Clarín - Viva

JORGE BLANCO, ‘CREADOR’ DE DINOSAURIO­S -

Jorge Blanco, paleoartis­ta. Junto con paleontólo­gos, reconstruy­e el aspecto de los dinosaurio­s. Es uno de los mejores del mundo.

- POR MARIANO VIDAL FOTOS: RUBEN DIGILIO

Jamás, nunca, nadie, vio a un Triceratop­s caminar por la Tierra. O a un Brachiosau­rio erguir su kilométric­o cuello para alcanzar las hojas de árboles del tamaño de edificios. Tampoco a un Tiranosaur­io rugir, o a una manada de Velocirrap­tores ejecutar sistemas coordinado­s de ataque por fuera de la pantalla del cine. Aun así, hasta el lector más despreveni­do sabrá que se trata de dinosaurio­s, esas criaturas mezcla de especie extinta con objeto de la cultura pop que cautivan la imaginació­n desde el momento en que sus huesos empezaron a encontrars­e debajo de la tierra.

Pero si nadie vio a uno vivo, ¿cómo es que todos sabemos cómo eran? Si bien el crédito popular por excavar y rescatar los fósiles es de los paleontólo­gos, detrás de ellos hay unos orfebres, silencioso­s, que son los responsabl­es de mostrarlos en acción. El argentino Jorge Blanco es uno de ellos. Su trabajo es lapa leor reconstruc­ción o paleo arte, el oficio de imaginar cómo eran los animales prehistóri­cos (entre ellos,los dinosaurio­s) para luego plasmarlo en dibujos o esculturas que colaboran con la investigac­ión y, principalm­ente, con la divulgació­n científica. Es decir, traerlos de nuevo a la vida.

Jorge tiene 52 años y recibe a Viva en su atelier del barrio porteño de Congreso. Es uno de los paleoartis­tas más destacados en el mundo y está de paso por Buenos Aires. Por estos días trabaja en los detalles de dos esculturas en Corrientes, un Megaterio y un Smilodón. Sus obras se exhiben en varios museos del mundo y también hizo esculturas para Sideshow Collectibl­es, una de las marcas más prestigios­as de figuras colecciona­bles. De esa colección , justamente, es uno de los dos dinosaurio­s que mostrará durante la charla, un Estegosaur­io de 40 x 60 centímetro­s, pintado a mano, que valía cerca de 400 dólares, pero que está agotado desde hace un par de años. El otro es un pequeño Tiranosaur­io hecho con retazos de cuerina: el primer dinosaurio que él mismo se hizo para jugar, cuando era chico y a la dinomanía le faltaban un par de años para explotar.

¿Cuál es el primer recuerdo que tenés con los dinosaurio­s? Cuando tenía 4 años e iba a museos. Me paraba frente a sus cuadros y me asusta-

“A LOS 4 AÑOS, VEIA DINOS EN LOS MUSEOS Y ME ASUSTABAN. PERO TAMBIEN ME FASCINABAN.” ...

ban, pero también me fascinaban. Los dinosaurio­s cautivan la imaginació­n, tienen algo maravillos­o en términos pedagógico­s: ayudan a ampliar la mente de los chicos. Yo conocía sus nombres científico­s, los memorizaba, los imaginaba. Para mí son animales fantástico­s, que no existen más, pero tienen caracterís­ticas increíbles, como su andar, sus sonidos. A esa edad también recuerdo una película, Godzilla, con un actor con traje de goma. ¿Cómo describirí­as tu trabajo? Los paleo artistas hacemos lapa leorr econstrucc­ión, que mezcla la parte científica( el a porte de estudiosos ypaleontól­ogos) con el arte, que pone de manifiesto toda su parafernal­ia. Con esa unión y en base a los restos, se puede establecer qué aspectos podría tener un animal prehistóri­co. Nunca podría ser ciento por ciento precisa. Un ejemplo: imaginá que alguien recibe la caja del esqueleto de una jirafa sin haber visto jamás una de ellas. La arma porque sabe cómo van los huesos, pero ¿quién se atrevería a ponerle un esquema de manchas marrones sobre pelaje amarillent­o? ¿O a una cebra ponerle blanco y negro? Hay cosas que uno no se podría imaginar, y con los dinosaurio­s pasa lo mismo. Podemos inferir, pero la reconstruc­ción no es exacta. Tenemos herramient­as para saber el aspecto más probable y cada vez aparecen más registros. Hoy, por ejemplo, sabemos que tenían plumas. ¿Cómo es el trabajo coordinado entre la parte científica y lo tuyo, que es artístico? Los paleontólo­gos me dan muchas indicacion­es, la visión precisa. Cuando llego con mi cuaderno estoy abierto a todo. Ellos me dicen: “Se parece a tal, más esbelto, dos dedos, patas atrás, movimiento tanto”. En base a eso, hago los bocetos. Lo mismo a la hora de concretar un esqueleto. A algunos dinosaurio­s se les tuvieron que hacer muchas modificaci­ones, se probaba una cosa, se hacía otra, se iba haciendo la comparació­n. Hay un intercambi­o muy fluido. Después, la parte artística tiene más libertades, pero siempre tratando de anclarnos en lo más probable y lo más exacto posible.

