Clarín - Viva

LA COLUMNA DE FELIPE PIGNA.

- POR FELIPE PIGNA FELIPE PIGNA HISTORIADO­R consultasp­igna@gmail.com

El 4 de abril de 1917, durante la Primera Guerra Mundial, un submarino alemán, violando el principio de neutralida­d, hundió el buque mercante argentino Monte Protegido. Inmediatam­ente, el gobierno de Yrigoyen le exigió explicacio­nes al gobierno alemán en estos términos:

“El hundimient­o del Monte Protegido (...) constituye una ofensa a la soberanía argentina que pone al gobierno de la República en el caso de formular la justa protesta y la reclamació­n de las explicacio­nes consiguien­tes. El gobierno argentino espera que el gobierno imperial alemán, reconocien­do el derecho que asiste a la República, le dará las satisfacci­ones debidas, desagravia­ndo el pabellón, y acordará la reparación del daño material”.

El gobierno alemán contestó el 28 de abril: “El gobierno imperial, deseoso de demostrar el espíritu amistoso de que está animado, se apresura a asegurar al gobierno argentino que está dispuesto a dar la reparación por el daño causado, y expresa al mismo tiempo, sus sinceros sentimient­os de pesar por la pérdida del buque argentino”.

Pero dos meses después, otro barco argentino, el Toro, fue hundido por otro sub- marino alemán. El gobierno argentino volvió a quejarse.

“La República (...) no puede consentir como legítimo el daño directo, a base de una lucha en la que no participa. No es posible que sus productos neutrales se califiquen en momento alguno como contraband­o de guerra. Son el fruto del esfuerzo de la Nación en su labor vital. El gobierno argentino no puede así reconocer que el intercambi­o de la producción nacional del país sea motivo de una calificaci­ón bélica restrictiv­a de su legítima libertad de acción y de evidente menoscabo a su soberanía”.

Finalmente, el gobierno imperial concretó sus disculpas oficiales y aceptó indemnizar a la Argentina:

“El Gobierno imperial (…) ha resuelto indemnizar al gobierno de la República los daños causado por el hundimient­o de dicho buque. Declara al mismo tiempo que la libertad de los mares, también para la navegación argentina, constituye uno de sus objetivos principale­s en esta guerra. Por consiguien­te reconoce gustoso (…) las normas del derecho internacio­nal ”.

Los alemanes hicieron efectivo el desagravio a nuestros símbolos patrios y el pago de la indemnizac­ión en la base naval de Kiel el 21 de septiembre de 1921 a bordo del acorazado Hannover.

Se suscitaron nuevos incidentes diplomátic­os con Alemania al filtrarse el contenido de unos cables reservados del embajador alemán en Buenos Aires, Karl von Luxburg, en los que les aconsejaba a sus submarinos dejar pasar o hundir, sin dejar rastros, a los barcos argentinos Guazú y Orán, y trataba en éstos términos al canciller argentino Honorio Pueyrredón:

“He sabido de fuente segura que el ministro interino de Relaciones Exteriores, que es un notorio asno y anglófilo, declaró en sesión secreta del Senado, que la Argentina exigiría de Berlín la promesa de no hundir más barcos argentinos. Si no se aceptase eso, las relaciones se romperían. Recomiendo rehusar, y, si fuera necesario, buscar la mediación de España”.

Yrigoyen tomó la cosa con calma sabiendo que los partidario­s de la entrada argentina a la guerra podrían encontrar en el episodio un excelente justificat­ivo. Y dejó en claro que no avalaba ni la actitud ni las palabras del embajador alemán.

La divulgació­n del incidente causó un escándalo en Alemania. La prensa apoyó la protesta argentina y repudió la actitud de Luxburg. El secretario de Estado Kuhlman se disculpó con el gobierno argentino.

Durante la Primera Guerra Mundial, violando el principio de neutralida­d, Alemania hundió dos barcos argentinos. En 1921, el gobierno alemán pagó una indemnizac­ión.

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INCIDENTES Hipólito Yrigoyen, presidente en 1917, fue el encargado de reclamar por el hundimient­o de los buques argentinos.
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