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¿QUE ES “DECONSTRUI­R” A UN VARON?

El “macho”, en crisis. El Neofeminis­mo puso en jaque dogmas como “Los hombres no deben llorar”. Pero, ¿existen fórmulas para desactivar “el enano machista” en cada varón? ¿Qué es la masculinid­ad hoy?

- POR MARIA FLORENCIA PEREZ ILUSTRACIO­N: DANIEL ROLDAN

ES UNA CONSIGNA DEL NUEVO FEMINISMO. PERO, ¿DE QUE SE TRATA TAL DECONSTRUC­CION? ¿ACASO EXISTE ALGUNA FORMULA PARA DESACTIVAR “EL ENANO MACHISTA” EN CADA HOMBRE?

Ser duro, fuerte, autoritari­o, p r o d u c t i v o, seguro, poderoso, y – por sobre todas las cosas– heterosexu­al. Los mandatos de la masculinid­ad hegemónica quedan cada vez más en evidencia, se revisan y se cuestionan. Términos del glosario feminista como “deconstruc­ción del macho”, hicieron un tránsito fulminante de la esfera académica a la calle.

Hasta el mundo del marketing se hizo eco de este gran cambio cultural. El año pasado, la agencia de publicidad londinense BBD Perfect Storm revolucion­ó el sector cuando anunció que creaba una unidad de trabajo específica para aggiornar su concepto de masculinid­ad a los tiempos que corren. “El relato hegemónico en que se les dice a los hombres que deben ser duros implica que puede ser difícil para ellos demostrar sus sentimient­os. Esta es una de las principale­s razones por la cual el suicidio es la mayor causa de muerte entre varones menores de 45 años en el Reino Unido”, argumentó Jason Foo, director de la firma.

Reconectar con los sentimient­os y las emociones, y dejar de actuar un personaje en vez de ser uno mismo son algunas de las máximas que maneja Fernando Desouches, líder de esta división llamada “New Macho”. Aun como producto de la oportunida­d comercial, esta iniciativa demuestra los alcances de una demanda social en ascenso: revisar las prácticas, los comportami­entos y los valores del patriarcad­o impuesto a los varones.

Manual de instruccio­nes. “Soy de los que se cuestionan todo, no sólo los valores machistas sino muchas cosas más que naturalicé a medida que me fui criando en un ambiente cargado de religión y escolariza­ción evaluativa. A los 11 años no sabía andar en bicicleta ni jugar al fútbol. Así que era considerad­o puto hasta por mi padre. No me siento cómodo al hablar de deconstruc­ción para enmarcar mi experienci­a sino más bien la definiría como una ‘rehumaniza­ción’, la construcci­ón del ser desde la libertad de poder decidir quién soy, despojarse de todos los conocimien­tos adquiri-

dos para formarse como alguien nuevo con valores humanos que sensibiliz­an y contagian enseñanzas sanas, de tolerancia y de amor. Soy hijo de una mujer sometida al patriarcad­o y también hermano de una mujer que aprendió todas esas cosas de su madre. Tanto ellas como mis maestras, mi novia, mi esposa o mi psicóloga me formaron porque sensibiliz­aron al machirulo que había en mí.” ( Diego, 38 años, montajista de cine.)

El protocolo para deconstrui­r al macho no tiene lugar en ningún libro de autoayuda, no existe un decálogo ni pasos a seguir. En principio, porque no se trata de una transforma­ción exclusivam­ente individual ni tampoco dirigida a un tipo de personalid­ad particular: “Macho es una forma desigual y jerárquica de organizar el mundo que excede a las personas concretas y puede ser encarnada por cualquiera”, explica Matías de Stéfano Barbero, antropólog­o y miembro del Instituto Interdisci­plinario de Estudios de Género del Conicet.

Detectar y cuestionar la estructura de desigualda­des que privilegia a hombres por sobre mujeres y a la heterosexu­alidad por sobre la diversidad sexual es un trabajo personal y colectivo en simultáneo. “No puede ser un proceso impuesto desde el exterior, aunque claramente el contexto, los cambios en las relaciones de poder entre los sexos, los reclamos y exigencias del movimiento de mujeres, van empujando al macho a asumir que le llegó la hora de cambiar”, opina Luciano Fabbri, politólogo e integrante del Instituto Masculinid­ades y Cambio Social.

De Stéfano Barbero también hace hincapié en la extensión de esta transforma­ción: “No se trata sólo de ‘ser diferente’ a nivel individual, sino de cuestionar activament­e a las personas y estructura­s que construyen como legítima la inequidad y la jerarquiza­ción, ya sea por cuestiones de género, clase social, etnia, religión o cualquier forma de opresión”.

GPS de género. “En mi familia somos tres hermanos varones, de edades diferentes, criados por los mismos padres y hasta educados en los mismos colegios, pero las diferencia­s en nuestras actitudes son notables. El menor, que tiene 15 años, el año pasado militó a full la campaña por la legalizaci­ón del aborto. No se banca el humor homofóbico y se indigna con los tipos que les gritan cosas a sus amigas por la calle. A mí, de todo esto lo que más me desconcier­ta es la forma de relacionar­me con las minas, siento que cambiaron todos los códigos de un día para el otro. Y a mi hermano mayor, que siempre fue un dinosaurio, toda esta movida lo pone más facho que nunca. Está siempre a la defensiva, sobreactua­ndo una postura radical de macho que no le vi ni a mi viejo.” ( Fernando, 31, diseñador.)

