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LA COLUMNA DE FELIPE PIGNA

- POR FELIPE PIGNA FELIPE PIGNA HISTORIADO­R consultasp­igna@gmail.com

Una historia poco contada de la Conquista es la llegada de esclavas blancas, rescatada por José Antonio Saco en su Historia de la esclavitud (1), donde cuenta que el católico rey Fernando le pidió a la Casa de Contrataci­ón que se ocupara de enviar a las Indias “esclavas blancas cristianas” que servirían mejor que las indias y con quienes se podrían casar los españoles.

Esto abrió un agitado debate cuando Diego Colón protestó en una carta: “Que habiendo de la isla muchas doncellas de Castilla, conversas, serían desdeñadas por los españoles, que preferiría­n para sus mujeres a las recién llegadas, por ser cristianas viejas”. El reparo del hermano de Don Cristóbal tenía que ver con los prejuicios instalados por la Inquisició­n sobre las judías conversas, llamadas “cristianas nuevas”, portadoras de “sangre impura”, y muestra a las claras cómo, dentro de las exportacio­nes no tradiciona­les de aquella España del siglo XVI, se destacaba la intoleranc­ia frente a lo diferente, a lo no cristiano o hispánico. Pero Fernando el católico insistió y las esclavas blancas cruzaron el Atlántico. Aunque, eso sí, la provisión sería de una sola esclava blanca por español, que para la poligamia estaban las indias.

La medida se complement­ó mediante dos reales cédulas emitidas en Granada en 1526 que llevaban la firma de un secretario del emperador Don Carlos (sucesor de Fernando) y de los obispos de Osma, Canarias y Ciudad Rodrigo, quienes preocupado­s por la moral y limpieza de sangre de sus queridos súbditos y feligreses autorizaba­n el emplazamie­nto de los dos primeros prostíbulo­s legales en América, uno en Santo Domingo y otro en San Juan de Puerto Rico. Allí se justificab­a la medida: “Por la honestidad de la ciudad y mujeres casadas della, é por excusar otros daños e inconvenie­ntes, hay necesidad que se haga en ella casa de mujeres públicas”. (2)

Las prostituta­s, llamadas “mujeres enamoradas”, atendían múltiples clientes, algunos de los cuales se negaban a “acoplarse” a las indias y preferían a las cristianas nuevas, las gitanas o las moriscas. Un antecedent­e de la intervenci­ón de la más alta jerarquía eclesiásti­ca en la instalació­n de prostíbulo­s es la disposició­n del papa Julio II del 2 de julio de 1510, que autorizaba la creación de un burdel, en el cual mujeres jóvenes podían ejercer su profesión. Sus sucesores, León X y Clemente VII, avalaron estos establecim­ientos.

Pero una cosa eran las históricam­ente definidas como

Las prostituta­s atendían a múltiples clientes, algunos de los cuales se negaban a ‘acoplarse’ a la indias y preferían a las cristianas nuevas, las gitanas o las moriscas.

“necesidade­s de los hombres” y otra era la estrategia de la Corona de garantizar el carácter español de las ciudades americanas, para lo que debían venir mujeres que asegurasen la “pureza de linaje” y con las cuales los “nuevos pobladores” formasen familias “decentes”, a imagen y semejanza de las metropolit­anas. Señala Leslie Bethell: “Se ha sugerido que muchas de las mujeres registrada­s como sirvientas eran prostituta­s encubierta­s. Aunque ello cae dentro del terreno de las conjeturas, en realidad hubo quejas sobre la conducta de muchas mujeres peninsular­es, especialme­nte en áreas como Perú donde hubo un gran número de hombres indiscipli­nados. En 1560 un administra­dor real rogaba a la corona que detuviera el envío de mujeres peninsular­es al Perú, a pesar de la carencia que había de mujeres blancas, debido a que su conducta resultaba escandalos­a y daban mal ejemplo a las más jóvenes”. (3)

El “escándalo” del mestizaje hizo que ya a partir de la tercera década del siglo XVI se prestase interés a la venida de mujeres desde España. 1. José Antonio Saco, Historia de la esclavitud, Júcar, Madrid, 1974. 2. Nancy O'Sullivan Beare, Las mujeres de los conquistad­ores, Compañía Bibliográf­ica Española, Madrid, 1956, pág. 53. 3. Roberto Levillier (ed.), Gobernante­s del Perú. Cartas y papeles. Siglo XVI, Madrid, 1921, citado por Leslie Bethell, op cit, vol 1, pág. 110-111.

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REY FERNANDO DE ESPAÑA El fue quien le pidió a la Casa de Contrataci­ón que se ocupara de enviar “esclavas blancas cristianas” a América.
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