MARILY: SUEÑOS Y PESADILLAS ENTRE REJAS
Marcelo Bernasconi tiene perpetua por haber matado a su madre y a su hermano. Alegó haber vivido“un infierno” por su orientación sexual. En prisión, hizo la transición de género. Y su caso llega al cine.
Con tres uñas azules sujeta y desliza la tiza que hace crujir el pizarrón. Dos palitos perpendiculares, otro con un punto arriba, un bastón con panza, una curva enrulada, otros dos palitos invertidos, una cruz, una esfera melenuda, otra que parece apoyada en una pared. Marilyn acaba de escribir la palabra “Libertad”, síntesis de un deseo que le queda a más de 5.000 noches de distancia, porque está condenada a prisión perpetua.
Con esos mismos dedos despintados, el 26 de mayo de 2009, cuando tenía 18 años, era peón de campo y todavía se llamaba Marcelo Bernasconi, accionó la carabina Mahely M-11 calibre 22 largo, mató primero a su madre, Juana Alicia Pérez, que preparaba el desayuno en la mesada; y luego a su hermano, Carlos Martín Bernasconi, que ordeñaba una vaca en el corral. Todo sucedió en ape- nas minutos de esa mañana brumosa en la estancia El Rosario, en el kilómetro 79 de la ruta 36, en Oliden, partido de La Plata, provincia de Buenos Aires.
En su momento, Marcelo alegó amnesia, emoción violenta, desquite por el “infierno” que decía sufrir en su casa y en su pueblo por su orientación sexual. El tribunal consideró que ese “infierno” no fue probado en el juicio “ni por lejos” y que las víctimas “fueron ejecutadas desde atrás, a traición y sobre seguro, con disparo único y certero, en zona deliberadamente vital”. A sangre fría.
Entre la pólvora y la tiza, Marcelo se transformó en Marilyn.
Y esa vida atravesada por el dolor, el sentimiento de opresión y la violencia llega al cine, con el estreno de una película dirigida por Martín Rodríguez Redondo y premiada ya en festivales internacionales.
El caso conmocionó a la Argentina. Viva fue hasta la celda 9 del pabellón 11 de la unidad 32 del penal de Florencio
Era peón de campo y ahora es preceptora en la escuela del penal de Florencio Varela. ...
Varela para conversar con la persona que inspiró esa ficción, tan real como el chillido seco de los candados y las puertas de acero que se abren y se cierran según los desplazamientos de los encausados.
En el primer ingreso, un guardia pregunta. “¿Marilyn o Marcelo?”, “¿El interno es homosexual?”. Hay que esperar. Vuelan teros y aguiluchos, saltan muros que por tierra son infranqueables. De adentro viene un grito de gol, el eco de una alegría efímera que huye con el viento. “¡Ah, sí, Bernasconi, el que mató a su familia! Manda en el pabellón, hay una foto grande suya en el primer piso”, recuerda ahora el hombre de azul.
En el segundo control hay que dejar la plata y el celular. Pero pasan los cigarrillos y un diario de papel. Las noticias están protagonizadas por ex funcionarios corruptos y actuales administradores ineficaces. Libres, aunque a algunos los persigue la sombra de una celda VIP.
Un guardiacárcel amable comienza a abrir puertas soldadas con barrotes que alguna vez fueron turquesas, hasta llegar a la “Escuela”, dos aulas donde trabaja Marilyn, la preceptora. Ella toma lista, hace constancias de alumnos, lleva los legajos, registra las calificaciones.
Ahora viene, abrazada a un cuaderno. Nos da un beso, sonríe, escanea. Mejilla con mejilla, aspereza y rubor.
Vamos caminando hasta un salón con máquinas de coser y espejos de peluquería. El rostro de Marilyn se multiplica. Ella, que se percibe travesti, en los espejos es muchas personas a la vez. Cuando empieza la charla, es alguien que jamás dejará de mirar a los ojos:
¿Ya viste la película inspirada en tu vida? Fui la primera en verla. A solas. Yo y mi historia. En espejo. Fue en un salón de la escuela del penal, en una computadora. Y me emocioné. El director y la productora me habían dicho que muy de trasfondo iba a encontrar mi histo- ria, que había bastante ficción, entonces me imaginé cualquier cosa, hasta tenía miedo de no reconocerme. Pero cuando la vi, ¡era un 80 por ciento de veracidad! Veía las escenas y me iba riendo, llorando, sintiendo aromas, me veía reflejada. Más que el actor, era yo quien estaba ahí. Y sobre todo una parte que se filma en mi pueblo, Bartolomé Bavio, que en el mapa aparece como General Mansilla, perteneciente a Magdalena. ¡ Fueron hasta allá! Yo sentía el aroma del campo, fue increíble, no me había pasado antes. Se están por cumplir 10 años del doble crimen, ¿cómo te tiene eso? Mirá, lo más difícil son los primeros dos años. Conservás los olores de la calle, los recuerdos, las fechas importantes: querés estar afuera; igual en las Fiestas, que es la época más terrible. Pero después de los dos años, el tiempo empieza a correr muy rápido. Por ahí te das más cuenta del paso del tiempo cuando ves a gente que conocías de la infancia y ahora son padres de familia. O cuando recordás