De Ushuaia a Alaska en “motito”
En marzo de 2021, Pablo Imhoff partió de Ushuaia en una Honda Econo de 90 cc, y hace poco llegó a Honduras. Sin fecha programada, espera llegar “lo más al norte posible” en Alaska.
El 14 enero de 2020, Pablo Imhoff partió de su pueblo natal, Santo Tomé, en Santa Fe, rumbo a Ushuaia, para comenzar allí, en el fin del mundo, su travesía continental, a la que llamó “Proyecto Alaska”: viajar de Ushuaia a Alaska en una pequeña moto, una Honda Econo de 90 centrímeros cúbicos.
En el momento de publicar esta nota, Pablo anda por Honduras, luego de haber tenido que saltear Nicaragua -le negaron el ingreso- en avión. En Tegucigalpa se reencontró con “la Econo”, que hizo el trayecto en camión.
Esta aventura se originó en 2014, cuando Pablo tomó la que llama “la mejor decisión de su vida”: con 27 años, renunció a su trabajo en un laboratorio óptico, rescindió el alquiler en Rosario, donde vivía, y partió a recorrer el país en una Gilera Gran Turismo 200, de 1970.
Ese viaje, al que bautizó “Vuelta a la Argentina en Gilera”, marcó el inicio de una nueva vida. “En tres años y cuatro meses recorrí todas las provincias del país y las islas Malvinas. Así arranqué un nuevo estilo de vida, y desde entonces no paré más”, le cuenta Pablo a Clarín desde San José de Costa Rica.
A la velocidad justa
La preparación del viaje comenzó con la compra de una moto usada, que reparó y restauró a nuevo. “Compré una Honda C90 Econo Power de 1992 porque es una moto emblemática, conocida en todo el mundo y que me gusta mucho. Hacer este viaje con ella es todo un desafío”, cuenta.
Y dice que el tipo de viaje que propone la moto le permite “ir en contacto con los paisajes, con las culturas. Si vas muy rápido, te perdés un montón de cosas; y si vas muy lento, no llegás nunca. La moto es un término medio entre una bici y un auto que me gusta mucho”.
Desde Santo Tomé fue hasta Ushuaia por la ruta 3, y en Tierra del Fuego lo sorprendió el confinamiento por la pandemia, lo que lo obligó a “recalcular”.
Pasó un año en Ushuaia -”el mejor año de mi vida”- hasta que en marzo de 2021 pudo arrancar, cumpliendo otro sueño: recorrer la Ruta 40 de punta a punta, del km 0 al 5.121. “Fue un viaje dentro de otro viaje; la Ruta 40 dentro del Proyecto Alaska”, asegura. Y dice que la recorrió y la registró en detalle, desde Cabo Vírgenes hasta La Quiaca.
De La Quiaca cruzó a Villazón, en Bolivia, país que describe como “alucinante” pero “duro” para viajar solo. “La altura me afectó, y como en Bolivia la gente es muy introvertida, el viaje es más solitario”.
Siguieron Perú, Ecuador, Colombia, Panamá, Costa Rica y Honduras, en un paciente paso a paso que Pablo planifica por jornada, apuntando a llegar a un determinado destino al final del día, pero abierto a que los planes varíen por imprevistos, lugares que lo invitan a quedarse un poco más o invitaciones de gente que conoce en el camino.
Viaja a un promedio de entre 50 y 60 km/h, y en general recorre entre 200 y 300 km por día, en una moto que equipó con dos valijas laterales, una caja de herramientas en la parte delantera y un baúl de madera atrás. Eso sí, lleva ropa y equipos de camping técnicos, que son livianos y ocupan menos lugar.
Por el camino va haciendo noche en carpa, hospedajes o casas a las que lo invitan, en muchos casos, seguidores que van viendo su viaje por las redes: ya supera un millón en Youtube y 600 mil en Instagram.
“El tema de las redes es muy lindo porque voy compartiendo lo que vivo y se formó una comunidad genial. Todos los domingos subo un video a Youtube que resume los últimos días, y la respuesta es increíble”, dice Pablo, al que se lo encuentra como “Pablitoviajero” en Facebook, Pablo Imhoff en Youtube y @imhoffpablo en Instagram. Además, en www.pablito viajero.com vende remeras y gorras alusivos a su viaje, y el libro “Cruzando Fronteras–historias del camino”, que escribió con su hermano Gabriel relatando travesías por Sudamérica.
De esas ventas, y de las reproducciones de sus videos en Youtube, provienen los ingresos que le permiten mantener esta vida nómade.
Además, las redes fomentan lo que Pablo describe como “lo más lindo del viaje”: las relaciones humanas que se generan, “las amistades que se van haciendo y las anécdotas sumadas con personas que
La moto permite el contacto con los paisajes, las culturas. Si vas muy rápido, te perdés muchas cosas, y si vas muy lento, no llegás nunca.
me ayudan”. Y son el link con otros viajeros que hicieron o un viaje similar o lo están haciendo, entre quienes se informan, se aconsejan y comparten contactos.
Campeón del mundo en Cuenca
En estos miles de kilómetros recorridos, Pablo no tuvo ningún problema serio, más que alguna avería de la moto que reparó por el camino, muchas veces con la ayuda de otros viajeros o de mecánicos encantados de colaborar.
Y sumó miles de anécdotas. Como la del Mundial de Qatar que vio en Cuenca, Ecuador, primero con la cocinera de un restaurante y luego en un hostel, con un grupo de argentinos, colombianos, brasileños y ecuatorianos. Había prometido que si Argentina salía campeón se rapaba, y cumplió: “Los chicos llevaron la maquinita y me pelaron ahí, ni bien terminó el partido”.
¿Un lugar que lo sorprendió? “La selva amazónica en Ecuador, donde conviví con la tribu huaorani, cerca de Puyo, que vive de forma ‘salvaje’, aislada, pescando y cazando. Fue muy interesante”.
¿Qué le diría a alguien que está pensando en hacer un viaje parecido? “No me gusta dar consejos, pero sí puedo decir que la decisión de cambiar de vida fue la mejor que pude haber tomado. A los 27 años me cambió todo; lo que hacía, de qué vivía y cómo pensaba, porque el estar en distintos lugares hace que uno tenga que adaptarse y cambiar permanentemente”. ■