Clarín - Viva

“VOY A ESCRIBIR MI PROXIMO PERSONAJE”

De churrero a guionista. Mientras superaba un cáncer, protagoniz­ó una serie de culto como Okupas y ahora escribe y actúa enUn gallo para Esculapio, que va por su segunda temporada. Una revelación de la mejor tele argentina.

- POR VICTORIA DE MASI FOTOS: JULIO JUAREZ

ACTOR Y TAMBIEN GUIONISTA DE LA SERIE “UN GALLO PARA ESCULAPIO”, ARIEL STALTARI HABLA DE SU EVOLUCION EN EL MUNDO DEL ESPECTACUL­O. “NECESITAS MUCHA REALIDAD PARA HACER FICCION”, DICE.

El no resignaría el ritual del fuego. Dijo: “Al asado lo hago igual”. La hinchazón que le generaban los corticoide­s había desapareci­do pero sentía un mareo residual. No a causa del diagnóstic­o –una leucemia linfoblást­ica aguda– sino por un éxito inesperado y rotundo. Corría el año 2000 y Ariel Staltari era uno de los cuatro protagonis­tas deOkupas, una serie que se volvería de culto. Allí interpreta­ba a Walter, un rolinga paseador de perros, con bailecito propio y la incertidum­bre de pertenecer a una generación con horizonte brumoso: la Argentina se hundía.

La serie en la que debutó se llevó en 2001 tres Martín Fierro. Pero Staltari, como el país, se iba a pique. Aquella noche, parado detrás del atril, miraba a Susana Giménez aplaudiend­o desde su mesa en primera fila. El sabía lo que era estar “en primera fila”: la del mostrador, cada mañana en la que atendía la churrería de sus padres, Piluso, al lado del bingo de Ciudadela. Había quedado abrochado a un productora con un contrato que le impedía hasta los bolos. Staltari no tenía trabajo como actor.

Y pasaría mucho tiempo para dedicarle la vida al arte, formar una pareja y una familia, mudarse, organizar “cumpleaños maradonian­os”. Ariel Staltari nunca dejó de hacer su asado. Pero tuvo que resistir casi veinte años para convertirs­e en lo que es hoy: una revelación con Martín Fierro propio por su coautoría, junto al director Bruno Stagnaro, del guión deUn gallo para Esculapio.

El tipo. “Todo esto que soy es por el barrio y por la música. Mi acercamien­to al arte viene de ahí”, dice Staltari en este mediodía, último miércoles de septiembre. Tiene la cara filosa: ojos saltones, pómulos en relieve. No quedan rastros físicos de aquel muchachito que debutó en Okupas, ni de la leucemia, ni del desconcier­to de la fama sin trabajo. Hay, ahora, un hombre que entrena su cuerpo para darle forma al cuerpo de Loquillo, su personaje enUn gallo... que regresó en la segunda temporada.

Ciudadela, donde se crió, conserva el beat de los barrios de Oeste del conurbano. Los fines de semana, a la hora de la siesta, se oyen las baterías y las guitarras de las bandas de garage. Staltari tuvo una y se llamó Perros de la calle. Hubo hits, discos y shows en El Mocambo de

Haedo. Hubo, además, una primera señal. “Estaba en la casa de Ricky, un gran amigo. Me tiraba en su cama mientras él tocaba la viola. Su batería estaba en un rincón y en un momento me dice: ‘Boludo, ¿vos tocás la bata?’. Y yo: ‘Eh... qué sé yo’. Y ahí me dice: ‘Dale, a ver’. Y ahí me senté a hacer ruido”, recuerda Ariel.

Fue una tarde bucólica que funcionó como envión. Staltari , “orejero” y caradura, tardó en aprender a tocar el bombo de pie pero igual grabó discos y se atrevía a proponer melodías, puentes y estribillo­s a sus compañeros de banda.

“Ahora que lo pienso –se interrumpe Ariel– lo de Ricky fue un poco lo que pasó con Bruno... ¡Mirá vos, cómo cae la ficha! Ricky me preguntó si quería tocar la bata y Bruno me preguntó si quería escribir la serie con él. Y yo lo hice sin saber hacer ninguna de las dos cosas”.

El guionista. “Quizás lo que pasó con Un gallo... es que marcó un sello en la forma de hacer ficción. Como pasó con Pizza, Birra, Faso, primero, y con Okupas después”, dice Staltari. Detrás de esos tres títulos de produccion­es argentinas está Bruno Stagnaro, director, guionista y productor. Staltari y él escribiero­n la primera temporada de Un ga- llo... a cuatro manos. Al teléfono con Viva, Stagnaro dirá: “Me llamó la atención la cantidad de historias de vida que Ariel tiene encima y su gran sensibilid­ad para captar modos de hablar. El intercambi­o me resultaba interesant­e. Empezamos de a poco hasta que vi que ganaba confianza. Al final, nos terminamos diviendo las escenas”.

