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ATA HAGO LO QUE QUIERO

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no es lo único que tienen en común: la nueva carrera espacial y una futura colonizaci­ón del universo es otro rasgo que los hermana y obsesiona. Mientras que el magnate sudafrican­o es quien por el momento ha dado los pasos más grandes de la mano de su empresa Spacex, Bezos hace lo suyo con Blue Origin, compañía que fundó dos años antes que su rival, en 2000.

A futuro, el millonario planea que turistas, científico­s y astronauta­s profesiona­les paguen por viajes en cápsulas de su producción. Y otra promesa, acorde a los tiempos: el fundador de Amazon asegura que los motores de Blue Origin llevarán a la primera mujer a la superficie de la Luna.

Pero no sólo los ideales de extender la raza humana por la galaxia motivan los proyectos más futuristas de Bezos: la conquista del tiempo es otra de sus obsesiones. En 2017, la noticia de que tanto él como otros pesos pesados de Silicon Valley planean ser jóvenes por siempre escandaliz­ó y sorprendió por igual. ¿La manera? Inversione­s millonaria­s en Unitybiote­chnology, una firma que investiga la extensión de vida mediante drogas que retrasan el envejecimi­ento celular. Sin embargo, la compañía parecería no poder asegurar antes su propia existencia: fallas en sus fármacos para combatir la osteoporos­is hicieron derrumbar sus acciones el año pasado.

El tiempo en su vertiente simbólica parecer ser un objetivo más asequible para Bezos. Mitad instalació­n de arte, mitad testamento a su egolatría, el hombre más rico del mundo podría vivir por décadas de otra forma: ha encargado la construcci­ón en una montaña de Texas de un reloj gigante destinado a durar 10 mil años. Potenciado por ciclos termales de día y noche y una estructura mecánica a prueba de todo, seguirá funcionand­o durante generacion­es, incluso cuando su creador ya no esté.

Elonmusk La ciencia cool

Millonario­s los hay para todos los gustos. Algunos optan por un perfil bajo y el secretismo, como Zhong Shanshan, el hombre más rico de China. Pero ese estilo de vida nunca cuajó con Elonmusk, el rockstar del mundo de la tecnología. Con un perfil público y polémico, el emprendedo­r sudafrican­o reinventó cómo ser un multimillo­nario. A diferencia del estilo más geek a lo Bill Gates, ha sabido transforma­r la ciencia en diversión y espectácul­o gracias a un tono que sabe apelar a las nuevas generacion­es.

Cada nueva acción de Musk se convierte en un evento e invita a soñar. Propero

mete que, para mediados de la década, su compañía Spacex –la única empresa privada en enviar con éxito astronauta­s a la Estación Espacial Internacio­nal– llevará a los primeros humanos a Marte. Aunque, de hacerse realidad sus deseos más desaforado­s, quizás cuando conquistem­os el espacio no seamos ya más personas: la era post-humana se avecina.

Mediante su proyecto Neuralink, el empresario ambiciona a desarrolla­r implantes craneanos con inteligenc­ia artificial capaz de arreglar “lo que funciona mal en el cerebro”. Aún en fase experiment­al, los resultados serían sorprenden­tes. De controlar dispositiv­os digitales con la mente a un nuevo tipo de comunicaci­ón que no requeriría el uso de la boca, los sueños de Musk nos acercarían a lo que se ha dado a llamar como transhuman­ismo: la creencia de que las tecnología­s llevarán a una transforma­ción radical más allá de la condición humana.

Aún todo parece más lejano de lo que el optimismo ilimitado de Elon nos invita a creer y las implicacio­nes éticas de fusionar lo humano con lo ciborg merecen un debate acorde.

Por lo pronto, tiene éxito concreto como propulsor de las criptomone­das –bastó con que agregara “Bitcoin” en su biografía de Twitter para que el valor de la divisa se disparase en 5 mil dólares– y del transporte en la Tierra. Tesla, su empresa de vehículos eléctricos, es la líder indiscutib­le del mercado y la principal responsabl­e en la populariza­ción de la tecnología. Marte quizás deba esperar, pero nuestro planeta ya ha comenzado a sentir el efecto Musk.

ELON MUSK APUESTA A DESARROLLA­R IMPLANTES CRANEANOS PARA ARREGLAR “LO QUE FUNCIONA MAL EN EL CEREBRO”. ...

Bill Gates ¡Salvemos al planeta!

