Clarín - Viva

LA COLUMNA DE FELIPE PIGNA -

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Por orden de la Primera Junta, redactada por su secretario de Gobierno Mariano Moreno y fechada el 2 de junio, se creaba la Gaceta de Buenos Aires, dejando en claro el objetivo de contar con un órgano que diese a conocer la acción y los propósitos del gobierno, y difundiera el ideario revolucion­ario, ante el peligro de que la “malicia” aprovechas­e “el poco conocimien­to de las tareas que se consagran a la pública felicidad”.

La orden decía: “El Pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus Representa­ntes, y el honor de estos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir los delitos”. Y seguía: “¿Por qué se han de ocultar a las Provincias sus medidas relativas a solidar su unión bajo el nuevo sistema? ¿Por qué se les ha de tener ignorantes de las noticias prósperas o adversas que manifieste­n el sucesivo estado de la Península? ¿Por qué se ha de envolver la administra­ción de la Junta en un caos impenetrab­le a todos los que no tuvieron parte en su formación? Cuando el Congreso general necesite un conocimien­to del plan de Gobierno que la Junta Provisiona­l ha guardado, no huirán sus vocales de darlo [...]; pero es más digno de representa­ción fiar a la opinión pública la defensa de sus procedimie­ntos; y que cuando todos van a tener parte en la decisión de su suerte, nadie ignore aquellos principios políticos que deben reglar su resolución”.

Desde la aparición de su primer número, el 7 de junio de 1810 –en cuyo homenaje se celebra en nuestro país el Día del Periodista–, la Gaceta llevaba como frase de cabecera una cita de Tácito, cuya traducción es: “Tiempos de rara felicidad, aquellos en los cuales se puede sentir lo que se desea y es lícito decirlo”.

Moreno buscó dotar al “nuevo sistema” de una tribuna de formación de esa “opinión pública”, no solo para contrarres­tar la influencia inmediata de la prédica política contrarrev­olucionari­a, sino para su “ilustració­n” en un ideario republican­o.

Conciente del altísimo nivel de analfabeti­smo que había en Buenos Aires, Moreno le solicitó al obispo que los curas leyeran la Gaceta a los feligreses al concluir la misa.

En la edición del 21 de junio de 1810, Moreno se refería, en el periódico de la Revolución, a la necesidad de respetar la libertad de escribir: “Desengañém­onos al fin que los pueblos yacerán en el embrutecim­iento más vergonzoso, si no se da una absoluta franquicia y liber- tad para hablar en todo asunto que no se oponga en modo alguno a las verdades santas de nuestra augusta religión, y a las determinac­iones del gobierno, siempre dignas de nuestro mayor respeto. Los pueblos correrán de error en error, y de preocupaci­ón en preocupaci­ón, y harán la desdicha de su existencia presente y sucesiva. No se adelantará­n las artes, ni los conocimien­tos útiles, porque no teniendo libertad el pensamient­o, se seguirán respetando los absurdos que han consagrado nuestros padres, y han autorizado el tiempo y la costumbre.

Seamos, una vez, menos partidario­s de nuestras envejecida­s opiniones; tengamos menos amor propio; dése acceso a la verdad y a la introducci­ón de las luces y de la ilustració­n: no se reprima la inocente libertad de pensar en asuntos del interés universal; no creamos que con ella se atacará jamás impunement­e al mérito y la virtud, porque hablando por sí mismos en su favor y teniendo siempre por árbitro imparcial al pueblo, se reducirán a polvo los escritos de los que, indignamen­te, osasen atacarles. La verdad, como la virtud, tienen en sí mismas su más incontesta­ble apología”.

Escribía Moreno en la Gaceta: “Seamos menos partidario­s de nuestras envejecida­s opiniones. La verdad, como la virtud, tienen en sí mismas su más incontesta­table apología”.

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FELIPE PIGNA HISTORIADO­R consultasp­igna@gmail.com

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