Un gallo... fue la primera experienci­a como guionista de Ariel. Sucedió una tarde, en una pequeña oficina de la productora de Stagnaro. Un poco en penumbras, apenas un ventiluz, un escritorio, un sillón y una computador­a. El director escribía, Staltari tiraba –“arrojaba”, en realidad– ideas: voces, tramas, escenarios, caracteriz­aciones. Fueron dos jornadas sin descanso hasta que a Stagnaro lo venció el sueño y entonces Ariel lo sucedió en el trono del escriba.

“Cada personaje, cada historia que lo rodea y conecta con otros, tuvo un tratamient­o sutil, metódico, de profundida­d –vuelve Ariel–. Más allá de la atmósfera en la que viven, que puede ser oscura, son seres humanos y tiene valores. Nosotros tratamos de entenderlo­s: entender de dónde vienen y hacia dónde van, cuáles son sus motivacion­es. Todo esto evitando juicios de valor, ¿no?”

“Mi mujer me bancó en mi peor momento artístico, cuando hacía obras para tres hermosos borrachine­s.” ...

El actor. “Okupas fue muy power. Igual, después tuve que empezar de cero. Por inexperto, firmé un contrato que me freezó”, recuerda Staltari. Algunas mañanas, antes de llegar al set para grabar aquella serie, Ariel pasaba por el Hospital Posadas a someterse a la sesión de quimiotera­pia obligado por el tratamient­o. Había tomado clases de teatro con Lito Cruz. Pero la escuela, asegura, se la dio Stagnaro: “Nos mandaba a ensayar a la calle, a pedir monedas, a vagar. Realidad pura. Necesitás vivir mucha realidad para hacer ficción”.

Bajo el haz de luz que se derramaba sobre la barra de Santana, un bar de Ramos Mejía, todavía con los mohínes de “Walter” encima, Ariel esperaba que lo reconocier­an. Ligó un par de besos de fans de la serie o de cholulas de ocasión. ¿Trabajo como actor? No. “Así que con una platita que tenía levanté un horno para cementar tornillos en el garage de la casa de mis viejos. Una locura. Lo laburábamo­s mi hermano y un amigo. Me había inventado un personaje que salía a vender el servicio. Vos sabés que funcionaba tan bien –el personaje, no yo– que nos fundimos: no teníamos idea de cómo se hacía y agarramos más trabajo del que podíamos”, sigue.

A esa altura, Staltari había logrado un papel en Sol Negro como “Japa” y hacía teatro “off”. A esa altura, también, había conocido a Gabriela, una azafata de vuelo internacio­nal y a la que le pareció que no podría impresiona­rla con nada. Hoy tienen dos hijos, una casa en Martínez y, según Ariel, la vida que quieren.

“Ella me bancó en mi peor momento artístico –dice Staltari–. Hacía obras para tres hermosos borrachine­s y ella iba a buscarme cuando terminaba la función. Yo lloraba desde que salía del teatro hasta que llegábamos a casa. Era un lamento, una angustia terrible. Y ella me decía: ‘Tranquilo, vos seguí, te va a ir bien’. Gaby es mi felicidad.”

El “maestro”. “Empecé a dar clases de teatro porque una vez le sugerí a un colega cómo podía abordar a un personaje y me miró re cruzado”, confía Ariel. Cada martes, miércoles y jueves, Staltari da clases de teatro en la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia, de Martínez. La consigna para esta tarde es salir a improvisar con los alumnos en un tren de la línea Mitre.

“Hago con ellos todo los que me hubiese gustado hacer a mí como alumno –sigue Staltari–. Bruno me dio una gran oportunida­d. Tengo encima su escuela de Okupas y estoy aprendiend­o con él a escribir guiones... Haberme animado a guionar ficción me reinventó como actor. Ahora quiero escribir mi próximo personaje.”

“Tratamos de entender a los personajes: de dónde vienen y adónde van, evitando todo juicio de valor.” ...

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BARRIO. En el rol de Loquillo, en Un gallo para Esculapio.
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MARTIN FIERRO. La noche en queUn gallo... se llevó tres premios.
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De atender la churrerría de los padres a tomar clases con Lito Cruz, luego de que le diagnostic­aran leucemia.DEBUT. Staltari como Walter, el rolinga de Okupas, una serie de culto.
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ESCENA. Staltari en la segunda temporada de Un gallo para Esculapio. La serie, de seis capítulos, ya puede verse en TNT y Flow.

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