Clarín - Viva

CON OLFATO MILLENNIAL

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En medio de la crisis financiera global de 2008, la marca Paco Rabanne irrumpe en el mercado con un perfume que se llama One Million, cuyo frasco simulaba un lingote de oro. A contrapelo de los tiempos que reclamaban gestos de austeridad, la fragancia se transformó en la bandera olfativa de los varones millennial­s. Si One de Calvin Klein había definido a la generación X con su uniformida­d unisex, One Million llegaba con una nueva sofisticac­ión, orientada a los chicos que se habían educado olfativame­nte en los gimnasios a fuerza de Axe. Todavía hoy es uno de los cinco perfumes masculinos más vendidos del mundo. Acaso la estrategia se haya inspirado en un caso ejemplar en la historia de la perfumería, el de Joy de Jean Patou. En plena Depresión durante la década del ‘30, Patou lanzó su versión del Chanel Nº 5 bajo el lema: “El perfume más caro del mundo”. Y fue tremendo éxito: durante la crisis, la clase media estadounid­ense elegía consumir unas gotas efímeras de lujo, que lograran conjurar o disimular su inercia aspiracion­al. ¿Un perfume puede reflejar los verdaderos deseos que subyacen a la corrección política de superficie? Frédéric Appaire, de Paco Rabanne, coincide en que aun cuando se defienda la androginia, o se condene el consumismo, a la hora de perfumarse, las personas en su mayoría eligen “olores masculinos o femeninos” y aman los objetos que les recuerden a las joyas. Hoy, tras producirse 60 millones de lingotes de One Million –más otros tantos de frascos-diamantes para Lady Million (2010) y sendas versiones Privé (2016)–, llegó One Million Lucky (foto), ahora en “platino”, con una nota de rosa en la versión femenina y una de avellana en la masculina, que son de lo más recordable para la nariz. océano de lucecitas y palmeras, ofreció su nightclub privado (obvio, se llama James Club) para la avant premiere de One Million Lucky. El spot, que se multiplica por las pantallas de la disco y hoy ya está en YouTube, muestra a Jordan y a Sophia Ahrens –ella es la modelo alemana de 22 años que completa el casalito promociona­l– haciendo chasquidos, como los de quien tiene lo que quiere sólo a fuerza de mover un dedo (o dos).

“Sí, la idea es que el perfume parezca la lámpara de Aladino”, nos explica el responsabl­e de la firma, Frédéric Appaire. “Con One Million siempre quisimos explotar la fascinació­n antiquísim­a del hombre con el oro, por eso le pusimos una botella dorada con forma de lingote. El objetivo no es despertar la codicia de tener más dinero, sino alimentar la potenciali­dad de ser lo que querés. La gente no sólo está atraída por el valor en dinero del oro, sino también por la magia y el poder que provoca. La clave del perfume es que lo uses como una joya: te da algo especial usarlo, te empodera, te vuelve seductor. En eso, la elección de Jordan tiene mucho que ver.”

Volvemos entonces al chico de blazer

gris, con remera negra en vez de corbata, capaz de quitarse un zapato en público si le molesta. El joven rico décontract­é: ¿y si Jordan representa­ra la versión millennial de un James Goldstein? “Para la versión Lucky queríamos a alguien fresco como él, que rompiera con el concepto materialís­tico del perfume”, sigue Appaire, especialis­ta en eso de usar la imagen de un rocker para vender un perfume: vean la campaña de Black XS con Iggy Pop de hace seis años. “Y Jordan tiene un aura de ser alguien muy seguro de sí mismo, pero al mismo tiempo se muestra espontáneo: creo que es todo lo que un chico de hoy siente ganas de imitar al verlo. También Sophia: son seres extremadam­ente solares.”

¿Solar ella? Bueno, a Sophia se la ve suelta, eso sí. Como se dice “suelta de cuerpo”. Altísima, cuando el vestido trata de abrazarla como a un palo enjabonado, la pone más sinuosa y más untuosa. Pero es Jordan el que acá pisa fuerte, por más que algún zapato le apriete.

La noche termina cerca de la madrugada: el muchacho despliega su casi metro noventa en el asiento delantero del transfer. Junto al asiento del conductor, que sigue los dictados de un GPS en ruso, asoman unos mechones rubios y ronquidos. Dos pies descalzos forman una X sobre la guantera. No hace falta delatar de quién son.

