Los jueces del sabor
Hoy empieza la segunda temporada de “MasterChef”, por Telefe. Ellos elegirán al mejor cocinero del certamen.
Son el alma de un programa que en su primera edición rompió con todos los esquemas. A priori, pocos imaginaban que un reality de cocina podía competir -y hasta ganarle- al fútbol sacro de los domingos. Pero de a poco, MasterChef logró meterse en los hogares argentinos, en gran parte gracias a su paladar negro y a sus filosas devoluciones.
Un italiano, un francés y un argentino. Donato De Santis, Cristophe Krywonis y Germán Martitegui pertenecen a esa generación de chefs que se foguearon en una cocina, antes de la irrupción masiva de las escuelas. Oficio puro, que le dicen. Ahora, son el temido jurado de MasterChef, que hoy a las 21 comienza su segunda temporada en la Argentina (ver Cambio de...) luego de un buen debut en 2014, aquel que consagró a la cocinera Elba Rodríguez.
Los tres se acomodan en sillones dentro del estudio donde se realiza el programa, después de un largo día de grabaciones. Las bandejas de picadas gourmet empiezan a llegar y a vaciarse con rapidez. Eligen y se recomiendan bocadillos uno al otro. Con una temporada a cuestas, el trío parece más acoplado que antes. Y, cuentan, están algo más severos.
¿Con qué novedades llega esta edición de “MasterChef”?
Krywonis: Hay más exigencia. El nivel es más alto. Se buscó una selección de participantes con más conocimiento gastronómico. Y nosotros estamos más afilados con ellos. Justamente porque tienen algo más de noción, no dudamos en bajarle el hacha cuando es necesario.
Martitegui: Se buscó mejor a los participantes. Pero, por otro lado, tuvimos todo un país mirando el programa el año pasado y mucha gente que en su casa decía ‘yo cocino mejor que ese’, se anotó para este año.
Ya tienen un año de experiencia, ¿qué aprendieron de la edición pa-
sada y en qué evolucionaron?
Donato: Creo que nuestro rol es mantener a los participantes en el carril de la competición. Porque a veces es fácil irse a la parte del show o del reality. Y en realidad, estamos eligiendo al mejor cocinero o cocinera. Dentro de esos parámetros, cuando hay que bajar el hacha, la bajamos. Krywonis: Nosotros tres, y Mariano Peluffo en la conducción, como nos conocemos mejor, tenemos más agilidad a la hora de criticar o profundizar una idea con un participante. Eso se fue dando solo. Martitegui: Somos un grupo. El año pasado éramos tres cocineros distintos y cada uno tenía su parámetro. Ahora, entre todos damos un mensaje mucho más unificado.
¿Pero se mantienen los roles que fueron asumiendo: el malo, el exigente, el bueno?
Donato: No hay un rol establecido. Hay una complicidad innata, no es que está guionado. Krywonis: Al contrario, el programa también se está adaptando a nosotros. El trabajo de la producción es saber resaltar la personalidad de cada uno. Me llaman a mi, a Donato o a Germán para tal toma, según el tipo de participante, porque saben que vamos a encajar mejor en tal situación. Martitegui: Igual me parece que vamos a ver a tres jurados muy distintos a los del año pasado. Estamos como más en casa. Para mí es muchísimo mejor. Ellos dos están más sueltos, más picantes. Donato está… Krywonis: En el súmmum de la creatividad. Donato: Nos tomamos la licencia de meter un poquito de humor en ciertas situaciones tensas.
¿Qué se busca en “Master Chef”? La final del año pasado fue un duelo entre sofisticación y simpleza.
Krywonis: Lo mismo que el año pasado. Un cocinero que sepa cocinar bien, que tenga ganas de crecer para ser el mejor cocinero amateur. No elegimos personajes. Elba ganó porque tenía todo el talento para hacerlo. Donato: Esto es como un Mundial de fútbol. Gana el que juega bien todos los partidos. La persona más constante, la que mejor resista la prueba de eliminación y la que sorprenda en la final con su plato, es la que gana. Martitegui: Nosotros juzgamos a los participantes sin distinción de clase social ni origen. Si el año pasado triunfó la simpleza sobre la sofisticación, es una interpretación de la gente. Para nosotros ganó la que cocinó mejor. Donato: Ponerle una etiqueta es difícil. Acá es puro paladar. Probamos los platos y damos el voto. Es muy sencillo. Martitegui: A veces pasa que viene la señora que hace los mejores alfajores de maicena del barrio, los probamos acá y le decimos ‘esto es horrible’. Es una bajada a una visión súper crítica y necesaria. Esa es la gracia del programa.
¿Qué respuesta tuvieron de la gen- te en el ciclo anterior?
Martitegui: A mí me sorprendió que la gente empezó a cocinar muchísimo más. La gente nos escribía y nos mandaba fotos de algo que había cocinado y nos pedía puntaje. Es como sembrar una semilla para que la gente coma mejor.
Krywonis: Leí algo de una periodista que dijo: ‘ Master Chef logró en siete capítulos lo que la prensa gastronómica no logró en siete años’. Es emocionante porque hacés algo que aporta a la cultura general.
Donato: Nuestros retos o halagos están basados en hechos reales. Si me piden consejo, yo les digo que vayan a laburar porque van a aprender más. Y no es contracultural. A veces es mucho más práctico quemarte un poco los dedos y aprender sobre la marcha. Porque la escuela son tres años donde aprendés a hacer el merenguito, la salsita, y cuando salís de ahí no tenés nada de experiencia.
¿Es lo más difícil de su trabajo bajar a tierra a gente que llega con mucha ilusión?
Krywonis: A mí me encanta hacerlo (risas). Martitegui: Es que para nosotros es justicia, también. Depende: si viene un ama de casa cuesta un poco más. Pero hay gente que se merece que la bajen a Tierra, y la gente, del otro lado del televisor, también espera eso. Donato: Es que ahí se ponen muchas cosas al desnudo. Porque viene un abogado, ponele, y presenta su mejor plato. Llega Christophe lo da vuelta y ante millones de personas se ve que está todo quemado. Ahí se lo expone y se le baja el hacha.
¿A qué le atribuyen este boom gastronómico o gourmet que parece no pasar de moda?
Martitegui: No sé, creo que a Petrona de Gandulfo le deben haber dicho lo mismo. Me parece que no va a parar. Master Chef es como el fenómeno del cable pasado a la masividad. Y no es que lo ve un tipo de gente, una clase social, un segmento de edad. La comida cruza todas las clases sociales y todos los niveles educativos. Es lo que más nos une. Hoy hablé con un chef de comida israelí y decía que lo que va a unir al Medio Oriente es el humus. Porque en todos los países que están en guerra se hace el mismo plato. Donato: La comida siempre tuvo ese rol. Lo que pasa es que antes no se escribían tantos libros sobre cocina. Hoy es más común. Es un lenguaje más cercano, hay una relación más directa, casi ancestral. Martitegui: A través de la cocina le enseñás a la gente qué comer y a estar más sana. Y cuando decís que no coman transgénicos o comida modificada y sí comida orgánica, estás casi metiéndote en la forma de producir de un país, en la forma de vender de los supermercados. Es mucho más que el acto de comer: es cómo recuperar la comida regional, recuperar tus orígenes. Masterchef es el primer grano de arena masivo que se pone en ese sentido.