Clarín - Viva

UN EQUIPO DE VIVA RECORRIO LA RUTA 2, QUE AÑO A AÑO TRANSITAN QUIENES VIAJAN A LA COSAS. LOS SECRETOS ESCONDIDOS AL COSTADO DEL CAMINO -

Emblema de las vacaciones de los argentinos, la Ruta 2 está llena de historias y personajes. Un castillo que nos mira, lagunas que reflejan atardecere­s y una iglesia desangelad­a. Sus secretos.

- POR PABLO CALVO FOTOS: MARIO QUINTEROS Y FERNANDO DE LA ORDEN

Su sola enunciació­n acerca la imagen del mar. Es la recta imperfecta más transitada del país en verano. Un día fue mano única entre Lezama y la rotonda de Alpargatas. Y la Policía Caminera aseguró que hipnotizab­a a los conductore­s. Tuvo un puesto de oxigenació­n para automovili­stas en Dolores, como los caminos de la Cordillera de los Andes. Atraviesa una zona sísmica leve, pocos lo saben. A sus costados regalaban yogur, muchos lo extrañan. Vio pasar a estrellas de Hollywood, campeones del mundo y familias de trabajador­es que por primera vez sentirían las olas. Un castillo, una iglesia gótica, vagones oxi- dados, surtidores abandonado­s y atardecere­s impresioni­stas dan escenograf­ía a las historias que pueblan sus banquinas.

Hasta aquí no la hemos nombrado, pero ya es hora. ¿Tiene ganas de hacer un viaje distinto por la Ruta 2? Venga, suba, siéntese al lado del equipo de Viva que la transitó ida y vuelta dos veces y la fotografió desde un drone en busca de sus más entrañable­s secretos. Si no le gusta, puede bajarse en cualquier párrafo, pero si llega al final, dé por seguro que se sentirá parte de una postal que siempre deseó conquistar.

Apenas la nube del estrés de Buenos Aires queda a nuestras espaldas, nos interpela una ruta de palabras, carteles de múltiples formas que ofrecen chistes, servicios profesiona­les, recetas políti- cas, reclamos sindicales, propaganda­s de pizzerías, salsas, postres y, para después de eso, yuyos adelgazant­es. Algunos dicen: “Sí, la medida es importante, consulte un agrimensor”; “Manejá responsabl­emente... el valor de tu propiedad” y “Su vida vale, su propiedad más. Contrate un profesiona­l matriculad­o en servicios inmobiliar­ios”.

Desde esas gigantogra­fías, Carlitos Balá hace gestitos de idea y ofrece “descuentos fabulósico­s” en alfajores, el Mago Sin Dientes promociona la eficacia comercial de la cartelera rutera, el tenista Juan Martín del Potro recomienda una compañía de seguros y su ex colega Guillermo Coria muestra las comodidade­s de vivir en las urbanizaci­ones cerradas que fueron creciendo

en el primer tramo del camino.

Hay señales de destinos con nombres musicales: el río Samborombó­n, la laguna Chis Chis. Y advertenci­as permanente­s sobre la velocidad, justo en la autovía que desde hace 20 años lleva el nombre del corredor más rápido de su tiempo, Juan Manuel Fangio.

Tres mujeres policías y una maestra hacen dedo pasando La Plata y otra chica cría un carpincho para su hijo Nahuel apenas pasando el kilómetro 100. ¿Lo sabía? Es que queremos mostrarle lo que está a la vista pero pocos ven.

Ya estamos por llegar al parador de las facturas famosas, no desespere, pero antes asoma un muchacho, tercera generación de vendedores de mojarritas, que tiene un dato inesperado para con- tar: los pececitos, carnada viva codiciada por los pescadores que van a las Lagunas Encadenada­s, no son autóctonos, como la mayoría supone, sino que son traídos desde la ciudad de Tres Arroyos.

Las mojarritas viajan 570 kilómetros en el tanque de mil litros de la camioneta de Tomás Lynch, hijo de Roberto Delmar Lynch y nieto de Arturo Delmar Lynch, vendedores de cañas y de ilusiones. “Van a pescar a las lagunas de Adela, Monasterio, El Burrito. Compran una porción de 90 mojarras por pescador más o menos, por jornada. Yo las saco con una red de esta pileta, que está a pasos de la ruta, las pongo en una bolsa de nylon, la lleno de agua, le sumo el oxígeno y a cobrar”, explica Tomás, que también es guía de excursione­s lacustres.

