Lo que se viene: los escritores van a vivir de los recitales, no de los libros
Como pasa en la música, los encuentros con el público ganan lugar en la circulación de los textos.
Sorprendió cuando la nombraron directora de la Feria del Libro y también cuando, después de tres exitosas ediciones, abandonó el cargo en medio de polémicas. Y aunque Gabriela Adamo (45) dejó un legado –varias de sus iniciativas se mantienen para la próxima edición de la Feria–, ya prefiere no hablar del pasado y esta semana debuta en el Festival literario Filba Nacional, en Mar del Plata, como directora ejecutiva. Su formación académica en idiomas y su experiencia de gestión le dieron una visión global de la cultura en la Argentina de hoy. -¿Este festival refleja su idea de la literatura? -Estoy muy contenta con el programa, que incluye una serie de debates de lo que se está discutiendo a primer nivel en congresos y academias en el mundo, como el cruce de tecnología con literatura o la videopoesía. -¿Los lectores estamos buscando ocupar las vacantes de grandes figuras? ¿Las necesitamos para acercarnos a los libros? -La forma de promocionar la literatura, en el mejor sentido de la palabra promoción, de hacerla circular, está en pleno cambio. Y es muy radical. Esa figura totémica del gran escritor sentado en una mesa se verá cada vez menos, y habrá más autogestión de los autores a través de circuitos paralelos como las redes sociales, los lugares de encuentro, de lecturas, etcétera. Podemos pensar en una comparación con la música, en la cual los artistas no viven de los discos que venden sino de sus presentaciones en festivales y en recitales. Le decís esto a un autor y le agarra un ataque de pánico, comprensible. Si bien la estructura tradicional de las grandes editoriales va a funcionar por muchos años, existe un mundo lateral que busca otras formas y evidentemente ahí se están cocinando las cosas más interesantes. -¿Ahí es dónde busca intervenir? -La idea es generar mucho ruido en torno al libro, un ruido festivo, atractivo, pensando en interlocutores jóvenes, chicos de 18 a 25 años que tienen una enorme cantidad de distracciones, de otras maneras de estar conectados con la cultura, todas válidas... Sin estar en contra de ninguna queremos que el libro esté ahí y sea una opción más. -¿Y qué pasa con los procesos de legitimación? -Estos son procesos muy largos y vamos a seguir leyendo críticas en los suplementos culturales. Es una zona de experimentación y necesitamos guías, alguien que legitime y nos ayude a ir encontrando nuestro camino en medio de esta explosión de producción. -¿Cuál debería ser el rol del Estado? -Sin dudas, tiene que tener un rol muy activo y el profesionalismo para decir: “esto no es algo partidario, acá no bajamos línea de nuestros discursos sino estamos apoyando la producción, la circulación, la generación de lectores”. La clave es el largo plazo. Cuando un programa está hecho para durar y se sostiene, las cuestiones de la coyuntura se empiezan a anular entre sí.
-¿Pasa eso en nuestro país?
-Lamentablemente, estamos más acostumbrados a que sea una reacción del momento, en contra de alguien o para competir o mostrar a otro, y así vemos cómo las cosas surgen, crecen, duran dos años, y desaparecen. Eso genera mucha frustración. Pero sí quiero rescatar el Programa Sur de apoyo a las traducciones, creo que va a seguir pasen los gobiernos que pasen.
-¿Qué otras políticas culturales podrían adoptarse?
-En la Argentina podría andar algo que funciona en los países nórdicos, el apoyo a la demanda. Cuando hay iniciativas en marcha, el Estado no debería inventar algo nuevo sino subsidiar eso que ya existe. Pero dar toda la libertad y comprometerse a largo plazo. Lo hace Conabip: apoyan a las bibliotecas para que elijan qué libros quieren comprar. Francia tiene un excelente programa de apoyo a las librerías: las que califican reciben un sellito de calidad y se les exime ciertos impuestos. Si mirás con cuidado, hay 20 mil opciones.