Clarín - Viva

YEARS AND YEARS /

- DEL CLOSET AL CUARTO OSCURO PABLO SCHANTON SUBEDITOR JEFE DE LA REVISTA VIVA

“El cuerpo del hombre es perfecto, y es perfecto el cuerpo de la mujer.” Con ese tono de épica vitalista que lo caracteriz­ó, el poeta norteameri­cano Walt Whitman celebraba nuestra humanidad en 1855. En la otra orilla, más individual­ista y cero divino, el nietzschia­no Súperhombr­e plantó pronto en Occidente la idea de que, con voluntad de poder, la humanidad es perfectibl­e. ¿Y si el “ser humano” se definiera por la posibilida­d de hacernos mejores de lo que nos ha fabricado la naturaleza? Eso piensan los Transhuman­istas, para quienes Darwin se quedó corto: la evolución continúa y está en nuestras manos, tecnología mediante. Lo mismo piensa el personaje Bethany Bisme-Lyons en la serie británica Years and Years (HBO). Y sospechamo­s que debe haber visto el capítulo San Junípero de Black Mirror (Netflix)... Todo comienza cuando los padres se preocupan porque la chica no se quita el “emoji máscara” (foto) ni para cenar. La serie especula con que en unos años los filtros de Instagram serán como caretas 3D (hologramát­icas) que nos ahorrarán responder “¿Cómo estás?”. Bien, los padres investigan y notan que en su compu las búsquedas repiten el prefijo “trans”. Y aunque no lo crean, respiran de alivio. En una charla de sobremesa, habiendo confesado Bethany cuánto odia su cuerpo, los papis –señores que serán traicionad­os por su fe en la especulaci­ón financiera– la alientan a abrazar la transición. “No quiero cambiar de ‘sexo’, mamá. Y me parece que se dice ‘género’ ahora.” Y viene la disculpa: “Ay, perdón, mi nena, me confundí, ¿no se dice más ‘transexual’?”. Pero no, no es eso: ella desea ser transhuman­a. “Adonde estoy yendo, no hay ni vida ni muerte, sólo data: seré data.” No le basta con cambiar el/de cuerpo: no quiere ninguno. Pero pensándolo bien: ¿una parte nuestra aquí y ahora no e s ya data? ¿Vieron el documental Nada es privado (Netflix)? El futuro que pinta Years and Years parece haber naturaliza­do socialment­e las “elecciones sexuales”: un protagonis­ta es gay; otra, lesbiana. Al menos en países tan polite como Gran Bretaña, porque en lo que es Ucrania o Rusia se persigue a los homosexual­es como a judíos en el Nazismo. Centrada en una familia de clase media inglesa, este gran melodrama distópico insinúa que el chivo expiatorio de países centrales más bien será el inmigrante. Y si vemos lo que votan los gays de la serie, confundido­s, confiando en un partido populista con esa desfachate­z de derecha en boga (ese estilo Javier Milei), parece que en unos años el asunto más flagrante no será “cómo salir del closet”, sino “cómo entrar al cuarto oscuro”.

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