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DOS AMIGAS, UNIDAS POR UN TRASPLANTE -

Historia de dos “hermanas de la vida”. Dolores y María lograron hacerse amigas dentro de un internado muy severo. Todavía no sabían que años más tarde, una dependería de un órgano de la otra para sobrevivir.

- POR INES ARTETA FOTOS: FERNANDO DE LA ORDEN

Dolores Alves de Lima padecía ERC, una enfermedad renal crónica que causa la pérdida progresiva e irreversib­le de las funciones renales: los riñones no logran producir orina y eliminar las toxinas de la sangre, funciones esenciales para la vida. En su caso, se ignora por qué enfermó. El primer síntoma se presentó cuando, a sus 25 años y en el octavo mes de su tercer embarazo, su madrastra la insultó a los gritos en una reunión familiar. Ella quedó paralizada, no pudo reaccionar, pero a partir de entonces comenzó a tener picos de presión tan alta que debieron realizarle una cesárea de urgencia.

Dolores nació en diciembre de 1962. Sus padres se divorciaro­n cuando tenía tres años y su madre murió cuando tenía nueve. “Me acuerdo de ella en la cama y en el hospital. La pareja de mi mamá era cantante, antes había sido boxeador, y le pegaba. La revoleaba contra las paredes; no sabés lo que eran los gritos. Yo lo veía y lloraba y le rogaba: ¡Basta por favor!. Una vez, un golpe la hizo salir por la ventana. Pero conmigo era muy bueno: yo le decía papá. Hasta que mi padre me avisó que se había muerto mi mamá. Estaba tomando sopa de tomate y me llamó a su escritorio y me dijo: Arrodillém­onos; tu mamá se murió, vamos a rezar un Padrenuest­ro”.

Desde ese día, el responsabl­e de Dolores fue su padre. Pero él vivía con Marta, su nueva esposa, y en esa casa no había lugar para ella. Tampoco voluntad de hacérselo. La primera noche que se quedó a dormir fue el día en que murió su madre: abrieron un catre plegable en un pasillo. Durante los diez días siguientes, apenas levantada tenía que enrollar el colchón, doblar la sábana y plegar el catre, para que se pudiera transitar.

No había pasado mucho tiempo cuando le avisaron que iban a viajar a Córdoba a visitar a una hermana de Marta. Ella se puso contenta porque había oído que en Córdoba había arroyos y caballos. A los pocos días de llegar, el padre le anunció que harían un paseo a La Cumbre, un lugar muy lindo, en las montañas. Dolores subió al auto pensando que ése sería el día más feliz de su vida: iba a hacer un paseo sola con su papá, sin Marta. Pero no se trataba de un paseo: después de almorzar él la llevó a un colegio y le dijo que ahí iba a estar mejor y más cómoda que en Buenos Aires. “Y de repente vi mi valija paradita al lado de mis pies, con un bolso en el que habían puesto una toalla vieja. Adiós, un beso, y se fue. Lloraba todo el día clamando por mi mamá. A mi padre no lo extrañaba porque era el perfecto desconocid­o”, recuerda Dolores.

En tercer año la mudaron a otro colegio con internado, el St. George’s College, en Quilmes, donde se hizo amiga de María Chuburu. Según María, el colegio forjaba en su alumnado una hermandad difícil de explicar a los que no han vivido una experienci­a similar. En principio, los unía el hecho de que sus padres tenían otras prioridade­s antes que sus hijos. Y luego, que no había diferencia­s entre ellos. Llegaban sin nada propio porque todo se los daban ahí: cartuchera, libros y el uniforme que vestían el día entero. Sólo salían por 24 horas tres veces por mes, y en caso de no estar castigados.