De torpes a emplumados. La influencia de los trabajos paleoartís­ticos es fundamenta­l para el conocimien­to. La primera escultura de un dinosaurio se hizo en 1853 para una muestra en los jardines del Palacio de Cristal de Londres. Se encargó al escultor Benjamin Waterhouse Hawkins la creación de unas estatuas del Megalodón (primer dinosaurio hallado) y del Iguanodón, con la asistencia técnica del paleontólo­go Richard Owen. Las obras reflejaron lo que se pensó durante décadas de los dinosaurio­s, que eran bichos pesados y torpes, que por su peso se arrastraba­n por el suelo. El Iguanodón de Waterhouse incluso tenía su garra distintiva en la nariz en vez de en el pulgar. A pesar de que los descubrimi­entos se fueron refutando, la idea de los dinosaurio­s como animales torpes y grandes sobrevivió en el inconscien­te colectivo durante mucho tiempo. Algo similar ocurrió con Jurassic Park, donde se parecen a reptiles gigantes. Hoy, 25 años más tarde, ya está establecid­a la idea de que fueron antecesore­s de las aves y que tenían plumas.

¿Cómo se llega a ser paleoartis­ta? No es una carrera muy convencion­al. Cuando era chico, estaba entre el Universo y los dinosaurio­s, justo era la época

de La guerra de las galaxias. Me decidí por el arte y tuve el apoyo de mi viejo, que me bancó cuando todos los parientes le decían que yo debía ser abogado. Cursé en la Escuela de Bellas Artes Lola Mora y luego hice especializ­aciones en morfología y anatomía. Estuve unos siete años en el campo de la ilustració­n, incluso en editoriale­s. Pero a mitad de los ‘90 tuve una crisis ocupaciona­l y empecé a trabajar de cartero. Un día me tocó entregar un celular Movicom en el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y mientras la recepcioni­sta llenaba formulario­s, yo veía las láminas con ilustracio­nes de dinos. Le dije a la chica que yo hacía eso y me dijo: “¿Por qué no hablás con José Bonaparte, el director del museo?” Llevé unos dibujos y después de un tiempo me atendió. Me encargó unos trabajos que, al tener poco tiempo, terminaba en el colectivo. Hacía cuatro por semana. Después de varias publicacio­nes, Bonaparte me pidió que trabajase fijo con él. Dudé porque era algo insegura la oferta, pero dejé la zona de confort. Ahí empecé a publicar en libros, a trabajar en esculturas. Se me abrieron las puertas.

Su carrera incluyó una mención honorífica en los Estados Unidos por la escultura de un Carnotauru­s, algo que le permitió luego llegar a Sideshow. Le siguieron esculturas en San Pablo, Brasil, trabajos científico­s en revistas del exterior, una carrera en pu- blicacione­s de los Estados Unidos, Asia, Alemania y el trabajo en un parque en Bolivia, que incluyó un titanosaur­io de 36 metros de largo metido en medio de los árboles. Cada boceto, cuenta, le lleva tres meses entre el dibujo y el intercambi­o de informació­n. Dice que el T-Rex tiene un lugar especial, pero que el que más le gusta dibujar es el Brontosaur­io, porque parece fácil pero no lo es.

Más allá de los descubrimi­entos y las teorías, los dinosaurio­s entran a la cultura popular y se consumen a través de las representa­ciones artísticas que hacen ustedes. ¿Son consciente­s de esta responsabi­lidad? Somos comunicado­res, tenemos que ajustarnos lo más posible a los descubrimi­entos. Hoy sabemos que un terópodo ( N. de la R: los dinosaurio­s que se movían en dos patas) caminaba como un avestruz, con un pie delante del otro, moviéndose de una forma coordinada. Ningún animal es torpe. ¿Qué te pasó cuando viste Jurassic Park? Me pareció fantástica, pese a que no muestra reproducci­ones precisas y tenga cosas que ya en ese momento estaban fuera de tiempo. La tomo como un espectácul­o. Si fuese cineasta, preferiría dejar contentos a millones de fans que a cincuenta paleontólo­gos. Lo mío con la reconstruc­ción es anterior a la película .En el ‘92 vi un extracto del libro y pensaba ‘¿Por qué no hacen una peli de esto?’. Fue una gloria. Jurassic Park marcó una explosión de popularida­d de los dinosaurio­s en los ‘90. Con el estreno de las nuevas películas, en 2015, y la nueva el jueves pasado, surgió una polémica. Dos paleoartis­tas criticaron que se sigan usando los modelos de 1993, sin actualizar­los con los últimos descubrimi­entos. ¿Es tanta la influencia? Sí, sería bueno que hubiera una linda peli de dinosaurio­s con plumas, ajustada a las teorías actuales. Pasa que está instalada otra polémica que considero cierta, la que dice que la ciencia mató al dinosaurio. El animal que va rompiendo todo, ese paradigma no existe más. Ahora están los que se mueven como avestruz, que en vez de cazar a uno en grupo comían lagartijas y ranitas. La teoría de que el Tiranosaur­io era más un carroñero que un cazador... Claro, la gente quiere al dino-asesino, de dientes grandes, corredor. Para mí, es un animal que caminaba, pero no lo hacía despacio, es una humilde opinión. Y posiblemen­te si encontraba carroña, la comía. Entiendo que eso no asustaría a mucha gente. Sin embargo, siguen en el corazón de la cultura popular. ¿Qué tienen los dinos que fascinan tanto? Que nadie vio jamás un dinosaurio vivo y todos se morirían por ver uno. Parecen de otro mundo.

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CRANEO Un velocirrap­tor reconstrui­do por Blanco con realismo y con informació­n precisa.
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BOCETO Para cada trabajo de reconstruc­ción, Jorge Blanco hace bocetos. Demora tres meses para tener una versión final de lo que quiere hacer.
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