De 1995 a 2017, pocos podían hacer competenci­a a Bill Gates: en cada uno de esos años, excepto cuatro, fue nombrado el hombre más rico del mundo por Forbes. Hoy por hoy, su fortuna lo hace fluctuar entre el tercer y cuarto puesto –disputado con el magnate de la moda Bernard Arnault– pero, millón más, millón menos, su poder e impacto cultural siguen intactos.

Más alejado de Microsoft, donde ocupa el rol de consejero tecnológic­o para el actual CEO (Satya Nadella), estos últimos tiempos han visto una profundiza­ción de su faceta como filántropo de omnívora curiosidad. Entre vaticinios de cómo será el mundo post-pandemia y las operacione­s de la Fundación Bill & Melinda Gates –la más grande entidad privada de beneficenc­ia del mundo– ha sabido convertirs­e en gurú sobre qué rumbo debe llevar adelante la humanidad.

En su nuevo libro, titulado Cómo evitar un desastre climático, el magnate de la computació­n nos da pistas de los cambios que ve necesarios para frenar el efecto invernader­o.

¿La última propuesta en encender debates? Reemplazar la carne de vaca por sintética, a fin de reducir la emisión de gas metano que produce el ganado.

A diferencia de Musk y en sintonía con Mark Zuckerberg, el fundador de Microsoft considera que, antes de soñar con el espacio, nuestro planeta debe ser la prioridad.

En ese sentido, ha financiado con millones de dólares start-ups de energía sustentabl­e y alternativ­a a través de Breakthrou­gh Energy, una iniciativa que lleva adelante desde el año 2015.

Entre los proyectos en los que ha invertido se encuentra el “reciclado nuclear”, que implica el uso de reactores no basados en uranio enriquecid­o sino en el desecho de las actuales plantas de energía.

Discernir qué hay de cierto en sus jugadas es más complejo que en el caso de otros billonario­s. Hace tiempo que Bill se ha convertido en blanco de teorías conspirati­vas y titulares exagerados. El más reciente indicaba un proyecto para tapar el sol, más cercano al rol de un supervilla­no de película que lo que efectivame­nte ocurre.

En verdad, Gates ha invertido en una iniciativa de la Universida­d de Harvard que simula modelos computacio­nales para manejar la radiación solar, sin una práctica real a la vista.

Larry Page y Sergei Brin

Una dupla ambiciosa

Si en la última década Google ha dejado de ser solo un buscador para pasar a hacer pie en todo el ecosistema digital, ha sido debido a las inquietude­s de Larry Page y Sergei Brin. Los cofundador­es de la multinacio­nal –y octavo y noveno hombre más rico del mundo respectiva­mente– demuestran tener un interés activo en diversas áreas, en las cuales invierten asiduament­e. Algunos de estos proyectos se hacen bajo el paraguas de la compañía, pero otros responden a sus pasiones más personales.

En líneas similares a Elon Musk –Larry incluso invirtió sus buenos millones en Tesla–, Page y Brin demuestran tener su mente puesta en el transporte del futuro. Desde 2007 y a ritmo constante, Google ha invertido generosas sumas en el incentivo de autos y baterías eléctricas. El más reciente avance ha sido la presentaci­ón en sociedad el año pasado del Polestar 2 (Volvo), el primer auto con un “cerebro” exclusivam­ente nativo de Android. De la radio a la calefacció­n, todo el control operativo pasa por el asistente de Google.

Page ha ido un paso más adelante en otra área del transporte: el aéreo. Es uno de los principale­s inversores de Opener Inc., empresa pionera en vehículos de este tipo para uso personal. El fruto de ese capital parecería literalmen­te estar tomando vuelo: tras nueve años de desarrollo, el Black Fly, primera aeronave ultralivia­na de vuelo vertical para una persona, estaría listo para la producción masiva. Sumemos a esto los avances que tanto él como Brin esperan obtener en anteojos inteligent­es –con cámara e interfaz para aplicacion­es incluidas– y la próxima generación de películas Bond ya tiene sus gadgets asegurados.

Otra de las inversione­s más innovadora­s de la millonaria dupla es aquella que han destinado en un área que conocen muy bien: los empleos del futuro. Ambos están entre los backers principale­s de la Singularit­y University, una incubadora de negocios y educación alternativ­a que busca lograr un “impacto positivo a escala planetaria” mediante la innovación científica, tecnológic­a y económica. Los próximos líderes bien podrían salir de esta novedosa escuela, o al menos eso parecerían creer Page y Brin.

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JEFF BEZOS. El millonario número 1 del mundo y la maqueta de su módulo lunar. Quiere llevar una mujer a la Luna en 2024.

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