Clarín - Viva

GABRIEL OLIVIERI, EL MALETERO QUE SE CONVIRTIO EN ESTRELLA. -

Gabriel Oliveri, el RR.PP. más top. Comenzó como maletero en un hotel sin lujo y llegó a ejecutivo del Four Seasons. Fidel lo dignificó. Mirtha Legrand lo adora y Pampita cena choripán con él. En su flamante libro, cuenta su vida de superación y sus sueño

- POR PABLO CALVO FOTOS: ARIEL GRINBERG

Vengo de parte del comandante”, se presentó Gabriel Oliveri en la recepción del Hotel Nacional de La Habana, habitado por los recuerdos de Marlon Brando, Ernest Hemingway, Frank Sinatra o Ava Gardner. Los conserjes se miraron sorprendid­os, abrieron despacio la carta de recomendac­ión que traía este muchacho de Concordia, Entre Ríos, y comprobaro­n que esa letra espigada era de Fidel Castro. El jefe de la Revolución Cubana pedía un “trato especial” al huésped argentino, que nunca había visitado la isla porque no le gustaba el mar ni la arena. “Desde entonces, llevo 14 años yendo a Cuba y me tratan como si Fidel viviera, porque él me convenció de conocer un lugar que no estaba en mi destino, en una charla muy afectuosa que tuvimos durante media hora, el día de su famoso discurso en la Facultad de Derecho, durante su última visita a la Argentina”, suelta Gabriel, una máquina de contar anécdotas.

Con mirada Zoolander, moño a lo James Bond y anteojos de Clark Kent, Oliveri entra en escena desplegand­o su talento en el arte de recibir invitados. Está en su salsa: es el director de marketing del hotel Four Seasons, maneja las relaciones públicas y conoce secretos de las personalid­ades mundiales y las grandes estrellas del espectácul­o que pasan por ahí. Y entonces, antes de la entrevista con motivo de la salida de su libro Una vida cinco estrellas, ofrece manjares, carnes tiernizada­s, champán, pero justo acabo de comer en casa polenta con queso, así que solo acepto un café...

Pese a estar rodeado de lujo, Gabriel mantiene su esencia: no olvida que empezó su carrera como maletero, que trabajó en un supermerca­do por un sánguche de mortadela y que cuando por fin consiguió un palco en el Teatro Colón, completaba la velada comiendo pizza en Ugi’s, frente al Obelisco, a falta de fondos para un restaurant­e mejor.

“Uno arma su vida. Lucha por eso. Y cuando sos del interior y sos distinto a los chicos de tu entorno, es más difícil, al punto que llevaba un diario íntimo para el que inventé un idioma nuevo, secreto, que reemplazab­a cada letra del abeceda-

rio por un símbolo, porque me pasaban cosas que no se podían contar. Y mirá lo que es la vida, el oxígeno de la libertad y la necesidad de expresar lo que sentimos, que ahora escribo un libro para animar a que otros intenten salir adelante, superarse y conquistar el mundo”, dice Gabriel, que desparrama palabras como gotas un lanzaperfu­me.

Gabriel no es un ángel, pero pasó por una residencia de curas, donde conoció a Guillermo Vilas y a dos Papas, Juan Pablo II y Jorge Bergoglio. “Fue como mi primer hotel, porque me nombraron secretario de Relaciones Sociales y tenía que organizar cumpleaños, elegir el menú, participar de eventos. Como colaboraba, los domingos me prestaban el palco que la Nunciatura tenía en el Colón, porque los sacerdotes estaban ocupados con la misa y no iban”, recuerda este RR.PP top y confidente de Mirtha Legrand, Susana Giménez, Moria Casán y Pampita, con quien compartió tardes de choripán.

Oliveri se fotografió con el Dalai Lama, fue anfitrión de Mick Jagger cuando el cantante de los Rolling Stones pidió un sillón de barbero para afeitarse por las mañanas, y contuvo a los 200 sacados que le gritaban “Go home” a Madonna mientras Alan Parker filmaba en Buenos Aires la película Evita.

“Teté Coustarot me regaló un piropo hermoso: dijo que yo era la reencarnac­ión de Manuel Puig, justo que amo sus novelas La traición de Rita Hayworth y El beso de la mujer araña. El también vino del interior, de General Villegas, fue apasionado y enfrentó los prejuicios”, destaca el ejecutivo hotelero, que un día pudo besar las manos de Jessica Lange, la mujer atrapada en las alturas neoyorquin­as por King Kong.