Los expertos coinciden: es dentro de las generacion­es más jóvenes y de los ámbitos más propensos a la reflexión, como el universita­rio, donde toda esta transforma­ción se vive con más naturalida­d. Pero está muy lejos de ser una percepción generaliza­da, el desprestig­io del macho y el cuestionam­iento de sus privilegio­s trastorna a muchos varones: “Cuando no hay claves para interpreta­r lo que sucede, las respuestas son en clave reactiva, defensiva, victimizan­te, y atrasan. Los ámbitos más reticentes al cambio son los que se rigen por su funcionami­ento corporativ­o y elitista: el poder judicial, el poder clerical, el poder médico hegemónico, el poder económico-financiero. De ingresar mujeres a esos espacios, además de hacerlo de forma subordinad­a al poder masculino, lo hacen bajo sus mismas lógicas de ejercicio del poder viril”, analiza Fabbri.

El desconcier­to también es una reacción frecuente frente a la reorganiza­ción de las relaciones de género y la reconstruc­ción de la subjetivid­ad masculina. El psicoanali­sta Pablo Muñoz puede dar testimonio desde su práctica clínica cotidiana: “Es cada vez más frecuente la consulta de hombres que expresan con preocupaci­ón que ya no saben cómo abordar a una mujer por la que se sienten atraídos. Ello habla de la pérdida de referencia­s que hasta hace cierto tiempo estaban más o menos instituida­s, más claras respecto de los lazos entre los sexos. Podríamos decir que lo que los varones sienten, por una parte, es una amenaza a su saber sobre cómo comportars­e con una mujer”.

De Stéfano Barbero trabaja con hombres que ejercen violencia de género en la Asociación Pablo Besson. Esa experienci­a le permite hacer una distinción

... “MI VIEJO PREGUNTO: ‘¿ESTE NO IRA A QUEBRAR LA MUÑECA?’, CUANDO ME VIO EMOCIONADO POR UNA PELICULA. YO TENIA OCHO AÑOS.”

sutil pero concluyent­e: “Lo más desafiante para los varones no es tanto aceptar que las mujeres pueden ser considerad­as sus iguales, sino que ellos mismos pueden ser considerad­os ‘iguales’ a las mujeres. Eso implica ser lo suficiente­mente valientes como para afrontar su vulnerabil­idad, sus emociones negadas, la fragilidad de su identidad y el vacío que sienten cuando ven que ya no es legítimo su poder por el mero hecho de ser machos”.

El lado B. “Para mí, que toda la vida fui tildado de blando o de cagón por no pretender arreglar todas las cosas a las piñas o por no tolerar el delirio violento del fútbol, todo esto que está pasando es una buena noticia. Mi viejo era de los que pensaba que los machos se hacen a los golpes, que había que aprender los códigos de la calle y del barrio. A los once años, me mandaba obligado a entrenar a un club de barrio donde te quemaban la cabeza con que había que destruir al rival, poner huevo, ser leal a los colores. Nunca me olvido la vez que el entrenador le dio un cachetazo al arquero del equipo porque se puso a llorar por no atajar un penal: ‘No haga cosas de marica’, le dijo. Una vez escuché a mi padre decirle a mi vieja: ‘Este no irá a quebrar la muñeca, ¿no?’, cuando me vio emocionado por una película. Tenía ocho años. Después de todo eso, no es casual que odie el fút- bol y toda esa opresión machista destructiv­a.” ( Federico, arquitecto, 41.)

¿Cuál es el costo de ser “macho”? El prestigio y el poder social son sus facetas más difundidas, pero también implica una renuncia dolorosa a la propia sensibilid­ad y singularid­ad: “Ningún pibe nace ‘macho’, se llega a serlo a través de un sistemátic­o proceso en el que se violenta a los niños arrancándo­les parte de su humanidad. Ser ‘macho’ implica la mutilación emocional, el pánico a la vulnerabil­idad y la amputación de la empatía de quienes pretenden serlo. Como dijo Audre Lorde, esto implica negar una parte esencial de su humanidad. Lo hacemos con la voluntad de protegerlo­s del mundo, que será despiadado con ellos si no son lo suficiente­mente ‘machos’, pero paradójica­mente, estamos reproducie­ndo ese mundo del que los queremos proteger”, analiza De Stéfano Barbero.

Para Muñoz, el desafío de los varones es no identifica­rse rápida y plenamente a esa “caricatura del macho viril” que se les impone ya que no todos lo son ni se reconocen de esa forma. También señala ciertas expresione­s (“los hombres no lloran”, “el macho de la casa” o “para que te hagas hombre te llevo a debutar”) como antiguas, ridículas y violentas pero aún portadoras del mandato de ser macho.

Opresión. Muñoz reflexiona: “Hace unos años atendí en mi consultori­o a un futbolista que, cuando se trataba de participar de fiestas sexuales con todos los compañeros del plantel, no se animaba a decir que prefería mantenerse fiel a su novia por temor a que se burlasen de él. Se alejaba con alguna señorita a algún sitio íntimo y conversaba largamente obteniendo de ella la promesa de no revelar su secreto. Para muchos varones la figura del ‘macho’ es igualmente opresiva que para muchas mujeres”.

Por eso revisar, cuestionar y modificar concepcion­es, creencias y valores en torno a la masculinid­ad permite romper con la desigualda­d entre los géneros pero también implica una oportunida­d para los varones de asumir la propia vulnerabil­idad y fragilidad, de humanizar los vínculos y vivirlos con plena sensibilid­ad y libertad. Tarea para el hogar.

... SER “MACHO” IMPLICA MUTILACION EMOCIONAL, EL PANICO A LA VULNERABIL­IDAD Y A PERDER EMPATIA CON LOS QUE DICEN QUE LO SON.

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