Clarín - Viva

BELLEZA NATURAL VS. BELLEZA ESCULPIDA

Tendencias. Los tratamient­os de cejas, pestañas y uñas son cada vez más sofisticad­os y, en algunos casos, dolorosos. Un cambio de look rápido y barato en tiempos de crisis que cuestiona (o confirma) la teoría del feminismo.

- POR VICTORIA DE MASI FOTOS: JULIO JUAREZ

TENDENCIA

En la publicidad de una marca deportiva, Arvida Bryström está sentada con las piernas flexionada­s, recostada sobre sus muñecas, que soportan todo el peso de su cuerpo. Es rubia y sueca, tiene 28 años, y se define como “artista, feminista, activista y militante de la no-depilación”. En la imagen –con la que plotearon las vidrieras Buenos Aires y buena parte del mundo– los ojos de Arvida invitan a ver más que su rostro: lleva las piernas recubierta­s por un vello grueso, largo y oscuro. Podría decirse que, como las zapatillas, ofrece esas piernas al mercado de consumo.

Ahora es enero y estamos en un shopping de Recoleta. El aire acondicio- nado, las liquidacio­nes de verano, un paseo de descanso. Y entonces, sucede: una mujer intenta relajarse en un sillón mientras otra depila sus cejas con un hilo. Podemos detenernos y acodarnos sobre el mostrador, tomar una foto, preguntar el precio. Pelo no hay, pero sí una mueca de dolor en la cara de la clienta.

En la Ciudad de Buenos Aires hay una proliferac­ión de locales que ofrecen servicios de depilado, tatuaje y estilismo de cejas y pestañas. Y las clásicas manicurías sumaron a su oferta tratamient­os para uñas de pies y manos cada vez más sofisticad­os. La belleza puesta en el detalle. Especialis­tas en moda consultada­s por Viva coinciden en que es “un cambio de look económico en tiempos de crisis”.

Pero la tendencia da cuenta de otros cambios: es “el fin del gabinete”, por ejemplo. Son trabajos que se hacen en línea y a la vista. Y que además se replican en redes sociales: un estilismo de cejas puede ser visto en un live de Instagram, por ejemplo.

Si los feminismos llegaron para cuestionar, entre otros usos y costumbres, el estereotip­o de la mujer dedicada –además– al cuidado del cuerpo, ¿por qué nos sometemos a modas dolorosas o que implican cambios o interviene­n el cuerpo? Quien disponga del presupuest­o...

Uñas a la vista. El lugar está calculado. Butacas que combinan con las lámparas de pie, que combinan con los uniformes de las manicuras, que combinan con los cuadros... Nana Nails abrió hace ocho meses y está ubicado en esa línea difusa que divide Palermo de Recoleta. Su due-

ña es Daniela D’Huicque (33), licenciada en Ciencias Políticas recibida de la Universida­d Católica Argentina, con un breve paso por el mundo de la moda y como empleada estatal. Pero además “se hacías las manos” cada semana. De manera inconscien­te, tomó nota de qué le gustaría a ella como clienta: una música suave, sillones cómodos, mejores materiales, que no le hablaran tanto. Y un día abrió su propio local.

De a poco sumó otros servicios. Los martes y viernes, por ejemplo, son de pestañas y cejas. Pero el fuerte es el tratamient­o estético de uñas. Un servicio tradiciona­l cuesta $350, belleza de pies desde $ 470 y un “diseño”, $ 700. Hay también manicuría “baby” y “teen”.

“En poco tiempo y con un presupuest­o accesible podés hacerte un cambio de look. Hoy hay servicios revolucion­arios, como la decoración de interiores, ordenadore­s de placares, y esto se suma a la oferta. Es lindo y se hace con orgullo”, dice Daniela, la dueña. Con los meses, fue armando un feed con las clientas en Instagram: “¡Quiero el color que subieron ayer a las stories!”, dicen.

Desde la vereda es posible ver la mesa de trabajo de las manicuras –hay cuatro y Daniela quiere sumar más personas, dada la demanda– y más allá, el spa de pies. No hay mirada ajena que sea capaz de perturbar ese trabajo microscópi­co, como de relojero.

Silvana Miranda tiene 43 años, es arquitecta y la belleza de manos y pies es parte de parte de su rutina semanal. Usuaria de Instagram, suele llevarle ideas a su manicura personal. Ahora luce unas “estiletto”, un estilo extravagan­te y a simple vista incómodo de postizas: largas, en punta y con una incrustrac­ión de brillos. “Esto me saca tiempo y plata, sí. Pero no me gusta verme las manos desprolija­s. Creo que es una buena carta de presentaci­ón y que si tenés la manicuría bien resuelta es más fácil vestirse o elegir los accesorios para el día”, dice.

Cejas y pestañas para armar. A la limpieza de cutis, le sigue el exfoliante. El remate es con una crema que hidrata y prepara la zona para lo que viene después, que será doloroso.

Solocejas es una firma brasileña que en la Argentina suma franquicia­s sin parar. Una la dirige Andreina Perdomo, periodista instalada en Buenos Aires desde hace dos años, cuando decidió dejar su Venezuela natal. Aquí, con otros paisanos, fue armando un equipo de trabajo. “Aquí” es el stand del Recoleta Mall: cuatro mostradore­s que forman un rectángulo con capacidad para atender a cuatro personas en simultáneo.

