De Bush a Xi Jinping, el giro externo de los doce años K
“Soy un patagónico testarudo”, le dijo Néstor Kirchner. “Yo soy un texano testarudo, así que somos iguales”, le devolvió George W. Bush entre risas. El intercambio ocurrió en pleno Salón Oval en julio de 2003. El entonces flamante Presidente argentino salió eufórico de aquel encuentro inicial. “Las relaciones son perfectas. Fue una reunión excelente. Tuvimos una conversación muy franca con el Presidente. Las expectativas están totalmente colmadas”, evaluó Kirchner ante la periodistas que lo esperaban a la salida de la Casa Blanca.
Fue un espejismo. Como pasaría luego con tantas otras cosas, Kirchner amagó para un lado y salió para otro. Pronto encontró en el venezolano Hugo Chávez un mejor aliado político y finan- ciero que hablaba el mismo idioma en más de un sentido.
El giro bolivariano tuvo su bautismo de fuego en la Cumbre de las Américas de Mar del Plata 2005, cuando Kirchner y Chávez juntaron voluntades para frenar el avance del ALCA, el acuerdo continental de libre comercio que impulsaba Estados Unidos. No sólo eso, el kirchnerismo organizó al mismo tiempo la cumbre y la contracumbre, donde se quemaron banderas estadounidenses. Comenzó allí un enfriamiento sin retorno en la relación con Washington. Barack Obama salteó al país en sus giras latinoamericanas y Cristina nunca fue invitada a la Casa Blanca.
Con esa puerta cerrada y sin acceso a los organismos financieros tradicionales de occidente, Cristina avanzó de lleno en alianzas con China y Rusia. Viajó dos veces a Beijing y ahora tendrá su segunda visita oficial a Moscú. Xi Jinping y Vladimir Putin también estuvieron en Buenos Aires cerrando una amplia gama de acuerdos políticos y comerciales no exentos de polémica. Tienen suerte. Son mandatarios a los que la Presidenta no les palpa sus antecedentes en derechos humanos.