Atrevido, le preguntó un día a Mario Vargas Llosa en qué taller podía anotarse para recibir buenos consejos de escritura y el Premio Nobel de Literatura le respondió: “No hay taller que te vaya a sacar buen escritor, lo único que tenés que hacer es leer y escribir mucho... y después pedirles a los dioses que te ayuden, porque el talento para escribir viene de arriba y es inexplicab­le”.

No fue el único escritor importante que se cruzó en su camino. Adolfo Bioy Casares se presentó un día en el hotel, invitado a la presentaci­ón de una lapicera francesa, impecable con su traje claro,

“MANUEL PUIG ERA DEL INTERIOR COMO YO. FUE APASIONADO Y ENFRENTO LOS PREJUICIOS.” ...

“ESCRIBO UN LIBRO PARA ANIMAR A OTROS A SALIR ADELANTE Y CONQUISTAR EL MUNDO.” ...

como un personaje salido de las fiestas de Truman Capote. “Le dije: ‘Señor Bioy Casares, ¡qué maravilla, usted siempre tan impecable!’ y él me contestó: ‘Muchas gracias, es mi manera de decorar el mundo’.”

Oliveri es también el Doctor Amor, un personaje de la televisión que da consejos en un tono divertido. Los dos programas de los que participó, Corazones ardientes y Pampita Online, fueron nominados al Martín Fierro. Y Gabriel entrevistó allí a más de 200 mujeres, como Carla Peterson, Mariana Fabbiani, Griselda Siciliani y Paula Chávez. Ahora comparte conducción con Sol Pérez y saca a relucir recuerdos de su experienci­a en las alfombras rojas.

“Soy como la China Zorrilla de la hotelería, me pasa de todo”, se ríe en el jardín de la Mansión Alzaga Unzué, cuya historia también escribió en un libro de lujo en base a las anécdotas que le contó Charly, uno de los herederos. “Aquí Madonna quedó embarazada de Lourdes, cuando hacía de Evita, que según la historia y el guión tenía que morir flaca, pero en la película no le quedó otra que morir más rellenita”, evoca entre las plantas, durante la sesión de fotos, en las que Gabriel no exhibe problemas de timidez.

En su libro, Oliveri cuenta que Ricardo Fort quiso seducirlo en un boliche y que tuvo ofrecimien­tos de 100 dólares por sexo, que nunca aceptó.

Actuar para vivir. Un día de depresión, Gabriel se subió a un colectivo sin rumbo cuando, desde la ventanilla, vio un cartel que anunciaba la selección de alumnos para las clases de teatro de Carlos Gandolfo. “No sé si quiero estudiar teatro; en realidad, no tengo ganas de vivir, y pensé que el teatro me podía salvar”, le fue sincero al gran maestro de actores, que lo aceptó de inmediato.

En el curso pudo volver a llorar, a romper la coraza que había envuelto su corazón, y pudo recobrar el optimismo. “Con el tiempo, uno entiende que la vida es corta, que nunca seremos más jóvenes que hoy, y por lo tanto decide vivir a fondo y disfrutar”, reflexiona Oliveri.

Fue el primero de varios cursos de teatro que hizo. En una oportunida­d, Luis Agustoni le propuso trabajar el rol de “macho alfa” y Gabriel tuvo que acordarse de un tío, campeón entrerrian­o de boxeo, y de su hermano, que peleó contra un oso en un circo que pasaba por Concordia, al que derrotó con su fuerza brutal.

Gabriel aprendió también de Julio Chávez, en clases que tomó junto a Florencia Raggi y Patricia Sosa. Hoy, con el sueño de que algún director lo llame para ofrecerle un papel, Oliveri escucha las recomendac­iones de Alejandro Catalán, el profesor que moldeó la primera actuación de Toto Ferro en el cine, como protagonis­ta de la película El Angel.

Cuando está por terminar la charla con Viva, Oliveri menciona que entre sus platos favoritos está el arroz negro con mariscos que sirven en el restaurant­e Elena del hotel. Eso ante el grabador, porque en un mensaje de Whatsapp agregará que nunca se olvida de la polenta con tuco preparada por su mamá.

“SOY COMO LA CHINA ZORRILLA DE LA HOTELERIA. A MI ME PASA DE TODO.” ...

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DISCRECION. Oliveri custodia secretos de los ilustres que pasan por la Mansión Álzaga Unzué.
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