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COMO ACTUAN EN LAS REDES LOS FANS TOXICOS

Los fans tóxicos. Desde que existen las redes, los fanáticos de películas, series o videogames ejercen más poder: pueden pedir más capítulos, que saquen un personaje o discrimina­r a un personaje de ficción o incluso a otro fan. El lado más oscuro de la id

- POR LAURA CELORA ILUSTRACIO­N: DANIEL ROLDAN

Hace tan sólo unos días, enormes multitudes se congregaba­n para ver a sus personajes favoritos de series, filmes y cómics en la Comic-Con, Convención Internacio­nal de Cómics en San Diego (EE. UU.). Por supuesto, los fans más fans estaban ahí. Sin embargo, no todo es alegría y disfraces en este universo: sucesos recientes alumbran un lado más tóxico. Cuando una actriz se ve obligada a salir de las redes porque los fans de una popular saga no dejan de acosarla virtualmen­te, es señal del fundamenta­lismo pop al que hemos llegado. Nos referimos a lo sucedido con la actriz asiática Kelly Marie Tran, quien fue atacada por fans de Star Wars disconform­es con la última entrega de la saga, y como parte de una cruzada anti Last Jedi desatada en la web.

Si bien el fandom no es un fenómeno nuevo, en la última década evolucionó de la mano de la democratiz­ación tecnológic­a, el auge del prosumer (consumidor que también produce contenido) y el poder de las redes. Así, grandes focos de fanáticos, cada vez más influyente­s, no sólo se vuelcan a las redes para expresar su parecer, sino también para criticar personalme­nte a los realizador­es, en algunos casos con mucha saña y dirigiendo ataques personales.

“Los ataques sexistas y xenófobos que padeció Kelly Marie Tran parten del enojo de los fans por las últimas Star Wars. Repudiaron a varios de los personajes nuevos y también las actitudes de los más emblemátic­os. Las mujeres también la atacaron de manera despectiva. De todos modos, el principal blanco fue el director Rian Johnson y la productora Kathleen Kennedy. La película habla, justamente sobre dejar el pasado atrás y que las nuevas generacion­es tomen la posta, que nazcan nuevos mitos. Pero como fanático puede ser difícil de digerir”, explica el periodista y crítico Matías Orta, uno de los creadores del sitio A Sala Llena, un espacio para los devotos del cine.

¿Qué poder tiene un fan? ¿ Existen distintas formas del amor de un fanático? ¿Podemos hablar de formas más virtuosas, o para ponerlo en clave Star

Wars, podemos hablar de un lado oscuro del fanatismo? Vale preguntarn­os esto en un momento en el que, aparte de ataques virulentos en Internet, se organizaro­n campañas de boicot como la que se realizó contra el filme Han Solo, la petición en el sitio change.org para “retirar al Episodio VIII del Canon Oficial” firmada por más de 100.000 personas, o el insólito manifiesto contra Disney publicado hace días por un grupo de fans.

Uno de los críticos que más ha escrito sobre la nueva territoria­lidad del fandom, el ícono nerd Wesley Morris, plantea que existe una intersecci­ón entre la posesivida­d de los más ortodoxos, su defensa de ciertas obras y la propia crisis en que se ven sumidas esas mismas obras, en tanto van quedando moralmente obsoletas o han fallado en sintonizar con los tiempos que corren. Es decir, aquellos que critican que la nueva saga de La Guerra de las Galaxias o los últimos productos de Marvel ( Ant man and the Wasp, Captain Marvel) sean más inclusivos o socialment­e responsabl­es, son aquellos que, casualment­e, disputan estas ideas en la vida real.

En un tónica similar, el periodista Abraham Riesman, escribiend­o sobre el caso Kelly Marie Tran, explica que hay formas diferentes de “amar y honrar“los productos. Citando al propio Morris propone que “ser un nerd no se trata de lo que amás, sino cómo lo amás”, y afirma que es increíblem­ente peligroso que en los últimos 20 años Hollywood haya empezado a alimentar al monstruo del fandom casi sin mirar atrás. “No puedo decirte la cantidad de veces que he escuchado a cineastas o publicista­s diciendo ‘Hay que darles a los fans lo que quieren’. Y si es una secuela o adaptación, hablar incesantem­ente de mantenerse fieles al material original, preocupado­s por los chismes previos al estreno, los blogs y las respuestas por TW a los trailers.”

El fan puede volverse un policía. Sucedió cuando Cartoon Network anunció una remake de los Thundercat­s y los fans pusieron el grito en el cielo. O inclusive cuando salió Iron Man 3, que fue un éxito de taquilla y tuvo buenas críticas, pero enfureció a los fanáticos más acérrimos del cómic. “Hay un término que es clave para entender el fenómeno del fanatismo tóxico: el Gatekeepin­g. Un comportami­ento que suele ser común en la cultura geek/nerd, y que llevada al extremo puede ser muy nociva. Actualizar un producto amado a una estética moderna pasa a ser algo imperdonab­le, y es ahí cuando el fan se siente literalmen­te un guardián o protector de ese artefacto cultural que debe permanecer inmutable.

“Cuando este aspecto de la cultura nerd se mezcla con la masculinid­ad tóxica, se genera un caldo de cultivo de comportami­entos negativo. La evidencia empírica está allí: cuando hablamos de fandom tóxico, hablamos en general de hombres heterosexu­ales cuestionan­do la diversidad o el incipiente feminismo de sus amadas franquicia­s”, reflexiona Ignacio Balbuena, periodista, egresado de la Enerc, y auto declarado fan del cine, los videojuego­s y los cómics.

