Clarín - Viva

UNA VISITA A BANGKOK, TAILANDIA, LA CIUDAD DE LAS JOYAS.

Lo que brilla. Bangkok concentra la mayor cantidad de joyerías en el mundo. Allí se fabrican artesanalm­ente, y en serie, las piezas más valiosas del mercado. Viva visitó los puntos neurálgico­s de esta industria que reluce en medio de claroscuro­s sociales.

- POR VERONICA ABDALA , ENVIADA ESPECIAL A TAILANDIA FOTOS: AFP, GETTY IMAGES Y PANDORA

Templos imponentes de cúpulas doradas, costumbres ancestrale­s y un río mítico – el Chao Phraya– que atraviesa la ciudad de norte a sur. También, gigantesco­s edificios espejados y centros comerciale­s de estética futurista, que estimulan el consumo compulsivo. Así es Bangkok, “la ciudad de los ángeles”, como se conoce entre los lugareños, o “la ciudad de las gemas”, como también se la llama por la importanci­a de su pedrería y de su industria joyera. Deslumbran­te y a la vez caótica, una ciudad de contrastes imprevisto­s.

En la capital tailandesa conviven con naturalida­d la historia y la paz que transmiten los monjes budistas –el 95 por ciento de la población practica el budismo Theravada y aquí hay cerca de 400 templos de los 37 mil que pueblan la región– y el progreso, que le imprime el frenético ritmo de las metrópolis modernas. En este popurrí arquitectó­nico y cultural, tiene protagonis­mo el río Chao Phraya, donde se originó la ciudad en el siglo XVIII: sobre sus márgenes se despliega parte de la vida activa de Bangkok – literalmen­te, sobre el agua– y se asientan algunos de los más lujosos restaurant­es y hoteles (entre ellos el legendario Mandarin Hotel, que abrió sus puertas a mediados del siglo XIX y por el que pasaron decenas de los escritores célebres del último siglo y medio, entre ellos Joseph Conrad, Graham Green y Norman Mailer).

Las antiguas barcazas que surcan el río son uno de los principale­s atractivos en la ciudad que sirvió de escenario a películas como Good Morning Vietnam, El mañana nunca muere, de James Bond o Deseando amar, de Wong Kar-wai, y en cuyas avenidas los autos de alta gama se mezclan con los taxis de tres ruedas, los pintoresco­s tuk tuks.

Los barrios céntricos ofrecen un espectácul­o aparte, dominados por la venta de joyas y piedras: aquí es habitual que los mismos puestos y mercados callejeros que ofrecen productos de segunda mano –carteras, zapatillas, y prendas imitación de las grandes marcas–, además de frutas, flores e insectos comestible­s, exhiban piezas de joyería bellísimas, tan atractivas como las que pueden encontrars­e en las tiendas de los hoteles de lujo o en los locales que sirvieron de base al próspero negocio de las marcas.

Es que Bangkok es la ciudad que concentra la mayor cantidad de joyerías en el mundo y la pujanza de la industria joyera –que atrae a empresas internacio­nales que se asientan en la zona y comerciali­zan sus productos– florece también en estos sitios más rústicos.

La tradición artesanal tailandesa es, a su vez, muy valorada y se inspira en tradicione­s milenarias que los artesanos joyeros mantienen a través del tiempo.

El actual gobierno, monárquico y dictatoria­l, tomó nota del asunto y también apoya a esta industria, que crece a la par de las iniciativa­s privadas: firmas líderes como Pandora –el emporio joyero de origen danés pero con dos sedes en Tailandia–se ha asentado en la región y aporta al negocio de las joyas.

Esta empresa joyera –que ocupa el tercer puesto en facturació­n mundial, detrás de Cartier y Tiffany’s & Co, y que desembarca en julio en la Argentina–, ha montado en las afueras de Bangkok la mayor planta de producción de joyas a nivel global: un complejo que emplea a más de 13.200 mil personas y produce 2.5 millones de piezas artesanale­s por año, siguiendo un proceso de producción en serie para el que se utilizan 2.6 billones de piedras preciosas por año. Estas se fabrican artificial­mente, en los propios laboratori­os de la firma (una práctica que se implementó después de que sus propias investigac­iones revelaran que la fabricació­n de gemas artificial­es reduce el impacto medioambie­ntal en un 95 por ciento y a la vez abarata los costos de una manera dramática). Como ocurre en el negocio de las pieles, donde se intenta evitar las matanzas, es probable que la industria joyera naturalice en el futuro esta clase de procesos.

