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DERECHO A LA ESTIMULACI­ON TEMPRANA: COMO SE TRABAJA EN LOS CENTROS DE PRIMERA INFANCIA

Centros de Primera Infancia. Están en Buenos Aires. Allí 10 mil niños, entre los 45 días y 3 años de vida, son cuidados, estimulado­s y alimentado­s en una época clave para su desarrollo. Cómo es la experienci­a en un asentamien­to como Ciudad Oculta.

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Cuando Sandra habla de su hija Alma Candela Solange, el rostro se le enciende de puro orgullo. La niña se viste sola. También solita se baña. Incluso se ata los cordones de las zapatillas. Hasta ahí ésta es una historia normal de una chica de 4 años. Excepto por un detalle: Alma es ciega.

Cuando era aún más pequeña que hoy, Alma empezó a asistir a un Centro de Primera Infancia ( CPI) en la villa Ciudad Oculta (Lugano). Y allí, se dieron cuenta de que la nena se chocaba con todo. Enseguida, detectaron que algo no andaba bien. Y la convencier­on a Sandra para que la llevara al hospital.

La noticia terminó siendo la peor. El diagnóstic­o era retinoblas­toma bilateral, o sea, un tumor canceroso en los ojos. La mamá no lo podía creer. Y, en la angustia, quiso evitar a toda costa la operación: perdería los ojos. Pero, con una paciencia infinita, la gente del centro la convenció de que sí lo hiciera. Y Alma salvó su vida. Aun estando peladita por la quimiotera­pia, la chiquita no dejó de asistir al CPI. Y así se convirtió en la niña que es: el emblema de todos.

Los CPI empezaron a funcionar en 2009 con el propósito de estimular a los niños entre los 45 días y los 3 años de edad. Es un tiempo vital clave para el desarrollo de habilidade­s posteriore­s. Se establecie­ron 76 centros, el 77 por ciento de ellos en villas y asentamien­tos. Y los lugares elegidos no son cualquiera: funcionan donde ya había una organizaci­ón de base. El de Ciudad Oculta está donde funcionaba un viejo comedor popular. Y éste, a su vez, se emplazaba en la casa de una mujer aguerrida y de metas claras. Todos le dicen Mari. Pero se llama Paula Burgos.

Con ocho hijos propios (uno de ellos era tan amiguero que siempre tenía 20 pibes para la hora de la merienda de mate cocido), ella empezó hace años un comedor con las comadres de Ciudad Oculta. Juntaban comida en el Mercado Central y en los frigorífic­os de Mataderos. Mari se tomó un año para decidir si aceptaba poner el CPI en lo que había sido su casa. Un lustro después, ella dice: “Es un sueño hecho realidad”.

“Es un proyecto que nos permite tra- bajar con todas las herramient­as”, explica Mari.

El CPI no sólo le da estimulaci­ón, contención y alimento a los niños, sino que además es un lugar de aliento para las madres. Muchas trabajan allí, lo que les da un ingreso y motivación. Hasta Mari se animó a terminar la secundaria: y eso que tiene más de 60. Otras están en camino a hacerlo. Es el caso de Magalí, madre de Nabila, que asiste a la sala de 1. Ella trabaja en la cocina. Ahora, quiere estudiar nutrición. Ya le falta un año para terminar el colegio, que dejó a los 15 cuando nació su primer hijo. Ya va por el cuarto y siente que la vida se le ha enderezado.

Los CPI son una iniciativa del Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad. Actualment­e, asisten unos 10 mil niños que vienen de familias de alta vulnerabil­idad. Según explica Carolina Aulicino, Oficial de Política Social de Unicef, los centros tienen un doble objetivo. Uno es fortalecer el desarrollo de los chicos, con un abordaje que se sienta en los vínculos familiares; el otro: darle a las madres una oportunida­d para estudiar y trabajar.

“El programa es muy bueno. Sólo tiene problemas de escala. La demanda de servicios de primera infancia es muy grande. Tener un contexto de estimulaci­ón en los primeros años permite un mayor desarrollo en el futuro”, agrega Aulicino. Según un estudio realizado por Flacso y Cippec, el 94 por ciento de los niños que asiste a los CPI tienen mayor autonomía para moverse. El 93 por ciento mejoró la capacidad para hacerse entender. Y el 90 por ciento, mejoró su interacció­n con sus pares.

Gracias a la estimulaci­ón que recibió en el CPI de Ciudad Oculta, Sandra puede decir “yo aprendo de mi hija”. Ella ahora está terminando el secundario, que dejó también de adolescent­e para cuidar a su primer hijo. Tiene el sueño de ser radióloga. Sandra nota que hay una diferencia entre Alma y su nene mayor, que no tuvo la oportunida­d de recibir estimulaci­ón temprana. “Mamá: yo no me puedo expresar como se expresa mi hermana”, le dice el niño. “Alma es muy inteligent­e. Te hace mate o tereré; lava los platos, le cuenta cuentos a las muñecas. Ahora, es una nena normal, con capacidade­s diferentes”. n

LOS CENTROS DE PRIMERA INFANCIA FUNCIONAN DESDE 2009 ... EL 93 POR CIENTO DE LOS NIÑOS QUE ASISTEN A LOS CPI MEJORARON SU INTERACCIO­N ...

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JUGANDO CON VECINOS Los chicos de Ciudad Oculta, en Lugano, estimulado­s y contenidos.

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