Clarín - Viva

PONER LUZ A PALABRAS DE AMOR

- POR PABLO CALVO FOTOS: ANDRÉS D’ELIA

Julia Coria, escritora. Acompañó la agonía de su marido durante dos años, pero tomó nota de los diálogos felices, los guiños amorosos y los sueños imposibles. Alumbró entonces Todo nos sale bien, un libro enterneced­or que del papel saltó a las redes sociales. Allí, con aguda sensibilid­ad, Julia responde cada mensaje que le llega.

Del libro de Julia Coria salen dos manos. Son manos que acarician al lector, pero también lo agarran de la solapa, lo zamarrean, lo despiertan y le recuerdan que la vida, pase lo que pase, es un tesoro.

El título tiene apariencia positiva, Todo nos sale bien, pero cada letra se incendia. Fuego sobre caracteres, cuatro palabras en cuatro renglones que apuntalan un edificio en llamas.

La escritora se quedó sin palabras cuando escuchó el diagnóstic­o que le daban a Fabián, su profesor admirado, su compañero de viajes, su marido, el padre de sus dos hijos, Cuca y Fidel. “Cáncer. Cáncer de esófago”, dejó en claro el doctor. Y el paisaje de armonía familiar se sacudió como en un terremoto.

Julia acompañó dos años la agonía de Fabián. Se hizo experta en sortear barreras. Lloró sola, sonrió a su lado. Protegió a sus hijos, buscó el hombro de su abuela, de 96 años. Dejó de producir literatura, pero en medio del dolor, tomó nota de los diálogos felices, de guiños amorosos en momentos dramáticos y de sueños alcanzable­s, que ya eran imposibles.

Y así, en un cuaderno, alumbró el

texto del que salen manos, para apretar otras manos, para palmear a los que pasan por situacione­s similares.

“Yo no hago catarsis cuando escribo, ni escribo para mí, eso es una falsedad. Cuando uno escribe deja una huella, un mensaje para que alguien lo encuentre”, lanza Julia Coria sobre la novela editada por Odelia que, por su impacto emocional, saltó del formato de papel a las redes sociales.

Los lectores le escriben conmovidos por Instagram o Facebook apenas terminan las 167 páginas: “Y yo siempre les contesto, con mucho respeto. Tengo dominio de lo que está bueno que te digan, porque sé lo que me hubiese venido bien a mí. Una familia con un enfermo de cáncer necesita eso, realidad, no que le sugieran tomar Espirulina o pasarte aloe vera. Si alguien tiene metástasis en todo el cuerpo, no le digas que con un licuado o con reiki se salva”.

Julia admira la dedicación de la escritora Amélie Nothomb en contestar a mano cada carta que le llega sobre su obra, dedicada a la complejida­d de las relaciones humanas. “Es muy loco eso: la gente termina de leer el libro y así, con el arrebato, me busca por las redes y me escribe. Mujeres que acaban de enviudar, que tienen un familiar enfermo, un pibe que salió corriendo a ver a la novia porque necesitaba abrazarla”, cuenta la autora, que desde los 15 años (tiene 42) acude a los talleres literarios de Diego Paszkowski, es socióloga y se especializ­a en temas de educación.

Coria recibe a Viva en el café Moshu, del barrio de Saavedra. No es un lugar cualquiera: allí ganó un picnic para el Día de los Enamorados, en un concurso sobre historias de amor. Ella, alumna, transporta­da al día en que conoció a Fabián, profesor, una tarde de marzo de 1997, en el aula 510 de la facultad de Ciencias Sociales. “Más que amor a primera vista, fue deseo a primera vista.” Un flechazo en el Talón de Aquiles. La historia ganó el primer premio. Faltaba un día para que él muriera. “Estábamos saliendo para el sanatorio y le digo: ‘Gordo, ganamos’, y Fabi, que estaba muy mal, me contesta: ‘¿Viste? Todo nos sale bien’.”

... “FUE DESEO A PRIMERA VISTA”, LO QUE SINTIO JULIA CUANDO ENTRO AL AULA Y VIO A FABIAN, SU PROFESOR DE LA FACULTAD.

¿ De dónde sacaste fuerzas para acompañar a tu marido y sostener a tus hijos todo ese tiempo? No tenés Plan B, ¿qué vas a hacer? Tuve suerte también, porque logramos armar una estructura familiar que me permitió quedarme en casa. Y siempre me consideré afortunada de haber podido estar muy cerca de mi compañero en un proceso así.

Hay un perfume risueño en escenas de mucho dolor... Es que teníamos un código de humor que nos hacía bien. Cuando llegaban las fiestas, con Fabi nos decíamos: “Navidad con tus viejos y Año Nuevo con los míos, ¿te parece?”, cuando ninguno de los dos teníamos padres. Me acuerdo también que, en sus últimas horas, todo entubado, me miró y me dijo: “De coger ni hablemos, ¿no?”.

En las redes te preguntan cómo están tus hijos, protagonis­tas de fondo de la novela... Yo contesto “estamos bien los 33”. Estábamos con una montaña encima. Ya no. Quise dejarles a ellos un registro de las cosas que sucedieron, de la valentía que ellos tuvieron. Cuando Fabi murió, Juana (Cuca) tenía 14 años y Fidel, 11, así que de muchas cosas no se van a acor

dar, pero hicieron cosas muy nobles. Que un pibe de esa edad se pare delante del padre y le diga “te voy a extrañar”. O que una adolescent­e se dé vuelta y me recalque: “No te olvides de donar los órganos de papá”. Eso es heroico. Quiero que cuando tengan 50 años se acuerden de eso.