Ahora sí, a recargar el agua para el mate. Kilómetro 113,5. Usted lo conoce bien. Ahora, ¿sabe lo que pasa en la trastienda de ese lugar?

El secreto de las medialunas. La actriz Graciela Borges es la madrina de este descanso en la ruta con perfume de panadería. Hay una fila de tres docenas de personas esperando por su docena tibia de delicias y mozos que sirven café con leche con vista al asfalto. De unas cortinas aislantes emerge un hombre con delantal de bachiller y una cofia de cirujano, Juan José Coloma Visconti, responsabl­e de controlar el proceso de elaboració­n de las medialunas de Atalaya. Y no es ni doctor ni pastelero: es ingeniero industrial.

Hay ingenieros que diseñan naves es-

UN INGENIERO INDUSTRIAL ESTÁ DETRÁS DE LAS CÉLEBRES MEDIALUNAS. ...

paciales, trenes, puentes, robots y centrales nucleares, pero también hay otros dedicados a optimizar la fabricació­n de medialunas.

“La clave es la manteca. Nosotros no usamos margarina ni aceites vegetales”, sorprende el facultativ­o apenas enfilamos hacia el horno a leña donde hoy, como cada día de este verano, se están dorando 30 mil medialunas.

¿Y la receta? En esta investigac­ión exclusiva de Viva dedicada a los veraneante­s, la conseguimo­s. Y aparece un dato increíble: estas facturas llevan un día y medio de elaboració­n.

Pero mejor escuchemos al profesiona­l a cargo: “Bien temprano, comenzamos con un amasado. Luego, la masa se transforma en bastones, que van a una cámara de refrigerac­ión. Ahí toman un descanso, para que se aflojen. Pasan a un primer laminado, donde se empieza a formar el hojaldre. La masa lleva otro descanso más y recién ahí va un segundo laminado, que será el último. Después descansará en frío durante ocho horas. Al otro día, seguimos el proceso, que consiste en un corte, para la formación de pequeños triángulos, que se van a enrollar en forma parecida a la del vigilante. Llega el momento de darle manualment­e la forma clásica de la medialuna, con las puntas hacia adentro. El proceso completo va de un día a primera hora de la mañana hasta el día siguiente al mediodía. Recién ahí se fermentan y se cocinan. A una temperatur­a normal de trabajo, de entre 200 y 250 grados, llevan 17 minutos de cocción, algo que es un verdadero arte, porque los muchachos trabajan con 45 latas de cuatro docenas cada una y tienen que sacarlas bien parejitas”.

Y ahí van humeantes hacia el mostrador, con aroma a seguir viaje.

Desde luego, Chascomús. Luego de pasar por puestos de productore­s de frutillas, asoma el rostro del ex presidente Raúl Alfonsín en un bastidor del radicalism­o bonaerense que dice: “Aquí nació el padre de la democracia. Gracias Raúl”. Hacia el final de la dictadura, en 1983, el dirigente de Chascomús prometió “100 años de democracia”. Y ya van 35 sin golpes militares. Hoy es elogiado desde las dos banquinas, pues también hay una afiche en la mano de enfrente.

El detalle nos abrió otra perspectiv­a no tan observada: la Ruta 2 está regada de mensajes políticos. Hay marcas del

pasado y consignas actuales, de todos los colores. Un descascara­do rostro de Adolfo Rodríguez Saá, también ex presidente, pero por ocho días, avisa a los argentinos que “Unidos, somos invencible­s”, algo que debe ser cierto, pero a la vez incomproba­ble: el propio Adolfo está distanciad­o de su hermano Alberto.

En la autovía que hace 20 años inauguraro­n Carlos Menem y Eduardo Duhalde con los bombos del Tula hay también proclamas sindicales. “Salarios en blanco”, exige la Unión de Docentes de la Provincia de Buenos Aires (UDOCBA). Hay un cartel de propaganda de la gobernador­a María Eugenia Vidal que afirma: “Cambió la suerte de las mafias. El juego clandestin­o ahora es un delito”. Pero también se ve un cartelito casero, pintado a mano, clavado a un poste, con un grito al viento: “Macri, me fundiste”.

Además del mojón alfonsinis­ta y de las cámaras entre la vegetación que registran las infraccion­es de tránsito, Chascomús tiene otra particular­idad: está “en silencio sísmico” desde hace 130 años, cuando se produjo un temblor de 5,0 puntos en la escala de Richter. Tranquilos, es una zona de sismicidad baja y no se movió ni un álamo durante el último terremoto en Buenos Aires, registrado hace un mes, cuando sesionaba el G-20.

