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LA COLUMNA DE FELIPE PIGNA -

- FELIPE PIGNA HISTORIADO­R consultasp­igna@gmail.com

Bernardino Rivadavia, ministro y hombre clave en el gobierno bonaerense de Martín Rodríguez, lanzó una reforma eclesiásti­ca que le traería problemas. Suprimió los fueros eclesiásti­cos, que permitían a las órdenes monásticas tener sus propias cortes de justicia; confiscó las propiedade­s de las órdenes religiosas y creó institucio­nes que competían en áreas de poder e influencia que habían sido patrimonio de la Iglesia: fundó la Universida­d de Buenos Aires, la Sociedad de Beneficenc­ia y el Colegio de Ciencias Morales.

Entre los bienes eclesiásti­cos expropiado­s figuraba el santuario de la Virgen de Luján, porque “el gobierno, para velar por el cumplimien­to del principio de que las institucio­nes piadosas están obligadas a rendir algún servicio público que contribuya al sostén de la moral y al progreso del país que las adopta, procedió a instruirse de cuál era el objeto y servicio del santuario llamado de Luján, cuál era el estado de sus bienes y rentas y cuál su administra­ción. Lo que ha resultado comprobado es que no rinde servicio alguno, y que no tiene más objeto que el culto de una imagen”.

Un grupo de sacerdotes indignados, encabezado­s por Gregorio Tagle, organizó dos conspiraci­ones, en agosto de 1822 y marzo de 1823. Esta última fue la más importante. El gobierno se enteró del intento y decidió reprimirlo. En la Plaza de la Victoria los conjurados marchaban al grito de “¡Viva la religión!” y “¡Mueran los herejes!”.

Las reformas fueron apoyadas por curas progresist­as como Antonio Sáenz, el deán Gregorio Funes y Mariano Zavaleta, pero fue atacada por el sector más conservado­r encabezado por fray Cayetano Rodríguez y Francisco de Paula Castañeda.

Dos de los complotado­s fueron fusilados, muchos fueron detenidos y Tagle logró huir.

Señala el historiado­r inglés David Rock: “Pero junto a estas tendencias liberales, Rivadavia abrigaba el deseo conservado­r de devolver a Buenos Aires su carácter de fines del siglo XVIII de centro comercial y financiero, con comerciant­es y banqueros que controlase­n la economía y el Estado; su idea de una autoridad fuerte, activa y centraliza­da era en algunos aspectos más neo borbónica que liberal. Rivadavia también quería volver a dar a los metales preciosos el rango de principal exportació­n de Buenos Aires, y durante su mandato estimuló la búsqueda de nuevas minas con el mismo fervor que los adelantado­s del siglo XVII. Re-

La reforma eclesiásti­ca de Rivadavia suprimió los fueros de los sacerdotes y confiscó las propiedade­s de las órdenes religiosas.

vivió los métodos coloniales de hacer frente a la vagancia rural, promulgand­o en 1823 una medida que dividía la población rural en propietari­os y sirvientes, y obligaba a estos últimos a proveerse de documentos firmados por un estanciero; el no hacerlo acarreaba una pena de cinco años de servicio en la milicia.” (1)

Sarmiento definió las caracterís­ticas políticas de Rivadavia y su grupo: “Me parece que entre cien argentinos reunidos yo diría: éste es unitario. El unitario tipo marcha derecho, la cabeza alta, no da vuelta aunque sienta desplomars­e un edificio; habla con arrogancia; completa la frase con gestos desdeñosos y ademanes concluyent­es; tiene ideas fijas, invariable­s; y en la víspera de una batalla se ocupará de discutir un reglamento o de establecer una nueva formalidad legal; porque las fórmulas legales son el culto exterior que rinde a sus ídolos, la Constituci­ón, las garantías personales. Su religión es el porvenir de la República, cuya imagen colosal, indefinibl­e pero grandiosa y sublime, se le aparece a todas horas, y no le deja ocuparse de los hechos que presencia.” (2) n 1. David Rock, Argentina 1516- 1987, Bs. As., Alianza, 1987. 2. Domingo F. Sarmiento, Obras

Completas, Bs.As., Universida­d de La Matanza, 2000, t. VII.

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