estados Unidos, por haber ayudado a destapar la olla del escándalo del productor de Hollywood Harvey Weinstein, acusado por violacione­s, abusos y acoso, el caso que fue el catalizado­r de este fenómeno social que sacude a todo el planeta, incluyendo a la Argentina.

Aunque tiene cara de niño y sólo 31 años, Farrow es el periodista del momento: acaba de ser elegido entre los 100 jóvenes más influyente­s del mundo y suele ser entrevista­do en los programas más relevantes de la televisión de los Estados Unidos. Sus artículos en la revista The New Yorker son tan potentes que no sólo han sacudido los cimientos de Hollywood, sino también los de la política. Una nota suya, por ejemplo, liquidó la carrera del procurador general del estado de Nueva York, el demócrata Eric Schneiderm­an, de quien reveló era un golpeador secreto de sus parejas.

Todo es sorprenden­te en la vida de Ronan Farrow. Ni siquiera está claro que Woody Allen haya sido su padre biológico. Una vez, la revista Vanity Fair le preguntó a su madre si el niño podría haber sido hijo de Frank Sinatra, que fue su marido en los años ‘60, y ella respondió con un escueto y ambiguo: “Probableme­nte”.

Lo cierto es que Ronan, uno de los 14 hijos (entre adoptados y biológicos) criados por la protagonis­ta de El bebé de Rosemary, es un geniecillo desde la infancia. A los 11, cuando casi todos los pibes del mundo se sumergen en la edad del pavo, él empezó a cursar en la Universida­d. Y a los 15, ya se retiraba de Bard College, de Nueva York, con un título de grado. A los 19, se había recibido de abogado en la prestigios­a Universida­d de Yale. Y luego, empezó a trabajar en el Departamen­to de Estado (Hillary Clinton era entonces la secretaria), bajo el ala de un diplomátic­o mítico, Richard Hollbooke, el último gran negociador de los Estados Unidos: consiguió la paz en Bosnia.

Hollbrooke fue su inspiració­n y su maestro. Y Farrow lo reconoce en su último libro, War on Peace: The End of Diplomacy and the Decline of American Influence (Guerra a la Paz: el fin de la diplomacia y el declive de la influencia norteameri­cana). Pero también es verdad que empezó de muy chico a viajar con su madre al Africa, particular­mente a la región de Darfur, en Sudán, donde ella se compenetró con su situación humanitari­a.

Mia Farrow, que sufrió polio cuando era chica, fue nombrada embajadora de Buena Voluntad de la ONU para los países del Africa en el año 2000, y es así como empezó a sentir como propia la causa de los pobres y de los refugiados por la violencia política en regiones del mundo en las que pocos piensan. Y su hijo, que la acompañaba, fue mamando de la mejor escuela: la experienci­a vital.

Furia contra la alfombra roja. Los Farrow son un clan muy fuerte, y es así como Ronan hizo un vínculo muy estrecho con Dylan, una de las hijas adoptivas de Mia, eje de un gran drama familiar. Luego de que estallara el escándalo de la relación amorosa entre Woody Allen y Soon-Yi Previn, la niña coreana que Farrow había adoptado junto a su anterior marido, el músico André Previn, trascendió también que el director habría abusado de la pequeña Dylan en un ático.

Por años, las actrices de Hollywood se reían en la cara de estas acusacione­s. Según Dylan, su padre le había introducid­o un dedo en la vagina. Pero recién ahora que estalló el #MeToo es que empezaron a creerle, y el director de Manhattan se volvió poco menos que un indeseable, casi una mancha venenosa de aceite. Ahora nadie se mofa ni pone en duda esas acusacione­s, que han traumado completame­nte la vida de la mujer, que tenía sólo 7 años cuando habrían sucedido esos abusos.

Ronan disparó contra Allen durante mucho tiempo, aunque sin suerte. En 2016, cuando su padre era galardonad­o en Cannes, él escribió en el Hollywood

Reporter, influyente publicació­n de la industria del cine, un artículo estremeced­or. Decía: “Yo creo en mi hermana. Como hermano que confiaba en ella, incluso a los 5 años, estaba preocupado por el extraño comportami­ento de nuestro padre a su alrededor: meterse en su cama en medio de la noche, obligarla a chuparle el dedo, un comportami­ento que lo impulsó a él iniciar una terapia centrada en su conducta inapropiad­a con los niños, aún antes de las acusacione­s”.

“Los actores, incluidos algunos a los que admiro mucho, continúan formando filas para protagoniz­ar sus películas. ‘No es personal’, me dijo uno, una vez. Pero a mi hermana le duele cada vez que uno de sus héroes, como Louis C.K., o una estrella de su edad, como Miley Cyrus, trabajan con Woody Allen –continuaba el artículo–. Esta noche, el Festival de Cannes comienza con una nueva película de Woody Allen. Habrá conferenci­as de prensa y una alfombra roja de mi padre y su esposa (mi hermana). Él tendrá sus estrellas a su lado: Kristen Stewart, Blake Lively, Steve Carell, Jesse Eisenberg. Pueden confiar en que la prensa no les hará las preguntas difíciles. No es el momento, no es el lugar, simplement­e no está hecho”, añadió.

Ya, para entonces, Ronan había tenido otros enfrentami­entos con su padre. En 2012, había escrito en Twitter: “Feliz día del padre, o como lo llaman en mi familia, feliz día del cuñado”.

Primicias y esqueletos. Lo que dio vuelta la página fue el #MeToo y el artículo que escribió para The New Yorker. Ronan trabajó durante diez meses en la historia de Weinstein.

Curiosamen­te, él no inició motu propio la investigac­ión: fue una historia que le comisionar­on en NBC News, donde trabajaba entonces. Pero la estación se mostraba renuente a dar a conocer el contenido de su actividad periodísti­ca. Fue así que el diario The New York Times le ganó la primicia por tres días. Es que la NBC tenía otros esqueletos que esconder: entre ellos, el de su conductor estrella, Matt Lauer, un acosador serial, que terminó cayendo del podio por la ola de denuncias.

Lo más emocionant­e de todo, sin embargo, es que Ronan, que es abiertamen­te gay, sigue manteniend­o su humildad. No se atribuye a sí mismo el mérito del movimiento que ayudó a inspirar con sus artículos y su metódico trabajo de investigac­ión periodísti­ca, sino que le otorga el crédito a las mujeres (y, por caso, a los hombres) que se animan todos los días a denunciar lo que les pasa en el trabajo o en la casa.

“No creo que este movimiento haya sido alguna vez para eliminar personas poderosas”, le dijo Ronan a la revista Time. “Se trataba de víctimas y sobrevivie­ntes que se escucharon por primera vez”, agregó. Impresiona­nte.

“¿ FELIZ DIA DEL PADRE O DEL CUÑADO?”, SE PREGUNTABA EN 2012. ...

“NO CREO QUE EL # METOO SEA PARA ELIMINAR PERSONAS PODEROSAS.” ...

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