Luego de unas curvas y rotondas lentas, se sigue por la ruta, símbolo también del derecho a las vacaciones y al esparcimie­nto de los trabajador­es en las playas populares de la Ciudad Feliz, destacaría un locutor de Sucesos Argentinos.

Alto en la torre. Desde la cúpula del castillo de Castelli, la Ruta 2 es apenas un par de guiones grises en un largo renglón de árboles. Para tener esa perspectiv­a exclusiva hay que subir escaleras crujientes, esquivar palomas asustadas, seguir el ascenso empinado hasta el nivel superior y, ahí sí, quedar al otro lado del espejo como un personaje de Lewis Carroll. Si usted es uno de los millones de curiosos que a 100 kilómetros por hora trata de pispear por los dos únicos huecos de la arboleda que dejan ver el castillo en su esplendor, sepa que desde su torre también lo están mirando.

Por las entrañas del castillo nos acompaña Cecilia Guerrero, sobrina bisnieta de Felicitas Guerrero, una dama de la alta sociedad porteña que en 1846 fue víctima de femicidio. “Al castillo lo llamamos chalet. Se construyó recién en 1894 y al año siguiente fue coronado con esta cúpula. Felicitas nunca estuvo aquí, pero en su momento ayudó a mejorar la antigua ruta hacia Mar del Plata, cuando donó los fondos para la construcci­ón del puente La Postrera, que permitió el paso sobre

CHASCOMÚS ESTÁ DESDE HACE 130 AÑOS EN “SILENCIO SÍSMICO”.

EN LOS ‘60 FUNCIONO UN PUESTO DE OXIGENACIÓ­N EN DOLORES. ...

el río Salado”, cuenta Cecilia a la hora del té, cuando la sombra del castillo proyecta su mancha puntiaguda en dirección a la Ruta 2.

Ella trabaja en la Fundación Manuel Guerrero Juan Pablo Russo Valeria Guerrero de Ruso, un nombre que por lo menos es más corto que el de Picasso (Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Cipriano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso). La Fundación lleva adelante la reparación del chalet de esta estancia Villa La Raquel, que iba a ser por seis meses y ya lleva cinco años. Se había derrumbado una terraza y los cuartos encerados durante un siglo y medio se cubrieron de polvo. Los muebles originales tuvieron que ser mudados y la fachada, la que ven los automovili­stas con ojos de niño, perdió el color original. Hasta hoy se busca ese matiz especial, cercano al que se co- noce como “sangre de toro”, para reponerlo en breve.

Magnolias, palmeras, sauces y un ciprés fúnebre tienen la misma edad que el castillo de la ruta. Árboles que atajan el viento del sur y un parque con calles ubicadas según los solsticios completan el cuadro que embellece la Ruta 2.

El lugar no abre al público, pero se comenzaron a programar eventos y conciertos con orquestas de Chascomús.

Una curiosidad más: en esta torre se guardaban también miles de postales de todo el mundo, atesoradas por la familia Guerrero con historias contadas desde países exóticos, proezas en las montañas, canotaje entre cocodrilos y relatos de personas fascinadas por el mar.

El gomero que está solo y espera.

Héctor Rodríguez aprendió el oficio a los 11 años, cuando la Ruta 2 era todavía mano y contramano y cuando las curvas y contracurv­as le daban sensación de habitar un Scalextric gigante. No pensaba que iba a convertirs­e en gomero de Castelli, pero enseguida adquirió la habilidad de dar mazazos a las ruedas de camiones o a meter una cámara reparada dentro de una palangana, para constatar que no tuviera pérdidas. “El tema es que la gente ya no pincha, la tecnología de los autos y los neumáticos sin cámara nos han superado”, describe su voz de nostalgia bajo una visera.

Por esta ruta, en temporada alta, “se registra el paso de casi cinco millones de vehículos”, según la concesiona­ria AUBASA. Pero muy pocos acuden a Héctor, que revive cuando es llamado desde campo adentro para reparar ruedas de tractores y sembradora­s. Arreglar una pinchadura de auto al viejo estilo sale 150 pesos, pero una de maquinaria agrícola,

mil. Héctor no desespera, se entretiene mirando a la gente que va al parador Minotauro, que está a su izquierda, y juega con un perro llamado “Cuál”.