Tenías una red de afecto que te sostenía, ¿cómo era? Mi familia es muy buena en la adversidad. Yo les digo a mis tíos y a mis primos de Adrogué “con ustedes dan ganas de tener un quilombo” porque ante cualquier problema se lucen. Tengo también un grupo de WhatsApp con mis amigas que se llama “Las odio y rencor”, donde podía hablar con la verdad. Si me preguntaba­n cómo estaba, yo les decía “como el orto” y ellas entendían. Mamás del colegio, cuando había un acto o las maestras encargaban útiles, me quitaban preocupaci­ón: “Quedate tranquila, yo compro todo por dos”. Hasta una persona que yo no conocía, amigo de un amigo, se ofreció a pagar los remedios oncológico­s. No hizo falta porque los cubría la obra social, pero el gesto fue enorme.

¿ De qué lecturas te nutriste para componer tu texto? La ceremonia del adiós, donde Simone de Beauvoir relata los últimos diez años de la vida de Jean Paul Sartre. El año del pensamient­o mágico, de Joan Didion, cuyo marido cayó redondo sobre la mesa cuando se disponía a cenar. También de ella Noches azules. El poema Blues funerario, de Wystan Hugh Auden. Y un libro alucinante, que puede leer cualquier, pero con un título mejorable, Anticáncer, del doctor David ServanSchr­eiber, que habla de la relación de la enfermedad con la alimentaci­ón. Ni nos damos cuenta de lo que eso provoca. Yo compro el bolsón orgánico y en casa hacemos el pan. Ponemos atención

a este tema. Pero algo que tuve presente cuando había que seguir adelante con Fabi fue la frase de Alessandro Baricco que dice: “El destino hace fuego con la leña que hay”.

¿Cómo te repercutió en el cuerpo este esfuerzo personal? El año pasado me sentí tan mal que me tuve que apoyar en la pared de una joyería. En eso entra un mensaje al celular, era Diego Paszkowski, que me invitaba a corregir. Hacía años que no iba. Y dije “sí”. Después me llama Hernán Pueyrredón para sumarme al ciclo de lectura Golos. Fui. Leí el monólogo de una mujer que le habla a su marido enfermo. Luego invité a autores amigos a un asado. Vinieron 18, Tomás Wortley, Marcelo Utje. Al encuentro siguiente leí los tres primeros capítulos de Todo nos sale bien en torno a un fogón, a las cinco de la mañana. Se lo di a las mujeres de la editorial Odelia un 7 de febrero, me dijeron “lo queremos”, me fui de viaje y 20 días después me lo mandaban ya corregido, para que lo viera. Fue un vértigo total. Después de dos años, había vuelto a escribir y a publicar.

¿Por qué pensás que los lectores reaccionan así cuando leen tu libro? Son cosas muy lindas las que pasan. Vi

reseñas que decían que era un libro “duro”, pero yo lo percibo distinto, para mí es como un caramelo masticable. Se corta con cucharita, porque es una novela sobre la vida, no sobre la muerte. Pero sobre todo es una historia de amor.

Julia Coria fue finalista del Premio Clarín de Novela en 2008, edición que ganó Raquel Robles, ante un jurado integrado por José Saramago, Rosa Montero y Alberto Manguel. Ambas escritoras tienen a sus padres desapareci­dos. “Mis papás eran montoneros y estaban clandestin­os en Lobos o en Bosques. En febrero de 1977 mi mamá tuvo la sensación de que yo me quedaba con hambre, porque lloraba mucho, calculo que por la angustia de ellos, que estaban muy cercados. Entonces me llevaron a Adrogué al pediatra y ese día se dividieron, mi papá iba para tal lado, mi mamá para tal otro. Algo pasó. Se desencontr­aron. Mi papá nos fue a buscar en bicicleta, una cosa que a mí me pareció muy épica, porque violaba todas las reglas de protocolo montonero. Fue a rescatarno­s, sin ninguna clase de lógica”, reconstruy­e Julia, también aquí en modo “narración testimonia­l”.

Mientras se incendian las letras de la tapa de su libro, Coria presta atención a los diálogos del bar Moshu. Sabe que en situacione­s simples puede haber un escena épica. “Mis primos me cargan cada vez que les cuento una trama. Me dicen ‘sacale el IVA’, pero yo pienso que si contás bien una historia, aunque sea mínima, puede convertirs­e en una flor de historia.”

Ahora prepara un libro de cuentos cortos con finales felices: “Sin ser un carnaval carioca, tendrán un trasfondo positivo. Y mis amigos escritores me odian por eso, jajaja. Cuando se arma el fogón yo les digo que intenten escribir algo así y ellos me contestan: ‘Coria, basta de felicidad’”.

 ??  ?? BIBLIOTECA. A modo de legado, Fabián dejó decenas de libros a sus hijos.
BIBLIOTECA. A modo de legado, Fabián dejó decenas de libros a sus hijos.
 ??  ?? TODO NOS SALE BIEN Libro editado por Odelia sobre el amor a la hora de la muerte.
TODO NOS SALE BIEN Libro editado por Odelia sobre el amor a la hora de la muerte.
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Coria escribe cuentos felices.
LA VIDA DESPUÉS. Luego del dolor, Coria escribe cuentos felices.
 ??  ?? FABI Y CUCA. El compañero de Julia y su hija, en una foto familiar.
FABI Y CUCA. El compañero de Julia y su hija, en una foto familiar.

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