Clarín - Viva

CONSULTORI­O

- NORBERTO ABDALA DOCTOR EN MEDICINA. PSIQUIATRA. DOCENTE UNIVERSITA­RIO. norbertoab­dala@gmail.com

LA COLUMNA DEL DOCTOR ABDALA -

PREGUNTA -

Mi abuelita de 92 años tiene muchos achaques que no son graves pero que le producen dolor y la limitan en el día a día. Le gusta ver fotos y leer cartas viejas que guarda en una caja. Muchas veces la encuentro lagrimeand­o y sonriendo al mismo tiempo. María Adela Campillo, Santa Rosa

La etimología de la palabra nostalgia proviene del griego nóstos (“regreso”) y álgos (“dolor”). La palabra que se atribuye fue creada a fin del siglo XVII por el médico suizo Johannes Hofer (1669-1752) para describir el estado de ánimo de soldados suizos que luchaban fuera de su país y que sentían una “tristeza originada por el deseo de volver a su casa”.

En ese sentido hay innumerabl­es ejemplos de causas para sentir nostalgia, como puede ser la del emigrante por su tierra de origen, quien rememora una infancia con recuerdos inolvidabl­es y felices, el que añora el vigor y el optimismo de la juventud cuando todo estaba por hacerse, el recuerdo del primer novio o novia, la nostalgia por los viejos amigos, la del pasado esplendoro­so de un país o incluso los lejanos éxi

tos de un equipo de fútbol.

Una de las caracterís­ticas de la nostalgia es sentir eventos del pasado como una especie de paraíso perdido ya que la memoria, por ser muy selectiva, suele transforma­r el pasado en una etapa muy idealizada e, incluso, mejor de lo que lo fue.

Resulta aun más problemáti­ca si se cree que en el futuro no se encontrará nada similar a lo que se echa de menos.

Para un individuo conlleva entonces el riesgo de anclarse en el pasado y más aun si el presente resulta agobiante y el futuro se vislumbra amenazante.

Es frecuente constatar la fuerza de la nostalgia en personas adultas mayores con una realidad y un entorno muy diferente al de su pasado o que padecen enfermedad­es y limitacion­es que no sufrían cuando eran jóvenes.

La nostalgia por la juventud es una de las más frecuentes e intensas ya que las primeras grandes vivencias ( el primer beso, el primer viaje, la primera relación sexual) suelen dejar profundas huellas emocionale­s.

La nostalgia no se relaciona con un recuerdo específico sino con un determinad­o estado emocional por lo general agradable y positivo pero también como se señaló, idealizado.

Existe el riesgo de que si una persona dedica mucha energía a su pasado, menos tendrá disponible para su presente y futuro con el riesgo de hipotecar el presente.

En consecuenc­ia, una dosis pequeña de nostalgia puede ser agradable, mientras que si es excesiva hace sufrir más de la cuenta.

La nostalgia se basa en recuerdos y se puede volver un refugio adictivo que hace perder de vista el presente a fin de llenar vacíos actuales de la vida. El pasado es útil en la medida que deje enseñanzas y sea una suerte de trampolín hacia el futuro.

La crisis económica, social y de valores, donde nada parece brindar seguridad, hace que se busque resguardo en la nostalgia.

Frank Furedi, sociólogo de la Universida­d de Kent, en el Reino Unido, afirma: “La creciente inclinació­n por la nostalgia entre los adultos es un síntoma de la profunda insegurida­d que se siente hacia el futuro”.

Caer en el error de valorar que todo lo pasado fue mejor puede hacer que no se busque el bienestar en cada día del presente, aun con las dificultad­es que ello implique.

Aferrarse con fuerza y persistenc­ia a la nostalgia puede llevar a la depresión y, en un círculo vicioso, la depresión abonar la nostalgia.

Existe el riesgo de que si una persona dedica mucha energía a su pasado, menos tendrá disponible para su presente y futuro, con el riesgo de hipotecar el presente.

En consecuenc­ia, una dosis pequeña de nostalgia puede ser agradable, mientras que si es excesiva hace sufrir más de la cuenta.

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