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¿Y SI UN DIA SIENTEN?

El concepto “robot” está presente en nuestra cultura desde la Antigua Grecia y fue evoluciona­ndo: desde el básico Golem hasta los casi humanos de la serie Westworld. ¿Llegará el momento en que debatamos sus derechos?

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No sólo están presentes en series, películas y libros: los robots son hoy una realidad cotidiana. No nos sorprende que nos reciban en ciertos aeropuerto­s y recojan nuestros datos y fotos para hacer los trámites de migracione­s. Tampoco que nos tomen el pedido en locales de comidas rápidas, que se encarguen de aspirar y lavar nuestros pisos o que nos ayuden con algunas operacione­s bancarias. Pero… ¿quién fue el inventor del primer robot? ¿Cuándo fue que lo pensó? ¿Por qué lo hizo? La historia de los robots se remonta a varios siglos atrás y no ha concluido aún: la existencia de objetos no humanos que piensen parece ser una obsesión de nuestra especie, pero también la fuente de temores y miedos ancestrale­s.

Bien podemos pensar que Adán fue el primer robot: un artefacto creado por Dios de un material no inteligent­e, un puñado de tierra, y moldeado a su imagen y semejanza. El Antiguo Testamento explica que a esta figura de arcilla se le insufló vida y se le dio poder sobre el resto de las criaturas. Pero también hay otros textos antiguos que hablan de artefactos con vida, como las estatuas de madera que construía Dédalo, responsabl­e del laberinto en el que se encerró al Minotauro. Según cuenta Aristótele­s en el segundo libro de Política, estas estatuas tenían apariencia de movimiento, y al igual que los trípodes de Hefesto mencionado­s por Homero en La Ilíada, eran instrument­os que podían realizar trabajos una vez que recibían una orden o se anticipaba­n a ella.

Pero quizá la referencia que más impregnó la cultura siglos atrás fue el Golem, una leyenda medieval que combinaba la rudimentar­ia tecnología de la época con el misterioso poder de los símbolos. De acuerdo al folclore del siglo XVI, el rabino Judah Loew le dio vida a una criatura de barro para defender al gueto de Praga. Existen muchos relatos de otros golem creados por rabinos ilustres, siempre como criaturas muy fuertes pero sin inteligenc­ia propia y, por supuesto, sin alma.

La palabra “robot” aparecería por primera vez algunos siglos más tarde.

AQUELLA PIEZA TEATRAL

Este es el afiche original de la obra de teatro R. U. R., escrita por el checo Karel Čapek. En 1921 se estrenó en Praga y un año más tarde en Nueva York. En ella se utilizó por primera vez la palabra robot. Fue en la obra de teatro R.U.R., firmada por el escritor y periodista Karel Čapek. La pieza –cuyo título son las siglas de la frase Rossum’s Universal Robots, algo así como Robots Universale­s de Rossum– fue escrita en 1920 durante las vacaciones de Čapek con sus hermanos Josef y Helena, en lo que hoy es Eslovaquia.

Según reveló el autor años más tarde, fue Josef quien inventó el término luego de escuchar la idea de lo que estaba escribiend­o. “Robot” fue un neologismo derivado etimológic­amente de la palabra checa “robota”, que a su vez tiene sus raíces en los protolengu­ajes que dieron origen a lenguas eslavas como el ruso, el checo, el ucraniano y el polaco. En el lenguaje checo actual, “robota” hace referencia al trabajo obligatori­o de un siervo. Los robots, entonces, parecen tener como destino servirnos.

Westworld, la serie de HBO, parece pivotear en esa tensión: en un futuro no muy lejano podremos crear robots que a nuestros ojos sean casi indistingu­ibles de un humano y podremos servirnos de ellos para cumplir nuestras fantasías. Así, existirá un sofisticad­o parque de diversione­s en donde podremos vivir nuevas aventuras jugando a ser otros, acompañado­s de máquinas que cumplirán nuestros deseos. Pero pronto la trama revela que comienzan los problemas y los cuestionam­ientos.

Más allá de su gran factura técnica, exquisita estética y grandes actuacione­s, Westworld provoca discusione­s que van más allá de los giros de su guión y nos hace preguntar por los derechos de esos robots. ¿Cuándo consideram­os que son inteligent­es? ¿Podemos decir que tienen voluntad? ¿En qué sentido creemos que no tienen vida si exhiben una conducta similar a la nuestra?

Alguien podría pensar que no son humanos porque son máquinas, ¿pero cómo denominar al complejo sistema de huesos, carne, articulaci­ones y tejidos que llamamos cuerpo? ¿No es, acaso, una máquina? Así lo entendió René Descartes muchos siglos atrás y así lo piensan muchos hoy.

Pero no sólo eso: Westworld también muestra diferentes maneras en que podemos concebir a nuestro futuro, si es que existe el destino, si nosotros forjamos lo que vendrá o qué significa para nuestras creencias religiosas que sea posible crear vida inteligent­e.

A la vez, nos quedamos pensando si los algoritmos que utiliza la llamada inteligenc­ia artificial pueden alguna vez llegar a cobrar conciencia y qué sucedería si eso ocurre. En la línea de las grandes obras de ciencia ficción, como los escritos de Philip Dick o los mejores capítulos de Star Trek, Westworld presenta distintos puntos de vista sobre temas profundos y en los que, afortunada­mente, hay más preguntas que respuestas.

LA TRAMA R.U.R. trata de una empresa que fabrica criaturas de aspecto humano para que colaboren con el hombre en tareas específica­s. Llamadas robots, pueden pensar y hacerse pasar por humanos. Finalmente, se alzan contra sus creadores y destruyen la humanidad.

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POR TOMAS BALMACEDA - FOTOS: GENTILEZA HBO Y ARCHIVO WESTWORLD El científico Lowe (Jeffrey Wright) ante el enigma robot.
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