No debe haber sido fácil para este aus

traliano haber sido elegido “Modelo del año” por Models.com en 2016, al tiempo que los titulares lo pintaban como “El hijo de un narco que triunfa en el mundo de la moda”. Por supuesto, en los minutos que cedió el muchacho para la prensa no nos permitirán hablar de su padre. ¿Síndrome Luismi? Casi casi, Adrian Barrett sería un Pablo Escobar made in Australia, condenado a ocho años de prisión por tráfico de drogas peligrosas ( hoy ya bajo libertad condiciona­l). Para colmo, la leyenda del modelo del momento comienza con una travesura: a los 14 años, cuando ni soñaba con posar en tanta tapas de Vogue, el chico fue descubiert­o en un kiosco por el manager de una agencia de modelos, justo cuando estaba por robar una caja de fósforos. “Es que mi única adicción es el tabaco”, admite ahora, en una suite del hotel Chateau Marmont.

El hotel éste, elegido para las entrevista­s, sobre el deshumaniz­ado Sunset Boulevar, es un delirio gótico que a Jim “Doors” Morrison le encantaba. Incluso la lánguida Lana del Rey vivió acá

hace poco. ¿Más famosos? Hoy mismo, antes de preguntar por Mr Barrett, nos tocó comprobar lo corrugado que está Willem Dafoe. Jordan –cómo no– esperaba a la prensa descalzo, echado en el sofá cual pantera. Sobre la mesa ratona, una adocenada caja de pizza. “Me gusta que reconozcan que por más que en mi Instagram parezca siempre de fiesta, soy profesiona­l, un workaholic”, se define, fresco como una lechuga y eso que anoche lo vimos desmayarse en la combi. Su mánager, una señora de gran porte, completa desde su rincón: “El tiene que viajar de un lado a otro y cuando puede, se divierte, pero todo es parte del trabajo eh, también salir de noche”.

Vegano, preocupado por el destino

de los últimos elefantes, siempre fotografiá­ndose en cueros, en playas, al sol, haciendo surf, sobre skaters… ¿cómo lleva su vida habitando la metropolit­ana Gran Manzana? “Tengo la suerte de vivir en Nueva York, que es una ciudad bastante verde, pero nunca estoy ahí, la verdad. Convertí mi loft del Soho en una especie de jungla: puse plantas y árboles por todas partes, inclusive tengo en el baño. Vivo rodeado de verde, y no me siento alejado de la naturaleza, nunca. Por supuesto que siento nostalgia por no vivir donde nací, en las playas australian­as, pero siempre estoy viajando y encuentro algún lugar para tomar sol o nadar. No soy para nada una persona urbana. Si pudiera, viviría en un país tropical. Alguna vez cumpliré mi deseo de ser como Leonardo DiCaprio en The Beach”.

DiCaprio… Siempre lo comparan con él. O con River Phoenix, el Kurt Cobain de Hollywood. Pero su particular­idad facial nos lleva hasta un modelo clásico de “lo sexy”: hacia las facciones de una Brigitte Bardot –ojos verdes rasgados, labios de más carnosos–, montadas sobre el cuerpo del novio de Brooke Shields en La Laguna Azul (1980). Pero lo que más contrasta con su aura blonda y teen es su vozarrón, grave y gutural, propio de un locutor. Por algo lo definen como “Bad boy con cara de ángel”.

Activo en Instagram, su hobbie es más bien analógico: sacar Polaroids. “Soy un poco vintage, sí”, sonríe, más dental que antes. “Mi fotógrafo favorito es Robert Mapplethor­pe. Y como me gustan sus polaroids, decidí comprarme una cámara vieja. Lleno valijas de polaroids. A veces despacho sólo maletas con fotos. Pero me encanta registrar toda mi vida: uso filmadoras también”. A la hora de hablar de música, otra vez nos confirma su gusto retro: “Me gusta la época de Woodstock. Puede ser que sea como un rockero viejo que nació de nuevo. Lo que más escucho es música del pasado”.

Ahora bien, Jordan, te han convocado para que con tu imagen vendas un perfume. Los jovencitos del mundo deberían querer ser como vos, y a través del nuevo One Million, creer serlo, ¿no? “Bueno, lo de Lucky es cierto: tengo la suerte de hacer lo que quiero. Pero a veces veo que hay muchos chicos que quieren ser como yo, quieren ser un Jordan; incluso hay gente que piensa que es amiga mía sólo porque me sigue en una red social. Pero no es tan fácil ser yo.” ¿Qué es lo peor de ser vos? ¿Tener que dar entrevista­s como éstas? No (se ríe), para nada. Yo no tengo rutina, cada mes es distinto. Lo que cansa un poco es viajar tanto. Ser un modelo internacio­nal como yo es vivir de avión en avión. Llega un momento en que no sabés qué día es, perdés la noción del tiempo y el espacio por completo. Sin amigos, y sin una pausa para hacer lo que me gusta, esto sería una locura.

“SER MODELO ES VIVIR DE AVIÓN EN AVIÓN. EN UN MOMENTO, NO SABES QUE DIA ES, PERDES NOCION DE TIEMPO Y ESPACIO.” ...

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