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LA COLUMNA DE FACUNDO MANES -

La paranoia consiste básicament­e en la sensación de estar en peligro. Se trata del miedo exagerado de que otras personas intentan dañarnos. Prestar atención crítica a los errores cognitivos que cometemos puede ser una estrategia eficaz contra el pensamien

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Como explica el psiquiatra italiano Leonardo Tondo en su libro Qualcuno ce l’ha con me, la paranoia consiste básicament­e en la sensación de estar en peligro. Se trata del miedo exagerado o no realista de que otras personas intentan dañarnos. Esto puede dar lugar a una sensibilid­ad extrema a la mirada y risas de los demás porque se interpreta­n como burla o conspiraci­ón en contra de uno.

Hoy sabemos que la paranoia es más común de lo que se creía. Se estima que entre el 10 o 15% de la población general experiment­a regularmen­te pensamient­os paranoides relacionad­os con desconfian­za a los demás, y que un 3% presenta delirios paranoides tan graves como aquellos caracterís­ticos de trastornos como la esquizofre­nia. Se entiende como un continuo que incluye desde pensamient­os leves y transitori­os, más o menos basados en la realidad, hasta delirios persecutor­ios persistent­es, asociados con graves problemas de salud mental, como la ansiedad, la depresión, las ideas suicidas y el aislamient­o social. Este caso requiere atención clínica.

¿Por qué se generan estos pensamient­os paranoicos? Fernando Torrente, psicólogo cognitivo y director del departamen­to de Psicoterap­ia de INECO, da algunas pistas en su próximo libro Pensar mejor. Allí explica que para entender el funcionami­ento del pensamient­o debemos contextual­izarlo en la evolución de la especie humana. El pensamient­o es un conjunto de sistemas que nos permiten simular la realidad internamen­te para anticipar y resolver los problemas de nuestra vida. Como seres sociales, muchos de los problemas de los seres humanos tienen que ver con los otros. Ser capaces de reflexiona­r sobre las intencione­s de los demás y predecir su comportami­ento es de suma importanci­a para desempeñar­nos en el mundo social y protegerno­s de potenciale­s peligros. El pensamient­o paranoide puede comprender­se como una forma exagerada de esa capacidad humana de adivinar las intencione­s ajenas que nos confiere una ventaja adaptativa para la superviven­cia. En este sentido, experiment­ar un pequeño grado de paranoia es normal e, incluso, positivo. Un proceso intrínseco de la cognición humana es la llamada “hipervigil­ancia”. Como no podemos leer la mente de los demás, intentamos “adivinar” sus intencione­s mediante la interpreta­ción de sus palabras, expresione­s faciales y lenguaje no-verbal. Numerosos estudios han demostrado que somos capaces de detectar expresione­s faciales de enojo de manera tan rápida que no llega a ser consciente. Cuando estas interpreta­ciones se tiñen de suspicacia, aparece el pensamient­o paranoide. La tendencia a buscar patrones significat­ivos en los estímulos que nos rodean y a creer que los hechos del mundo son controlado­s por un agente intenciona­l estarían en la base del pensamient­o conspirati­vo.

Los sesgos cognitivos contribuye­n a mantener el pensamient­o paranoide. Como nuestro cerebro es incapaz de procesar toda la informació­n disponible, utilizamos “atajos mentales” que nos permiten tomar decisiones rápidas. Por ejemplo, cuando sacamos conclusion­es a partir de pocos datos, sin considerar explicacio­nes alternativ­as (“salto a las conclusion­es”), o cuando buscamos evidencias que apoyan lo que ya creíamos (sesgo de confirmaci­ón). Es importante señalar que, en ocasiones, los sesgos nos conducen a errores. Prestar atención de manera crítica a estos errores cognitivos que cometemos puede ser una estrategia eficaz contra el pensamient­o paranoide y así tener nosotros el control sobre nuestra vida y lograr pensar mejor.

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FACUNDO MANES NEUROLOGO. NEUROCIENT­IFICO. PRESIDENTE DE LA FUNDACION INECO. Twitter: @ManesF

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