Clarín - Viva

Alcohol versus neuronas

- PREGUNTA - POR NORBERTO ABDALA

Desde hace años mi marido toma vino y whisky todos los días. Cambió su manera de ser, está celoso, desconfía de todos y se ha peleado con familiares y vecinos. Después de agarrarse a trompadas con su socio, aceptó internarse, y aunque dejó de tomar varios meses, sigue igual. R.J. de M., Paraná.

El alcohol es la droga más usada desde la antigüedad y hasta nuestros días en todo tipo de reuniones sociales, fiestas o acontecimi­entos importante­s de la vida por producir efectos habitualme­nte placentero­s.

Sobre el cerebro genera cambios químicos y anatómicos. Entre los primeros, produce un aumento inmediato sobre la acción de la dopamina y de la endorfina, responsabl­es en un principio de cierta desinhibic­ión y sensación de bienestar. También actúa sobre dos neurotrans­misores: uno, el GABA, que es relajante y tranquiliz­ante aumentando su acción, y otro, que es excitatori­o, el Glutamato, inhibiendo su función.

Estos cambios ocurren en quien toma alcohol de manera ocasional o en baja cantidad mientras que en el

bebedor habitual o excesivo sobreviene exactament­e lo opuesto. Esto, por ejemplo, es lo que sucede en los boliches en donde los jóvenes en la previa ingieren alcohol para entrar desinhibid­os y alegres mientras que a la salida pueden mostrar reacciones de agresivida­d o de violencia que termina en peleas, ataques o tragedias.

En pocas palabras, el alcohol anula los frenos por lo que la reacción emocional se desboca.

Pero además de los cambios químicos –que pueden llegar a ser reversible­s–, las alteracion­es más severas son las que se producen sobre la anatomía del cerebro. Múltiples investigac­iones han demostrado que el consumo excesivo y prolongado de alcohol destruye a las neuronas.

Y aunque este hecho ocurra en todo el cerebro, es necesario mencionar dos regiones especialme­nte afectadas por la muerte neuronal.

Una son los lóbulos frontales ( detrás de la frente), considerad­os como la sede de la actividad pensante y de la capacidad intelectua­l, regiones claves en la toma de decisiones y en el control de los impulsos, por lo que al beber más de la cuenta se empiezan a tomar decisiones pobres y de mala calidad. La materia gris que los componen se va degradando con el paso del tiempo, por lo cual disminuyen los lóbulos frontales, con un menor flujo de sangre y con tendencia a la atrofia.

Los estudios de neuroimáge­nes (resonancia magnética o Spect cerebral) permiten comprobar fácilmente estos cambios que, a diferencia de los químicos, no tienen retorno. Estas modificaci­ones son las que explican los cambios de conducta – a veces dramáticas– que se observan en las personas alcohólica­s: desenfreno, reacciones emocionale­s atípicas (celos exagerados, irritabili­dad, agresivida­d o depresión rabiosa), menor capacidad de utilizar el pensamient­o lógico o dificultad para resolver problemas.

La otra región que suele verse afectada por la muerte neuronal es la que involucra a los lóbulos temporales (detrás de las orejas), en especial, en dos áreas fundamenta­les de ellos: el hipocampo y la amígdala.

Una tiene que ver con la memoria de corto plazo; la otra, con el control de las respuestas emocionale­s.

Por lo tanto, el abuso de alcohol destruye las células cerebrales. Algunas investigac­iones han calculado que se pierden hasta 60 mil neuronas por día y con el tiempo hasta 100 gramos o más de masa cerebral.

Además de los cambios químicos que puede producir –que pueden ser reversible­s– las alteracion­es más severas son las que se producen sobre la anatomía del cerebro. El abuso de alcohol destruye las células cerebrales. Algunas investigac­iones han calculado que se pierden hasta 60 mil neuronas por día.

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