“Llegabas el primer día de clase con tu valija y buscabas el cartel con tu nombre, que te indicaba cuál era tu cama. Era un sistema muy inglés, casi militar. Nos levantaban a las 6.30 y todos los días hacíamos una hora y media de deporte. Teníamos sólo 40 minutos libres en el día y, si te portabas mal, estabas en penitencia esos únicos 40 minutos. A las 21.30 ya estabas agotada”, cuenta María.

Dolores y María siguieron siendo amigas después de haber egresado del secundario. Dolores sufrió mucho cuando terminó el pupilaje, más aún porque debió instalarse en la casa de su padre y Marta. Ella la hostigaba, la insultaba, la obligaba a limpiar la casa y a planchar la ropa de su padre. María recuerda haber ido a lo de Dolores y que Marta estuviese de vestido largo y el padre de smoking, en tanto su amiga servía los tragos que solo ellos bebían. “Y no era una fiesta, estaban ellos dos solos.”

A los 19, un día, Dolores debió esquivar una bofetada de Marta que le siguió al insulto “negra de mierda”. Entonces resolvió irse a un hotel. Pasaron dos días y, a pesar del miedo y la soledad, sintió alivio. Ella contaba con su sueldo de secretaria y con el alquiler del departamen­to de su madre, así fue que pudo alquilar un dos ambientes que pintó de rosa. La amistad de las dos jóvenes continuó aun después de casarse, de tener hijos, de divorciars­e. Ambas formaban parte de un grupo del que María terminó alejándose cuando tuvo un problema económico y sintió que no la contenían.

El reencuentr­o con Dolores se dio cuando ella le contó que estaba enferma. “Yo sabía cuán sola estaba –reconoce María–. No tenía familia, ni siquiera a su padre y a Marta, que habían muerto. Es difícil entender que una persona no tenga familia. Dolores tiene muchas amigas, pero yo no creía que ellas pudieran sostenerla de la manera que nosotras lo habíamos hecho en nuestra adolescenc­ia, cuando no hubo nunca un adulto que nos diera un abrazo y nos dijera que lo malo ya iba a pasar. Y en una situación tan extrema, uno necesita volver a su raíz. Yo era esa raíz. Empecé a llamarla cada vez que iba al médico y preguntarl­e cómo le había ido, qué le había dicho.”

Dolores es 0 positivo y necesitaba un donante de tipo 0, que es poco común. Tuvo una amiga que ofreció donarle un riñón, pero como había pasado por quimiotera­pia, los nefrólogos del Cemic no le aceptaron su donación.

María es 0 positivo y pasó dos años pensando en la posibilida­d de donarle un riñón a su amiga. Al principio, como estaba atravesand­o un mal momento, una persona cercana le dijo que quizá quería convertirs­e en donante porque no le encontraba sentido a su vida. Entonces empezó terapia y comprendió que se trataba de algo distinto: “Yo creo que a veces la vida te toca el hombro y te presenta una oportunida­d: está en vos aceptarla o no. Nunca dudé de que íbamos a ser compatible­s. Sabía que una vez que le dijera mi riñón es tuyo, todo lo demás iba a fluir. Miedo no tuve. Hablé con mis hijos, que son de tipo 0 los tres, por lo que si le pasa algo a alguno, otro puede ayudarlo. Me dijeron: Obvio, mamá, cómo no lo vas a hacer”.

Según el nefrólogo que atendió a Dolores, la mayor parte de los donantes son familiares. Se ponen el casco y arremeten porque no les queda otra opción. “He visto pocos donantes tan convencido­s como María”, dijo el médico.

María llamó a Dolores y la citó en un café. Dolores ya estaba en esa etapa de enorme cansancio que provoca la enfer-

medad por el mal funcionami­ento de sus riñones. Aceptó el encuentro a pesar de que pensaba que, como María había vivido en Bolivia, la citaba para pasarle el dato de un médico de ese país que hacía trasplante­s. Ese día, después de pedir un café, María le dijo: “Soy 0 positivo”. Dolores permaneció muda, en shock: “Me quedé helada porque no sabía qué me estaba diciendo”. María siguió: “Si me permitís, me gustaría que seamos hermanas de riñón además de hermanas de la vida”. Dolores empezó a llorar. “No llores –la consoló María–, esto es para bien. Hace mucho que lo pienso, ya lo hablé con los chicos. Sin llorar, Lola, ahora hay mucho por hacer.”

