Clarín - Viva

LA COLUMNA DEL DOCTOR ABDALA

- POR NORBERTO ABDALA

Somos de una familia modesta y trabajador­a. Un primo se metió en política, es concejal y ahora tiene mucha plata, que todos pensamos que la hace robando. Pero a él no se mueve un pelo ni se lo ve que se haga problemas. ¿Cómo funciona una persona así? M.J.R., San Luis

La falta de honradez es una parte integral de nuestro mundo social, que influye en dominios que van desde las finanzas y la política a las relaciones personales. De manera anecdótica, las transgresi­ones del código moral a menudo se describen como una serie de pequeñas faltas que crecen con el tiempo. En este trabajo proporcion­amos evidencia empírica de una escalada gradual de la falta de honradez en beneficio propio y el mecanismo neuronal que está detrás de esa escalada. En cuanto al comportami­ento, se muestra cómo el grado en el que los participan­tes realizan actos deshonesto­s que los benefician aumenta con la repetición de los mismos”, explican los investigad­ores Neil Garret y Stephany Lazzaro en un artículo publicado en Nature Neuroscien­ce (2410- 2016).

Cuando una persona comete por primera vez una acción reprobable, su amígdala cerebral se activará y sentirá miedo. Pero si esa acción poco ética no le genera un resultado perjudicia­l y, por el contrario, obtiene un beneficio personal, la valoración que hará de ese acto se modifica y ya el siguiente no se registrará como amenazador ni alarmante por lo que la siguiente transgresi­ón ya no será considerad­a como peligrosa por la amígdala.

A medida que se repiten estos comportami­entos la respuesta de temor será cada vez menos intensa y, por lo tanto, las normas morales y éticas se van relajando, cambiando así su visión del mundo.

En otras palabras, aquello perverso que al principio le producía temor a la amígdala, produce una adaptación y se termina registrand­o como algo inofensivo. En paralelo, el malestar psicológic­o se atenúa y desaparece el conflicto entre lo que se considerab­a correcto y la forma de comportars­e.

En definitiva, quien no se comporta acorde con sus principios y a su manera de pensar, con la repetición terminará pensando de la misma forma que actúa para silenciar a su superyo o conciencia moral.

La progresiva reducción de la sensibilid­ad de la amíg- dala ante hechos deshonesto­s induce que con el trascurso del tiempo los actos indebidos pierdan importanci­a y abre la puerta a que los pequeños e iniciales actos de deshonesti­dad deriven en transgresi­ones cada vez mayores que se van naturaliza­ndo como lo normal.

Dicen los investigad­ores que “los resultados muestran los posibles peligros de la participac­ión regular en pequeños actos deshonesto­s, peligros que se observan con frecuencia en los dominios que van desde los negocios hasta la política y la aplicación de la ley. A pesar de ser pequeñas, las transgresi­ones iniciales, la participac­ión en actos deshonesto­s puede desencaden­ar un proceso que conduce a transgresi­ones mayores”. Es decir, un efecto bola de nieve que progresa y se agranda a medida que se avanza.

Como a nadie le gusta de verse como deshonesto, se suelen producir dos tipos de respuestas psíquicas tranquiliz­adoras: 1) no se le presta atención al acto deshonesto, y 2) se justifica pensando que “hubo una buena razón para hacerlo” o que “todo el mundo lo haría”.

La mente del deshonesto acepta así la trampa y la falta de respuesta de su amígdala para seguir cometiendo actos sin ninguna tortura de su conciencia.

Cuando una persona comete por primera vez una acción reprobable, su amígdala cerebral se activará y sentirá miedo. Pero si esa acción poco ética no le genera un resultado perjudicia­l, la valoración que hará de ese acto ya no será considerad­a como peligrosa.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina