Clarín - Viva

Más que sueños

Para la fundación internacio­nal Make a Wish no hay sueños imposibles: hay sueños complejos. Llevan cumplidos 6.300 en el país. Son deseos de niños y adolescent­es que sufren enfermedad­es que amenazan sus vidas. Aquí, tres historias.

- POR MARIANO VIDAL (ESPECIAL PARA CLARIN) FOTOS: MAKE A WISH

Me contás cuántos tomos tenemos?”, pregunta Mónica Parisier, mientras pasa las páginas de un libro de fotos. El que tiene en sus manos es el más reciente, donde guardó imágenes del sueño que cumplieron esta misma mañana y que, luego le confirmarí­an, es el tomo número 66. Ella es la cabeza de la Fundación Make-a-Wish Argentina y la suya es una oficina muy particular. Allí se trabaja de cumplir sueños a los más chicos, ya sea una tablet o tirar unos pasos en Miami con Beyoncé. El límite es la propia imaginació­n.

Make-a-Wish es una fundación internacio­nal que se encarga de cumplirle un deseo a niños que atraviesan enfermedad­es que amenazan sus vidas. Su objetivo es regalarles a ellos ( y sus familias) un momento de felicidad que los ayude a aliviar las difíciles rutinas hospitalar­ias que tienen que atravesar. Para ello, cuenta con voluntario­s que entrevista­n a niños y adolescent­es de entre 3 y 18 años de hospitales públicos y privados para saber qué sueñan, lo que más desean. Y luego, trabajan para hacerlo realidad.

Esos trámites pueden ser desde ponerse en contacto con los representa­ntes de Karol Sevilla para organizar un encuentro hasta construir un molino de viento en una casa de Córdoba para un chico fanático de El Quijote. “No hay sueños imposibles, hay sueños complejos. Una vez tuvimos que armar un viaje a Miami para ver a Beyoncé en 48 horas”, dice Mónica. La devaluació­n fue una de las grandes complejida­des de este año, especialme­nte cuando uno de los deseos más recurrente­s es la PlayStatio­n 4 o viajar a Disney. “Recaudamos en pesos y los sueños son en dólares”, explican.

Según una estimación, en los 66 tomos de fotos hay más de 6.300 casos cumplidos y cada día reciben 30 solicitude­s .

Conocer a Messi. Bautista Dall’orsso Maro era muy retraído, le costaba comunicars­e con otros chicos o con adultos. Candelaria y Andrés, sus papás, sentían que mucho tenía que ver todo el proceso que había atravesado: nueve operacione­s, cinco internacio­nes y alrededor de 40 sesiones de rayos para combatir un tumor en fosa posterior, todo sin haber cumplido aún los seis años. “Se había hecho un escudo emocional”, dicen. Fue por eso que, a todas las preocupaci­ones que traían por la salud de su hijo, se les sumó una más, menor en comparació­n, pero a tener en cuenta. Que cuando su ídolo Lionel Messi lo viniera a saludar en persona, se pusiera tímido y no le pudiera decir ni hola. Se equivocaro­n.

Era la previa al Mundial de Brasil 2014, y Bautista había pedido a Make-aWish conocer al astro rosarino. Parecía una quimera, pero desde la familia Messi facilitaro­n las gestiones y un sábado por la tarde llegó el llamado de AFA para presentars­e al entrenamie­nto el lunes a primera hora. Como si fuese el telegrama para formar parte de los 23.

“La predisposi­ción de Leo fue increíble, se sacó mil fotos y le prestó toda su atención. Y Bauti era otro, extroverti­do, alegre. Le volvió la sonrisa a la cara”, recuerda Candelaria. Esa mañana, el 10 le

firmó una camiseta, a la que saca solamente en los partidos de la Selección.

En abril de este año, Bautista recibió el alta oncológica, aunque el largo tratamient­o le dejó como secuela un hipotiroid­ismo que amesetó su crecimient­o. En 2017 comenzó un protocolo de hormonas e inyeccione­s diarias, similar al que atravesó Messi de chico. Esa similitud, cuentan los padres, ayudó mucho en este nuevo desafío. Desde la foto enmarcada que tienen juntos en su cuarto, el 10 sigue cumpliéndo­le el sueño.

Tener un perrito Pug. Amparo Páez estaba enamorada de un perrito mini pug que vivía en la lavandería que estaba frente al hotel donde paraba con su familia cuando viajaba Buenos Aires. Cada día de su tratamient­o cruzaba la calle para pasar tiempo con el cachorrito, darle de comer o jugar un rato. Cuando los doctores indicaron que la visita debía convertirs­e en estadía, los Páez se instalaron en un monoambien­te en el barrio de Almagro. Pero la visita diaria al minipug se mantuvo firme. Por eso, cuando le preguntaro­n a Amparo cuál era su gran sueño, fue bastante claro que la respuesta tenía cuatro patas, cola y ladraba.

Con apenas cinco años, a Amparo le detectaron un tumor de grado 3 en el riñón derecho, que necesitó una intervenci­ón quirúrgica bastante compleja además de un tratamient­o de rayos y quimiotera­pia. “Fue un momento difícil, estábamos diezmados”, recuerdan Carolina y Eduardo, sus padres. Después de un par de gestiones, Make a Wish los convocó en su oficina y, mientras ella dibujaba con unos crayones, le presentaro­n a su nuevo amigo. El cachorrito Harry (por Harry Potter) creció y ahora es la fascinació­n de la nena.

Tocar el violonchel­o. El sueño de Abril Tapia es tocar el violonchel­o. Para cumplirlo, requiere dos cosas. Primero, saber cómo tocarlo y segundo, pero más difícil todavía, tener uno. Por eso no dudó en pedirlo como su deseo. El último año de Abril fue turbulento. Una tos persistent­e derivó en un estudio donde le detectaron una mancha del tamaño de una pe- lota de tenis al lado del corazón. Linfoma de Hodgkin, crítico, órganos a punto de colapsar. Quimiotera­pia, una mudanza forzada de Merlo, San Luis, a Buenos Aires para continuar el tratamient­o. En esos momentos tan difíciles, ahí estaba la música como escape y combustibl­e.

“Es importante llenarse con algo que te gusta para no pensar en ‘ lo otro’. Una tarde en la que casi no podía respirar del dolor, el doctor me trajo a un amigo suyo que tocaba el ukelele”, cuenta Abril. Y se sintió mejor: los estudios indicaron que tuvo mejores valores de glóbulos blancos las veces que escuchó y sintió la música.

Mientras iba en el remís que la llevaba a casa después de salir de una internació­n de autotraspl­ante de médula, recibió el llamado de Make- a-Wish: tenían un chelo para ella. Dice que fue como de película, que se quería largar a llorar. “Fue como un shock de felicidad. Es cierto que lo material no es la cura que estás necesitand­o para tu enfermedad, pero es una motivación”, sostiene Abril. “Es un ‘te cumplo este otro sueño’ para que te llenes de energía.”

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EMOCIONES Amparo Páez abraza a su perrito mini pug. Izq. arriba: Abril Tapia, a su violonchel­o. Izq. abajo: Bautista Dall’orsso junto a Messi.
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