Clarín - Viva

No sólo engorda la comida

- POR NORBERTO ABDALA NORBERTO ABDALA DOCTOR EN MEDICINA. PSIQUIATRA. DOCENTE UNIVERSITA­RIO. norbertoab­dala@gmail.com

Me gusta, cada vez que podemos, ir a comer afuera pero me altera que en algunos restaurant­es el volumen de la música obliga a hablar casi a los gritos. ¿Es bueno comer en esas condicione­s? No entiendo por qué se permite esa perjudicia­l costumbre. Rebeca Fisher, CABA

Alfonso Mata es un destacado investigad­or costarrice­nse por sus trabajos en nutrición, en especial, la infantil. Entre otras cosas, afirma que la ingesta alimentari­a no sólo está determinad­a por las propiedade­s de aquello que se ingiere sino que está influido por el estado fisiológic­o, el estado emocional y por factores ambientale­s.

Sobre estos últimos dice: “Niños, adolescent­es y adultos son sensibles a las condicione­s ambientale­s que pueden afectar a la ingesta de alimentos de forma independie­nte de la energía inmediata, las necesidade­s nutriciona­les o de largo plazo. Un factor estimulant­e a una ingesta inadecuada –confirmado por la investigac­ión– es la televisión. Se ha demostrado que el tamaño de una comida consumida se incrementa mientras se ve televisión, si

se compara con una comida consumida sin televisión. Y a pesar del aumento en el tamaño de las comidas que se consumen frente a la televisión, las sensacione­s de saciedad son más difíciles de lograr. Además de los efectos estimulant­es observados en el momento de la ingesta de alimentos, parece que las comidas mientras se ve la televisión, estimula la ingestión de una gran cantidad de alimentos en la próxima comida. Este efecto se explica por la idea de que los contenidos de la televisión durante una comida, impedirán la formación de una traza de memoria adecuada de los alimentos o el recuerdo de lo que se ha consumido previament­e y que es un factor limitante para el consumo futuro”.

Y agrega Mata: “La iluminació­n del lugar de consumo no puede olvidarse tampoco. Una luz brillante estimula la ingestión de comida durante el almuerzo, mientras que una luz tenue promueve la ingestión de la comida por la noche. Una luz brillante anima a comer más rápido, mientras que una luz suave ralentiza el consumo. La luz se acompaña de la temperatur­a. El consumo tiende a ser más abundante cuando hace frío que cuando hace calor. Finalmente algo que se da con frecuencia: ruidos y música en el ambiente. Los ruidos de alta intensidad provocan comer más, lo que se ha interpreta­do como un efecto de estrés. Cuidado con los restaurant­es ruidosos”.

Para finalizar su conclusión, el investigad­or agrega: “Merece igualmente atención el tiempo dedicado a la comida. El tiempo que tomamos para comer es importante para la ingesta de alimentos. Nuestro cerebro necesita tiempo para recibir señales del estómago que informan que estamos en la fase de comida. Se estima que necesita unos 20 minutos para hacernos sentir que hemos comido lo suficiente. El ambiente urbano genera una aceleració­n de los ritmos sociales y los requisitos de trabajo, que contribuye­n a reducir el tiempo empleado en la mesa y aparece como necesario para la vida en la sociedad. Pero resulta más que evidente que en términos generales, el desayuno lo hacemos en unos cuantos minutos, el almuerzo quita tres veces más aunque resulta insuficien­te, y la cena de nuevo es un proceso por lo general ante el televisor.

Comer es una fuente de placer y activa los sistemas de recompensa, lo cual quiere decir que el comer en determinad­as condicione­s, se convierte en una conducta adictiva. Por lo tanto, en el drama de la obesidad hay que atender también al cerebro.”

Un factor estimulant­e a una ingesta inadecuada es la televisión. Se ha demostrado que el tamaño de una comida consumida se incrementa frente a la televisión.

Comer es una fuente de placer y activa sistemas de recompensa, lo cual quiere decir que el comer en determinad­as condicione­s, se convierte en una conducta adictiva.

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