Tenían que ir al Cemic a realizar numerosos chequeos de compatibil­idad que, para sorpresa de los nefrólogos, les dio un porcentaje mayor al que suele hallarse entre hermanos. Además, completaro­n interminab­les trámites médicos y legales. Se presentaro­n a un juzgado un mes antes del trasplante porque, cuando se trata de un donante que no es pariente directo, se requiere la autorizaci­ón de un juez. María debía concurrir con un abogado patrocinan­te para probar que no se trataba de la venta de un órgano.

Había muchas personas además del juez: los secretario­s, una fiscal, un perito médico y un psiquiatra, la abogada de María, una médica del Cemic, un representa­nte del Incucai y una asistente social. Después de describir el cuadro clínico de Dolores, le preguntaro­n a María por qué donaba. María respondió: “Primero, porque somos como hermanas. Después, porque si yo estuviese en el lugar de ella, me gustaría que alguien lo hiciera por mí. Y por último, lo hago por mis hijos, para dejarles el mensaje de que si uno puede ayudar a alguien, tiene que tratar de hacerlo”.

Su respuesta sorprendió a todos y emocionó a Dolores: “Es muy fuerte que te donen un órgano. Depender de la voluntad de alguien que quiera darte una parte de sí mismo, te hace sentir a la deriva. Ves el pavor de los que están cerca y sentís una soledad fuertísima porque los entendés, al mismo tiempo que te llena de soledad el hecho de que tu enfermedad se los esté requiriend­o. Y cuando se acercaba la operación, sentí terror, algo que después comprobé que era injustific­ado. Habiendo vivido esto, puedo decir que el acto de donación de un órgano es de una generosida­d inmensa. María estaba sana y entró a un quirófano por mí”.

Dice María: “Estoy contenta de haberlo hecho. Para mí hay cosas que están señaladas en la vida y esto era lo que yo tenía que hacer. Siempre me preguntaba por qué era tan sana y ahora entendí. Creo en Dios, pero no practico ninguna religión. Tengo fe en una organizaci­ón divina del universo y en la solidarida­d. Una vez le dije a Dolores que ella tenía que trabajar la idea de que no me debía algo. Que fue una decisión mía, de mi libre albedrío. Siendo una chica tan sola y abandonada, le tocó recibir algo así”.

“ES MUY FUERTE DEPENDER DE LA VOLUNTAD DE ALGUIEN QUE QUIERA DARTE UNA PARTE DE SI MISMO; TE HACE SENTIR A LA DERIVA.” (DOLORES) ...

 ??  ?? EX PUPILAS, A LOS 21 El casamiento de civil de Dolores, en 1984. Con María aún eran amigas. Tras una grieta, se reencontra­ron hace pocos años.
EX PUPILAS, A LOS 21 El casamiento de civil de Dolores, en 1984. Con María aún eran amigas. Tras una grieta, se reencontra­ron hace pocos años.
 ??  ?? LUEGO DEL TRASPLANTE El primer abrazo luego de las cirugías, que tuvieron lugar el 13/06/17 en el Cemic de Saavedra. Pura emoción.
LUEGO DEL TRASPLANTE El primer abrazo luego de las cirugías, que tuvieron lugar el 13/06/17 en el Cemic de Saavedra. Pura emoción.
 ??  ?? COINCIDENC­IA Y AFECTO El hecho de ser cero positivo permitió que el riñón de María fuera compatible con el organismo de Dolores.
COINCIDENC­IA Y AFECTO El hecho de ser cero positivo permitió que el riñón de María fuera compatible con el organismo de Dolores.

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