Heredar su Leica
Jorge Aguirre fue un maestro para toda una generación de fotoperiodistas formados en los setenta y ochenta. Injustamente olvidado, la muestra que empieza el viernes en FOLA quizás ayude a poner en valor y divulgar su obra, exquisita y llena de fino humor, pero no exenta de cualidades documentales. Conocí a Jorge en 1975, cuando yo no tenía aún 20 años, ni experiencia como reportero. Por casualidad, entré a trabajar al recién creado diario La Calle, que respondía al Partido Comunista y sus aliados. Fui recibido con frialdad y desconfianza por mis colegas, salvo por Aguirre, que era el jefe. Elegante y apuesto, se movía por el centro llevando siempre su Leica M3. Los límites de su accionar eran difusos, pero abarcaban de Callao al Bajo, y de Libertador a Corrientes. Cuando Isabelita clausuró el diario, nos reuníamos en el Florida Garden a tomar café, y luego, a deambular, haciendo fotos y discutiendo un poco de política. El era peronista y yo, bastante “gorila”. Pocos meses después, fui secuestrado y marché al exilio. Era uno de los pocos que me escribía contándome las desdichas argentinas. Ahora me doy cuenta de lo joven que era (67) cuando un cáncer lo abatió. Discreto, se fue sin que quienes lo queríamos nos enteráramos de la enfermedad. Al morir, su familia me regaló una de sus Leica, que no me animé a usar hasta hoy. Así que si aman la fotografía callejera, no se pierdan esta muestra. Si no les gusta, vayan igual.