Clarín - Viva

LA COLUMNA DE PIETRO SORBA

Más de medio siglo de historia. La Boca fue el reino de las cantinas. Por suerte algunos herederos mantienen alta la tradición.

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Brandsen esquina Del Valle Iberlucea. La Boca profunda. Ahí, desde 1906, se encuentra la casa de los Zinola. En 1940, a pocos metros, fue construida la Bombonera. En 1950 la familia anexó un almacén. Fue llamado Don Carlos, en honor al patriarca de la familia. Veinte años más tarde se produjo la transforma­ción en cantina-bodegón. El nombre quedó. Desde esa fecha pasó casi medio siglo. El local (pequeño, sin lujos decorativo­s) no perdió su energía, la coherencia gastronómi­ca y el vínculo profundo con el barrio. La familia sigue siendo el combustibl­e que alimenta su esencia porteña y boquense. Carlos (nieto del patriarca) atiende salón y parrilla. Esposa e hija ( Marta y Gabriela) se ocupan de las hornallas. Carlitos supo imponer su fórmula. Algunos la adoran. Otros la critican. Quizás sea arbitraria, pero en su casa uno hace lo que quiere y son más los que la aceptan de los que la rechazan. El cliente se sienta a la mesa y Carlitos decide lo que comerá. Los platos rotan diariament­e pero algunos son infaltable­s. La fainá es sabrosa, finita, crocante y espolvorea­da con pimienta negra y cebolla de verdeo. Los bocadillos de espinacas son nubes verdes, húmedas y doradas. La pizza de cancha es muy… canchera. La provoleta se derrite en la boca. Las empanadas de queso cremoso y cantimpalo son potentes. Las albóndigas con su salsa son delicadas. Los rotoli de espinacas (pasta rellena de la casa) no fallan. Las carnes a la parrilla demuestran que Carlitos es un gran asador. Sfogliatel­la, panna cotta, budín de pan y flan de dulce de leche completan, con dulzura, la labor de una familia enamorada de su barrio, que trabaja con pasión para dejar el mejor de los recuerdos a los comensales que la visitan.

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