COMO CUIDAR A LOS HIJOS Y NO TRANSMITIRLES MIEDOS
¿Mi hijo está bien? Según expertos, los temores exagerados de padres y madres pueden afectar el desarrollo emocional de los chicos: los obligan a pensar situaciones para las que no están preparados.
EL MAYOR MIEDO DE LOS PADRES ES LA SEGURIDAD Y LA SALUD DE SUS HIJOS. SEGUN LOS EXPERTOS, ESE TEMOR PUEDE VOLVERSE PATOLOGICO Y PERJUDICAR A LOS CHICOS. ¿COMO SE PUEDE EVITAR?
Aunque no tenga un nombre científico complejo como otras fobias, el miedo a que le pase algo a un hijo es uno de los terrores más paralizantes en la psiquis de madres y padres. Es una preocupación que tiene una base racional: proteger de un entorno que se conoce difícil, hostil y hasta peligroso, a un individuo que, al nacer, depende únicamente de sus progenitores. Lo común es que, a medida que los hijos crezcan, comiencen a adquirir las herramientas necesarias para desenvolverse solos ante las distintas situaciones de riesgo. Desde evitar meter los dedos en el enchufe hasta elegir por qué zonas moverse a determinada hora en la ciudad. Sin embargo, en algunas familias, los temores no ceden. Cada vez es más difícil para los padres sentir tranquilidad respecto de la seguridad de sus hijos, una situación que puede escalar hasta volverse un Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG), según explican distintos especialistas a Viva.
“Hay una cuestión casi biológica: pareciera que cuando un padre tiene un hijo empieza a preocuparse. Hasta ahí el miedo tiene una función protectora y es sano. El tema es si ese miedo se extiende más de lo usual y, a pesar de las señales que indican que el chico está bien y resuelve los conflictos que se le presentan de manera correcta, los padres sienten que no pueden por sí solo y deben asistirlo. En sus mentes aparecen un montón de situaciones de riesgo, que no son tales pero ellos las ven sobredimensionadas”, explica Gustavo Bustamante, psicólogo clínico y presidente de la Fundación Fobia Club ( www. fobiaclub.com.
ar), una entidad que se dedica a asistir a profesionales y pacientes que trabajan con trastornos de ansiedad.
Según Bustamante, este tipo de comportamiento de los padres deriva en que los hijos experimenten preocupaciones que no tenían, contagiándose de esa ansiedad y también de esa inseguridad. “Los chicos aprenden esa conducta de ‘si no estamos nosotros a tu lado, vos solo no podés’, y ese es un daño que se perpetúa porque genera un niño en alerta, preocupado por temas que son proyecciones de
los adultos”, agrega el psicólogo.
“Trabajo por la tarde y cualquier nubarrón que vea por la ventana de mi oficina es motivo de sobresalto. Mis hijos caminan dos cuadras y media a la salida del colegio y yo nunca puedo compartirlas con ellos. A la mayoría de las madres les pasa lo mismo, pero eso no es consuelo. Miro el cielo y pienso si va a llover como nunca, si hay chances de granizo, si a alguna tormenta tropical no se le ocurrirá soplar justo en Perón y Uriburu a las 17.30, si la persona que los cuida llevará sus pilotines. Esos son algunos de los temores, que se podrían enmarcar dentro del rubro ‘factores climáticos’’. Los ‘factores humanos’ son un capítulo aparte: por ejemplo, el temor al contagio de alguna enfermedad. No sé si tantos miedos son normales, pero me acompañan todos los días. Por suerte, se esfuman en segundos cuando a la noche veo a mis hijos, sanitos y salvos, listos para enseñarme que a medida que ellos crecen también aumentan las preocupaciones” (María, productora de Contenidos para la web, madre de mellizos varones de 6 años).
Según los profesionales consultados, este tipo de miedos se potenció en los últimos 15 años a medida que fue instaurándose esta época hiperconectada, donde la información viaja a una velocidad que muchas veces es más rápida que la capacidad de procesar y acomodar los datos. “En cuanto aparecen en los medios casos de sarampión en la Argentina, los padres de nenes chiquitos piensan si su hijo no será una de las víctimas de esa infección. Y se olvidan, tal vez, que lo llevaron a vacunar hace dos años, de modo que es imposible que se contagien. Cuando se empieza a perder la racionalidad, comienza una etapa de ejecutar verificaciones excesivas y de tener una demanda permanente de certezas”, sostiene Bustamante.
Cosas que pasan. “Hoy en día tenemos acceso a realidades y posibilidades que de otra manera no conoceríamos. La mayor circulación de información hace que la realidad se vuelva más cruda, hay fotos y videos de todo y de manera instantánea. La exposición es mayor y más cotidiana. Por eso, los miedos a que le ocurra algo a un hijo tienen una raíz que está fuertemente anclada en la realidad de una época: estas cosas pasan”, afirma el psicoanalista Gabriel Vulpara.
En su opinión, la clave es entender cuándo el miedo es irracional e interfiere en cuestiones de la vida cotidiana o causa malestar en chicos o padres. “El miedo en sí tiene que ver con un aviso y alarma que nos mantiene en alerta. Ahora, cuando es excesivo, cuando limita al hijo y le impide desarrollarse o cumplir con esas actividades que le permiten insertarse en el mundo, hay que tener cuidado. Obviamente, también es una señal a tener en cuenta si un padre tiene que consumir un ansiolítico porque el chico se fue a 30 cuadras y tiene organizado el regreso. La alarma debe encenderse cuando causa sufrimiento en alguno de los integrantes de la familia”, agrega Vulpara.
“Mi hija de 16 años empezó a viajar sola por la ciudad: colectivo para San Isidro, subte para ir a algún show en el Luna Park. Muchas cosas se me cruzan por la cabeza en ese instante. Uno de los primeros miedos es que le roben el celular o la billetera, y todo lo que eso implica. Será porque a mí me robaron varias veces en colectivos cuando era adolescente. Siempre pido que no esté en el momento equivocado en el lugar equivocado. El pánico a que la secuestren está siempre latente, presente. Trato de no transmitirle miedo y darle herramientas: que grite si alguien le hace algo, que camine atenta, que no hable con extraños. Por suerte, es una chica muy responsable y empática. Sabe que estoy
pensando en ella”, (Lorena, diseñadora gráfica, mamá de María Pía, de 16).
Este tipo de padres, más temerosos, se caracterizan por querer garantizar a sus hijos una felicidad absoluta, sin que atraviesen ninguna experiencia dolorosa, lo que suele derivar en que no aprendan a resolver los distintos problemas que se les presentan. “La ansiedad es una respuesta anticipatoria a una amenaza que va a ser futura. Pero el miedo es una respuesta emocional a una amenaza inminente. Cuando los nenes son chicos, tienen que caminar, tocar, experimentar, ensuciarse. La sobreprotección no garantiza que no les vayan a pasar cosas, e incluso a veces funciona como una profecía autocumplida: Si le decís mucho a un chico que tenga cuidado de caerse, se llena de miedos y se terminará cayendo”, sostiene la doctora Mónica Aguirre de Kot,
“LOS MIEDOS SE POTENCIARON EN LOS ULTIMOS 15 AÑOS POR LA HIPERCONECTIVIDAD. LA INFORMACION VIAJA MAS RAPIDO DE LO QUE SE PUEDE PROCESAR.” ...
“EN UNA FAMILIA, LA ALARMA DEBE ENCENDERSE CUANDO LOS TEMORES DE UNA MADRE O UN PADRE CAUSAN SUFRIMIENTO EN ALGUNO DE SUS INTEGRANTES.” ...