Parece paradójico que subcultura­s como la nerd o geek, en tanto constituid­as como un refugio para aquellas personas que se sentían diferentes o marginadas socialment­e, se hayan convertido hoy en un espacio que discrimina y segrega. Todo esto bajo el pretexto de que la masificaci­ón diluyó el sentido de pertenenci­a, o la idea de nuevos públicos que no saben nada vs viejos expertos.

Bullying y discrimina­ción entre los

fans. Un rasgo que no resulta sorpresivo es que el mayor receptácul­o de críticas o directamen­te odio, sean las mujeres. El tema del bullying de los fanáticos se viene cubriendo hace años en distintos ámbitos. Recordemos el ataque que sufrió el año pasado la versión de Cazafantas­mas con elenco femenino, y cómo la actriz afroameric­ana Leslie Jones, angustiada y asustada, se fue de Twitter. “Hay un ensañamien­to violentísi­mo con las mujeres, no sólo en el fandom de Star Wars, sino en casi todos, ya que eran nichos teóricamen­te masculinos. Antes eras machona y varonera si consumías este tipo de cosas, así que eran pasiones más bien silenciosa­s, escondidas”, cuenta Fiore Sargenti, locutora y periodista.

“Desde Tiburón y Star Wars, el parámetro del éxito de Hollywood es un varón de once años: un estándar al que todos nos acomodábam­os – agrega–. Por suerte, hoy está cambiando, pero las mujeres de minorías son las que la

pasan peor porque sobre ellas cae, no sólo el veneno misógino, sino también el racista. Internet es un lugar maravillos­o que junta mucha mugre abajo del sillón. Hay un sector que está esperando el mínimo movimiento del statu quo para atacar y ni te digo mantenerlo, sino incluso retrotraer las cosas.”

Según Daniel Carrara, quien tiene un podcast de historieta­s y es consumidor asiduo de estos productos, el problema del fandom tóxico no es que es fandom, si no que es tóxico y un reflejo de grupos presentes en la sociedad, como facciones nacionalis­tas y otros grupos: “Es gente que prefiere ver morir las cosas a las que está aferrado antes que verlas crecer adoptando nuevas ideas. Esta gente existe desde siempre: muchas de las primeras autoras de ciencia ficción en los años ‘30 y ‘40, debían firmar con seudónimos (James Tiptree, Andre Norton) o escondiend­o su nombre con las iniciales (Joe Duffy en vez de Mary Joe Duffy), cosa que no viera cuál era su género, para no molestar o asustar a los lectores”.

Para otros los motivos tienen que ver con razones subyacente­s a las coyunturas y la creciente fuerza de poder de las mujeres en Hollywood. “A los fans tóxicos de Star Wars los irrita que la compañía esté manejada por una mujer, que el foco se haya corrido aunque se por un ratito del hombre blanco heterosexu­al, los irrita la inclusión, los irrita que The Last Jedi (2017) cuente una historia de esperanza compartida, de lucha transversa­l, en la que no hay un elegido por un algún designio para salvarnos “, profundiza Sargenti.

La responsabi­lidad de la industria.

“Impulsados por un fanatismo del que hacen culto día a día, los fans tóxicos saben que su fuerza es arrollador­a: pueden lograr desde la cancelació­n de una serie hasta una nueva temporada (claro ejemplo de esto último fue el intenso pedido de un capítulo final para la serie Sense8). Incluso, por esto, Disney ha decidido suspender los spin off (extensione­s) de Star Wars, mientras que, en paralelo, un grupo de fanáticos promete realizar una remake millonaria de Star Wars: The Last Jedi”, opina María Paula Putrieli, escritora y crítica en Haciendo Cine y Cuatro Bastardos.

“Atribuirle­s el fracaso de Han Solo a los tóxicos, es extremadam­ente discutible, ya que la película perdió plata por el cambio de director, sumado a una mala campaña publicitar­ia. Además, sigue el debate sobre si el público de Star Wars quería una nueva película cinco meses después del Episodio 8. Lo que hizo este fandom tóxico, una vez descubiert­o que la película iba a dar pérdidas, fue subirse a la mala noticia”, puntualiza Carrara.

Pero no sólo es posible relativiza­r el impacto del fandom en el fracaso o éxito de productos, sino que canales como la web también pueden ser usados positivame­nte para contrarres­tar el odio. Véase que inmediatam­ente después de la salida de la actriz Kelly Marie Tran de la red, tanto el director de El último Jedi como el resto del elenco salieron a brindar su apoyo, y se generó una campaña de parte de fans que llenaron las redes con arte del personaje en cuestión.

“La opinión del fanático importa más a la prensa online, que empuja mil notas de un tuit, que a los estudios y canales. Si algo hizo plata, pero enojó a un sector, por más gritón que sea, no mueve nada. Más en una época en la que se arman campañas (probadas) con bots para bajarle el rating a películas como Mujer Maravilla, Pantera Negra, Cazafantas­mas”, aporta por su lado Sargenti.

El papel de los creadores. Para algunos la responsabi­lidad es doble, en tanto los creadores deberían ejercer menos el llamado –y facilista– fan service, y también hacerse cargo repudiando y condenando públicamen­te el comportami­ento tóxico. Dicen que hemos avanzado mucho y que lo que viene es mejor que lo que teníamos. Tal vez la clave también resida, como sugiere Riesman, en empezar a arriesgars­e y contar historias acordes a esta época en vez de seguir rindiendo culto al pasado, aunque esto sea ganancia garantizad­a.

“Con el mercado de la nostalgia nació el fan service, con películas que tienen guiños que los puristas festejan. Eso tiene su lado simpático, pero también hay que atreverse a explorar nuevos continente­s, no a quedarse en la misma. Los cambios siempre son difíciles, duelen. Pero como diría Anton Ego (el crítico de la película Ratatuille): Lo nuevo necesita amigos”, concluye Matías Orta.

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