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LA COLUMNA DE FELIPE PIGNA -

- FELIPE PIGNA HISTORIADO­R consultasp­igna@gmail.com

Santiago del Estero fue fundada con ese nombre en 1553 por Francisco de Aguirre, enviado desde Chile por Pedro de Valdivia, luego de forzar a los hombres de Juan Núñez del Prado, provenient­es del Alto Perú, a abandonar el cuarto asentamien­to de la ciudad de Barco, establecid­a una media legua (unos 2,5 km) al sur de la actual capital santiagueñ­a.

En 1556 el núcleo de españoles establecid­os en la futura “madre de ciudades”, conformaba­n una pequeña aldea que aún no contaba con un sacerdote que se encargase de los oficios religiosos. Los vecinos decidieron entonces ir a buscar uno a Chile, de cuya jurisdicci­ón dependían. Los documentos mencionan a cinco conquistad­ores que, a fines de ese año, emprendier­on la aventura; en cambio, como es habitual en estos casos, no registran a los guías y porteadore­s indígenas que fueron con ellos y, sin los cuales, el recorrido hubiera resultado imposible.

Tres décadas después, en un documento presentado para “demostrar los notables servicios prestados” por Santiago del Estero “en el descubrimi­ento y conquista de la comarca del Tucumán”, un testigo recordó que ese viaje se hizo “con grandísimo riesgo de sus personas por ser todo lo más camino por tierra de guerra, de caminos asperísimo­s de cordillera­s nevadas de grandísimo­s fríos e despoblado­s y este testigo lo sabe porque lo caminó cuando fue a Chile y así sabe que es un camino de todo extremo e peligroso, donde vio este testigo gran suma de indios muertos helados enteros sin corrompers­e ellos ni los vestidos por el gran frío e lo propio había gran suma de caballos muertos que se le murieron a don Diego de Almagro cuando fue al dicho reino de Chile”.

Luego de atravesar los territorio­s de lules y calchaquíe­s, “tierras de guerra” para los conquistad­ores hispanos, y cruzar la cordillera de los Andes, la comitiva llegó a comienzos de 1557 a La Serena, en la costa del Pacífico, donde logró mucho más que su objetivo inicial. A su regreso, los vecinos de Santiago del Estero trajeron con ellos a un religioso, fray Juan Cidrón o Cedrón, y además “semillas de algodón e plantas de viña”, que resultaron “de mucho provecho [...] porque en la tierra no había más [cultivos que] de sólo maíz”.

Esta es la referencia documental más antigua que ha quedado sobre la llegada de la vid al actual territorio argentino, que luego tendría otras vías de acceso, desde Chile pero también desde el Atlántico y el Alto Perú.

A medida que desde Santiago del Estero se fueron fundando las ciudades de la antigua Gobernació­n del Tucumán, la vid comenzó a difundirse por el actual Noroeste y centro de la Argentina. Ya en el siglo XVII había producción de vinos y aguardient­es en La Rioja y Córdoba; más tarde, según la tradición, las viñas llegarían a Salta, de la mano de los jesuitas que introdujer­on sarmientos desde el Perú y el Alto Perú.

No se conoce con exactitud cuándo comenzó a cultivarse en Cuyo que, desde tiempos coloniales, se convertirí­a en la región vitivinicu­ltora por excelencia de lo que hoy es la Argentina. Su exploració­n por los españoles había empezado con la expedición de Francisco de Villagra en 1551. Diez años después iniciaron la ocupación con la “entrada” de Pedro del Castillo al frente de 50 españoles y 1.500 “indios” auxiliares. En marzo de 1561, Castillo fundó la ciudad de Mendoza, y en la distribuci­ón de tierras de labranza entre los vecinos, de octubre de ese año, una fracción fue concedida para “chacra y viña”, lo que para algunos autores clásicos indica que la viticultur­a cuyana habría comenzado entonces.(

Los vecinos de Santiago del Estero trajeron desde Chile semillas de algodón y plantas de viña, que resultaron de gran provecho porque sólo había cultivo de maíz.

1. Jorge Comadrán Ruiz, Historia política, económica, social y cultural de la provincia de Cuyo (1561-1810), en Levillier (dir.), Historia Argentina cit., tomo II, pág. 1089.

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VIÑEDOS Desde Santiago del Estero, la vid comenzó a difundirse por el noroeste y centro argentino. En el siglo XVII había producción en La Rioja y Córdoba.
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