La latina que sacude la política de los EE.UU.
Es la nueva estrella del Partido Demócrata: joven, polémica, feminista, latina y, por si fuera poco, bonita. Ya es congresista y va en ascenso: ¿hasta dónde llegará?
Era hasta hace sólo un año moza en un restaurante de tacos de Manhattan, hija de una mucama puertorriqueña. Ahora es la estrella de la política de los Estados Unidos. Se llama Alexandria OcasioCortez y es una chica latina del Bronx. Apareció de la nada con la fuerza de un tornado y se convirtió en la legisladora más joven de la historia del país, con 29 años. Y puso a Washington de patas para arriba, por izquierda y por derecha.
Sin embargo, la juventud no está le- jos de ser el principal mérito de AOC, como la llaman todos por su nombre en la cuenta de Twitter. En cambio, lo es su frescura y la irreverencia de sus convicciones, algo que la hace una figura admirada, temida, envidiada y también el blanco de burlas de la derecha, que la convirtió en su meme favorito.
Además de sus posiciones políticas, Alexandria ha logrado tocar una fibra emocional que a veces la acerca a una celebrity. Ella dice qué marca de lápiz de labio usa, y enseguida ésta se agota. Cuenta sin pelos en la lengua su rutina de cuidado facial. Pero así como habla de estas cosas, en apariencia frívolas, es el motor de un cambio radical en el discurso político, que hace parecer a Barack Obama, el ex presidente negro, un tibio.
Su ascenso a la política empezó en junio pasado cuando desafió, en una interna impensada del partido demócrata, a un congresista muy poderoso, Joe Crowley, y para sorpresa de todo el mundo –comenzando por ella misma– le ganó. Su campaña había arrancando con un video que se volvió viral, donde aparecía en la plataforma del subte cambiándose los zapatos. “Se supone que mujeres como yo no se postulan a cargos
electorales”, decía su voz en off. “Nací en un lugar donde el código postal determina tu destino”, continuaba. Después de su batacazo electoral, todo el mundo vino a sus pies: los programas de televisión, los reportajes. Y los llamados de los políticos más importantes del país. Todo el mundo quería saber quién era.
Transformándose en un fenómeno.
AOC no salió de un repollo de la política, sino que es un producto bien millennial del activismo contemporáneo. Tiene un título de grado de Boston University en Economía y Relaciones Internacionales. Tras graduarse, volvió al Bronx, donde vive con su novio en un ambiente. En diciembre de 2016, en medio del más crudo de los inviernos, ella marchó a Dakota del Norte –donde hace realmente mucho frío– a participar en una protesta en una reserva sioux contra el plan de un gasoducto que iba atravesar su territorio, y que llevaría petróleo de las arenas bituminosas de Canadá, el más contaminante que hay. Esa lucha, ocurrida en un sitio que se llama Standing Rock, la transformó completamente. Se dijo a la vuelta: “Tengo que hacer algo”.
Y en eso, recibe un mensaje de una organización llamada Justice Democrats. Este grupo, junto a otro que se llama Brand New Congress, salieron de las entrañas de la campaña de Bernie Sanders, un senador socialista de Vermont, que le disputó la candidatura a Hillary Clinton en 2016 y ahora otra vez es pre candidato para 2020. La figura del presidente Donald Trump es un factor que empujó a mucha gente nueva a meterse en política y repensar las estrategias tradicionales, que ahora parecen en crisis. Trabajando con esas organizaciones, Alexandria refinó su discurso, sus métodos, su comunicación. Y tuvo equipo. Pasión no le faltaba. Ganó.
Su campaña arrancó en el living de la casa, sin que nadie que no fuera latino pudiera realmente decir su nombre sin incurrir en una especie de terrible trabalenguas. Hoy, sin embargo, su figura es más conocida que todos los candidatos que le quieren disputar la presidencia a Trump dentro de un año. Y eso que empezó con una cuenta en Twitter con sólo 300 seguidores. Hoy tiene más de 3 millones. Todo lo que ella pone en esa red es producto de su autoría. Está en ella a toda hora del día.
