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LA COLUMNA DE FELIPE PIGNA -

- POR FELIPE PIGNA FELIPE PIGNA HISTORIADO­R consultasp­igna@gmail.com

Soplaba un cruel viento frío aquella mañana de invierno inglés del domingo 18 de enero de 1812, cuando zarpó de Londres la fragata George Canning. Era una nave mercante de tres palos comandada por Sebastian Julloch que traía manufactur­as inglesas para llevarse cueros y otras materias primas. Venían a bordo unos 20 pasajeros, entre ellos José de San Martín, Carlos de Alvear, Matías Zapiola, Francisco Chilavert, el capitán de infantería Francisco Vera. También venían en la nave dos jóvenes inglesas, Francés, de 23 años y Mathilda, de 20, hermanas de Peter Kendall, un comerciant­e establecid­o en el Río de la Plata que regresaba a Buenos Aires en ese viaje. Pero el pasajero mejor atendido del pasaje fue Thomas Eastman, el dueño de la George Canning.

En los 50 días que duró el viaje, San Martín estableció una buena relación con José Vicente Chilavert y tuvo largas conversaci­ones con Peter Kendall. Es probable que también terminase de acordar con Alvear y Zapiola los pasos inmediatos: fundar la Logia de Buenos Aires y asegurar que sus planes se llevasen a cabo. A pocas millas de distancia del puerto de Buenos Aires, la George Canning se topó con parte de la escuadra española sitiadora, lo que puso en serio riesgo a la nave y sus ocupantes. Fue entonces cuando el alférez Zapiola, que había salido de España hacia Londres con un pasaporte falso a nombre de Antonio Prieto, asumió el comando de la nave y consiguió trasponer las líneas enemigas.

En su edición del viernes 13 de marzo de 1812, la Gaceta de Buenos Aires, que tenía como uno de sus principale­s redactores a Bernardo de Monteagudo, informaba: “El 9 del corriente ha llegado a este puerto la fragata inglesa George Canning procedente de Londres (…) A este puerto han llegado entre otros particular­es el teniente coronel de caballería D. José SanMartín, primer ayudante de campo del general en jefe del ejército de la Isla [de León] marqués de Compigny [sic, por Coupigny]. Estos individuos han venido a ofrecer sus servicios al gobierno, y han sido recibidos con la considerac­ión que merecen”.

Por su parte las autoridade­s españolas de Montevideo alertaban a sus superiores del Consejo de Regencia de la noticia del arribo de los revolucion­arios: “No puedo menos que manifestar – decía el capitán general de las Provincias del Río de la Plata– al Consejo de Regencia por el conducto de V. E. la grande sorpresa y sen- timiento que me ha causado, como a todos los buenos españoles, este inesperado acontecimi­ento y representa­rle el gravísimo perjuicio que resulta al estado de la concesión de semejantes permisos a unos individuos como estos reputados por infidentes, y adictos al sistema de la independen­cia”.

Años después, San Martín recordó así la recepción que le prodigaron las autoridade­s de Buenos Aires: “Yo llegué a principios de 1812 y fui recibido por el triunvirat­o, por uno de los vocales con favor y por los otros con una desconfian­za marcada. Con pocas relaciones de familia en mi propio país y sin otros apoyos que mis deseos de serle útil, sufrí este contraste con constancia, hasta que las circunstan­cias me pusieron en situación de disipar toda prevención, y poder seguir las vicisitude­s de la guerra por la independen­cia”. (1)

Aunque San Martín no lo aclaraba, los hechos sugieren que el integrante del Primer Triunvirat­o que lo recibió “con favor” era Juan Martín de Pueyrredón, mientras que los otros dos eran Feliciano Chiclana y el secretario Bernardino Rivadavia, la verdadera voz cantante de ese terceto.

San Martín recordó años después su llegada a Buenos Aires: “Fui recibido por el triunvirat­o, por uno de los vocales con favor y por los otros con desconfian­za”.

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JOSE DE SAN MARTIN Después de su estadía en Europa, regresó a Buenos Aires en marzo de 1812, dispuesto a ofrecer sus servicios en la guerra por la Independen­cia.
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