LA COLUMNA DE PIETRO SORBA
Elegante y moderno. En Barrio Norte, un flamante local que apuesta a la italianidad gastronómica y a su enfoque artesanal.
Los empresarios gastronómicos de esta época deben tener la capacidad de olfatear lo que pasa en el mercado y ser rápidos en materializar nuevas fórmulas que se adapten a las coyunturas económicas y a los gustos de los consumidores. Hoy un concepto gastronómico tiene una vida útil de cinco años. Si los supera valdrá la pena festejar con una botella de Champagne Millésime de los buenos. Patricio Sorsaburu tuvo una mirada larga cuando se casó, hace 20 años, con el proyecto que fue pionero en el desembarque de la pizza de estilo italiano en Argentina. Hoy redobla su apuesta abriendo, al lado de la pizzería, otro concepto que apela a la italianidad gastronómica y a su enfoque artesanal. Una mezcla moderna, elegante y equilibrada entre un negocio de delicatessen, un pequeño restaurante informal y una cafetería-pastelería al paso. Tres conceptos en un mismo espacio. La cocina es impecable y a la vista. Una barra de mármol blanco domina el salón. Vidrieras refrigeradas exhiben pastas frescas, salsas, tortas, tartas saladas, postres en frascos, pastelería. Las estanterías están ordenadas y repletas de productos gourmet italianos. Banquetas y mesas altas permiten degustar un plato de pasta exprés, un tramezzino ( sándwich de miga), un crocante y cremoso cannolo, una medialuna con Nutella o un buen café espresso. Los ravioles de ossobuco en cocción lenta ofrecen masa firme y de espesor adecuado. El sabor del relleno es contundente. Los sorrentinos a los cuatro quesos son tentadores y se combinan con la frescura se la salsa Sorrento (tomate, albahaca y aceite de oliva). Los tramezzini son generosos, húmedos, delicados. El pan de miga y los rellenos se integran a la perfección.