Pero Twitter no fue el único factotum en su campaña. Fue, también, estar presente, recorrer personalmente las calles derrumbadas y multilingües del Bronx o de Queens, donde repartía volantes; escuchar, y tocar timbres al estilo María Eugenia Vidal. La chica ignota pasó así a la fama, a pesar de haber hecho una campaña sin fondos como los que tenía su oponente. No todo es plata.
Uno de los ejes de su campaña política fue “Abolir ICE”. ICE es la Immigrations and Customs Enforcement, la agencia que separa a niños de sus padres en la frontera con México. Por eso, Trump enseguida se fijó en ella. Al presidente, la idea de liquidar una entidad estatal de esas características le parece una reverenda estupidez: y, entonces, la convirtió en su blanco de ataques y burlas. Y lo mismo piensa el resto del partido Republicano, que le dedica todos los días un meme en las redes con sorna. Pero, quienes escuchan a AOC diciendo esto sienten que un aire fresco sopla por sus oídos, ideas radicales en un país en el que los ricos son cada día groseramente más ricos y los pobres, más pobres.
No fue la única frase polémica de Ocasio-Cortez. En el famoso programa de la CBS 60 Minutes, que es un rito de los norteamericanos los domingos por la noche, dijo que estaba a favor de cobrarles un impuesto del 70 por ciento a los ricos, algo que los Estados Unidos ha hecho en tiempos terribles como la Segunda Guerra Mundial. Y mientras la derecha pensaba que lo que ella había dicho era el equivalente de un quemo nacional, señores de la talla de Paul Krugman, que es premio Nobel en Economía, dijo que tenía razón.
Todavía no había asumido su banca cuando activistas de un grupo llamado Sunrise Movement ocuparon pacíficamente la oficina de Nancy Pelosi, la líder del partido Demócrata en la Cámara Baja, para reclamar acción contra el cambio climático, y AOC se sumó a ellos, en una actitud jamás vista en un miembro junior del cuerpo. El Congreso tiene jerarquías bien definidas, que tienen que
ver con la antigüedad. Y, sin embargo, la muchacha del Bronx no se amilana por ello. Aunque en apariencia no tiene poder, en realidad posee tal magnetismo que su figura es inevitable: cualquiera que aspire a la presidencia se querrá sacar una foto con ella para obtener el voto millennial que no le teme –como sus padres– a la palabra socialista.
Sueño verde.
Alexandria juró vestida de blanco, un color bastante inusual en el Congreso, donde las mujeres usan azul o rojo ( los colores de la bandera). Lo hizo sacándose selfies con sus nuevas colegas, una oleada de mujeres que transformó a esta institución tan rígida (algunos dirían, vetusta). Y, enseguida, empezó a hacer olas con una propuesta radical que presentó junto a un Senador por Ohio, Ed Markey, esta vez vestida de verde: se llama el Green New Deal.
Inspirado en el programa impulsado por Franklin Delano Roosevelt, que arrancó al país de la Gran Depresión de 1930, el Green New Deal propone una transformación radical del país para alcanzar, en diez años, una economía con bajas o nulas emisiones de gases de efecto invernadero, que son los que provocan el cambio climático. Para eso, hay que dejar de quemar petróleo, gas y carbón, que ahora son las principales fuentes de energía. Pero como no sólo se trata de un cambio tecnológico, la propuesta incluye también medidas de justicia social, como salud para todos. Lo han tachado de “irreal” y hasta de ridículo, pero la verdad es que el Green New Deal ha ganado el sello de aprobación de todos los precandidatos demócratas, senadores y 70 congresistas.
“El cambio climático y el ambiente es uno de los desafíos más grandes y una amenaza existencial a nuestro modo de vida”, señaló AOC. “Todos los grandes programas que van desde el New Deal hasta la Gran Sociedad (el programa que impulsó Lyndon Johnson para terminar con la pobreza en los ‘60), empezaron con una visión de futuro”, agregó.
Sea cual fuere la suerte del Green New Deal, lo cierto es que AOC puso a los Estados Unidos a hablar de un tema que parecía tabú en la era Trump y que ahora hasta lo discuten los laboristas en el Reino Unido. ¿Será que ella es contagiosa? Y no sólo por su sonrisa.