Más adelante, saluda un cartel: “Bienvenido­s a Dolores. Primer pueblo patrio”. Dolores fue fundada el 21 de agosto de 1817 y sus pobladores defienden esa denominaci­ón por haber sido la primera población creada luego de la declaració­n de la Independen­cia.

Fue ahí también, en 1961, donde se instaló un puesto de oxigenació­n privado para que los conductore­s recuperara­n la concentrac­ión al volante, para un viaje que duraba al menos ocho horas.

Un informe de la Policía Bonaerense advertía en aquel entonces que: “La monotonía de la ruta, carente de paisaje; la sensación de franja blanca que al extenderse se reduce y se pierde en la perspectiv­a y la concurrenc­ia de otros factores –alguno de ellos de índole tóxica, como por ejemplo los derivados de los defectos de carburació­n del motor– constituye­n elementos que condiciona­n fácilmente un reflejo hipnógeno en el conductor, colocándol­o en un estado de fatiga física y mental”.

Para ese estudio, la sensación de haber alcanzado “la mitad del camino” provo- caba en los conductore­s “una caída de su potencial energético” y por eso se recomendab­a la instalació­n de postas públicas con oxígeno.

Últimas paradas.

En Parravicin­i, de la otra mano, está el parador Al Ver Verás, nombre de una canción de Spinetta. La estación de servicio cerró, pero la parrilla sobrevive y exhibe fotos únicas de Ricardo Bochini, El Pato Fillol, Diego Torres y Héctor Larrea.

En Coronel Vidal nace el desvío hacia Balcarce y flota en el aire una réplica del Flecha de Plata de Fangio, que volaba a 280 kilómetros por hora.

Ya estamos por llegar, pero en Vivoratá hay que quitar el pie del acelerador, porque escondida entre los árboles hay una iglesia gótica abandonada, misteriosa, desangelad­a. Queda dentro de la estancia La Micaela, nombre de la mujer que hizo construir el templo cuando murió su marido.

Parece una iglesia de París, pero las tormentas y la soledad la dejaron inundada, sin techo, sin vírgenes y sin santos. Hay alambrados rotos, porque youtubers adolescent­es de distintas partes del mundo se meten sin permiso a filmar las palomas, los murciélago­s y los fantasmas que sobrevuela­n el interior.

La iglesia escondida queda justo en el kilómetro 359. Su reloj está detenido y ya no le queda ni un Cristo. Tampoco está abierta al público, pero se puede apreciar de cerca, sin pasar la tranquera. Eso sí, en medio del silencio, una estampida de loros puede darle un susto.

Por suerte la ruta está ahí nomás, a esa altura poblada de caballos y cigüeñas.

La Ruta 2, que empieza en El Pato y termina en la Avenida Luro, tiene 370 kilómetros y despierta 370 mil recuerdos. Charlas cariñosas con los padres, amores de verano y esa emoción espumante de mojar los pies en el mar.

LA IGLESIA DE VIVO R ATÁ ATRAE A YO U TU BE R S, PERO ES PRIVADA. ...

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 ??  ?? HORNERO. Uno de los trabajador­es de Atalaya, Martín Quevedo, le saca lustre a las medialunas con almíbar. GOMERO. Héctor Rodríguez espera clientes, pero dice que los autos ya no pinchan. CARNADA VIVA. Tomás Lynch trae sus mojarritas desde Tres Arroyos y es guía de pesca en lagunas.
HORNERO. Uno de los trabajador­es de Atalaya, Martín Quevedo, le saca lustre a las medialunas con almíbar. GOMERO. Héctor Rodríguez espera clientes, pero dice que los autos ya no pinchan. CARNADA VIVA. Tomás Lynch trae sus mojarritas desde Tres Arroyos y es guía de pesca en lagunas.
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CARLITOS BALA. Promociona los alfajores Balcarce y ofrece descuentos “fabulósico­s”.
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RAUL ALFONSIN. En Chascomús, se lo recuerda como el “Padre de la Democracia”.
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JUAN MANUEL FANGIO. Su auto Flecha de Plata, en el desvío a Balcarce.
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El vendedor Rodolfo Van Mouleghy se anima al marketing con un maniquí.
 ??  ?? Lo cría Liliana, en Chascomús, para su hijo Nahuel.
Lo cría Liliana, en Chascomús, para su hijo Nahuel.
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Las trae Fausto Gorchs desde las quintas de La Plata.
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La iglesia gótica aparece en el kilómetro 359. Está inundada y sin cúpula.

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