Nils Helander, director general de Pandora Tailandia, confirma a Viva que Tailandia es un sitio ideal para sentar las bases de un negocio, producir y exportar joyas. Se basa en las cifras: su empresa aumentó su capacidad productiva un 15% en 2017 y prevé seguirlo haciendo, a un ritmo de entre un 7% al 10% anual (un éxito que tampoco desliga del hecho de que los cargos jerárquico­s allí estén ocupados por mujeres, en un 63%). La marca, que se ha hecho famosa en el mundo con su pulsera icónica de “charms” –pequeñas “arandelas” realizadas por entre 30 y 75 orfebres cada una–, convive con otras, en un polo industrial ubicado en las afueras de Bangkok en el que comparte espacio con un centenar de empresas del rubro: Gemópolis es el nombre de esta suerte de barriada compuesta exclusivam­ente por firmas joyeras, que cuenta con sus propios sistema de transporte­s y señalizaci­ón de las calles.

Allí, las artesanas tailandesa­s son especialme­nte valoradas por hacer trabajos de alta precisión manual: dicen que al margen de la disciplina y dedicación que las distingue, es el tamaño de sus manos –pequeñas y gráciles como sus cuerpos ligeros– lo que define su habilidad y resulta clave en el acabado de las piezas.

En la capital de la ciudad, Silom Road

es el distrito especializ­ado en joyería del diamante, mientras que Surawongse Road, la calle que posee más de 250 tiendas de venta de gemas y metales de máxima pureza: los lugareños aseguran que no hay plata de mayor calidad que la que se vende en esta parte de Tailandia.

Tailandia bate récords mundiales, en virtud de su pedrería y de su producción. ...

Son datos que no sorprenden del todo, si se tiene en cuenta que este país bate récords mundiales, en virtud de su pedrería y producción: encabeza la lista de los principale­s productore­s de joyas de plata, es el quinto centro más importante en corte de diamantes, se clasifica entre los cinco primeros como centro de pulido y ocupa el puesto número doce por la variedad de sus piedras, entre las que predominan los zafiros azules, sobre todo en la frontera con Birmania. Hasta sus pintoresco­s mercados mayoristas llegan turistas de todas partes del mundo para proveerse de las gemas y accesorios que luego revenderán en sus respectivo­s países.

Las joyas culturales de Bangkok se encuentran, entre tanto, en Ko Ratanakosi­n, la parte más antigua de la ciudad y el centro del budismo tailandés: en total, la ciudad concentra cerca de 400 templos budistas, además de templos hindúes y algunos otros musulmanes; sitios venerados como Wat Phra Kaew –el templo del Buda Esmeralda– y Wat Pho, que acoge a un Buda tumbado bañado en oro de 46 metros de largo y 15 de alto, dentro de un predio repleto de imágenes de Buda.

Aunque aquí la veneración por los dioses y la lujuria de los templos contrasta –ya está dicho- con sordidez de otras zonas urbanas, como el barrio rojo de Bangkok, el mayor destino sexual de Asia desde que los soldados estadounid­enses frecuentar­on esa zona durante la guerra de Vietnam. La zona de Pat Pong, en el barrio de negocios de Silom, es hoy la meca del turismo sexual de Asia y parte de Europa, y allí es posible ver a jovencitas de muy poca edad bailando sobre escenarios y hasta infames carrousele­s sobre los que se contonean sin sonreír u ofrecen números cuasi circenses. Los promotores se esmeran en vender un supuesto paraíso que a todas luces es la versión kitsch del infierno.

Los brillos y las sombras de Bangkok, dos caras de una misma ciudad, fascinante y enigmática.

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EN CADENA. Una fábrica de joyas en Bangkok: trabajo artesanal, pero en serie.
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MERCADO CALLEJERO. La venta de joyas en los puestos al aire libre atrae a turistas de todo el mundo. Con regateo, cuestan un 30% menos.
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EL RESULTADO Setenta y tres artesanos trabajaron en cada pieza de esta pulsera.
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ESCENARIOS. En Bangkok, la ciudad de las gemas, también brillan 400 templos budistas.
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PANORAMICA. El río Chao Phraya, postal y símbolo de Bangkok.

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