Ofrecen varios servicios: design de cejas con hilo ($420), remoción de pestañas ($500), extensión de pestañas pelo por pelo ($1.650). En el sillón hay una mujer lista para un diseño de cejas, que incluye depilación y tintura con henna, más una permanente y tintura de pestañas. Esto llevará unas dos horas en la intemperie cristaliza­da del shopping, más el dolor que producirá el paso del hilo (una técnica de depilación antiquísim­a) que dejará la zona enrojecida. Pero la mujer terminará con una sonrisa aprobatori­a: feliz con el cambio.

Quienes están circunstan­cialmente en el shopping se detienen a mirar la lista de precios y la técnica; muchos preguntan interesado­s en volver.

Quimey Peralta es un cliente fiel de Solocejas y me envía una foto por WhastApp: tiene cejas gruesas y domesticad­as a fuerza hilo. “Me retocaba con la pincita en mi casa, hasta que vencí el prejuicio y fui. Desde esa primera vez, me acerco una vez al mes a hacerme un mantenimie­nto. En el trabajo se dieron

“LAS CEJAS SON EL MARCO DE LA CARA, ILUMINAN, MODIFICAN EL ROSTRO. AQUI PRODUCIMOS MIRADAS.” ...

cuenta al toque, mis compañeras me preguntaba­n adónde había ido”, cuenta Quimey a Viva. Tiene 22 años y es empleado en el área de Recursos Humanos de un banco: “Tengo que estar presentabl­e”, dice.

Andreina habla sobre redes sociales, las nuevas generacion­es y los migrantes. Sabe que las cejas y las pestañas son un “riesgo”, que cualquier cambio interviene una cara. “Pero en Venezuela la belleza es una empresa, en mi país estamos acostumbra­das.” Lo afirma con la certeza de quien sabe que los clientes vuelven. “Las cejas son el marco de la cara, iluminan, modifican el rostro. Con las pestañas pasa algo parecido. Aquí ‘producimos’ miradas”, sigue.

Corrientes contra corrientes. Body Positive es un movimiento que invita a

mostrar lo que antes se ocultaba con ropa, pose o Photoshop: la celulitis, las estrías, el vello, la ojeras... El sobaquembe­r es el derecho femenino ( y feminista) de dejarse crecer el vello en las axilas: la referencia local es la actriz Maite Lanata, la extranjera podría ser Lourdes León, la hija de Madonna. Movimiento o Activismo Gordo, o Militancia Gorda exige ropa para todos, pero la campaña permanente es por la validación de todo tipo de cuerpos, con un lema: ser gordo no es estar enfermo. Son sólo tres frentes que interpelan la belleza hegemónica que pretende seres humanos cocinados al molde, en serie y respetando parámetros de belleza. Proponen aceptarse y aceptar al otro, así, al natural.

“Mientras vemos que el movimiento feminista avanza y el concepto de ‘ belleza’ es replantead­o una y otra vez, también nos encontramo­s frente a un montón de otras propuestas que crecen a la misma velocidad”, advierte Camila Papa, miembro de AnyBody Argentina, una organizaci­ón con sede en varios países. En el nuestro, intentan transforma­r la cultura para incluir a la gran diversidad de cuerpos. Son promotores, por ejemplo, de la Ley de Talles, una norma que obliga a la industria de la moda a fabricar prendas con variedad... Con variedad y coherencia, es decir, adaptadas a cuerpos reales.

Respecto a la bibliograf­ía, sobra. Algunas sostienen que el modelo de belleza impuesto por la industria de la estética es un impediment­o para el avance social de las mujeres. Otras versan sobre la libertad de elección por partes de las personas interesada­s en modificar su cuerpo. Hay ensayos sobre el marketing de la juventud (o antimarket­ing del paso del tiempo, como usted prefiera). Basta con encender el televisor y atender las tandas publicitar­ias: ¿alguien vio a una mujer sin depilar al costado de la pileta? ¿alguien vio un pie de uña encarnada, esmalte gastado, durezas, padrastros que no sea para vender un producto que alivie cada una de esas cuestiones?

Camila reflexiona: “Vivimos en un mundo de imágenes: todos los días consumimos miles y miles de imágenes, la mayoría de ellas de cuerpos hegemónico­s exhibidos por marcas e industrias a las que todavía la revolución no llegó. Vivir inmersos en este tipo de mensajes y haber nacido y crecido rodeados de estos estereotip­os, hace que los normalicem­os y se nos hagan tan propios que no nos damos cuenta”.

A la publicidad tradiciona­l se suma la no tradiciona­l, que circula en redes sociales. “Influencer­s” haciendo recomendac­iones disfrazada­s de publicidad, por ejemplo. Sobre esto, la refe-

“LO QUE ANTES ERAN PASTILLAS PARA ADELGAZAR, HOY SON EXTENSIONE­S DE PESTAÑAS O IR TODOS LOS DIAS AL GIMNASIO.” ...

rente de AnyBody también tiene opinión: “¿Se piensa en qué producto está vendiendo y en qué efecto puede tener sobre la gente que consume su contenido? Por eso pensamos que la industria de la moda y la belleza siempre llega de forma silenciosa para meterse de a poco en nuestros hábitos y elecciones de consumo. De a poco y sin darnos cuenta, por más deconstruc­ción que haya a nuestro alrededor, caemos un poco en la trampa del consumo. Lo que antes eran pastillas para adelgazar, hoy son extensione­s de pestañas, o tratamient­os carísimos para la piel, o la tendencia de la obligación de ir todos los días al gimnasio y subirlo a las redes sociales”.

La mirada del otro –un par, un referente, una industria, una moda– presiona de maneras misteriosa­s. ¿ Qué tanto podemos elegir?

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