Clarín

El daño de la exclusión no es irreversib­le

- Sebastián Lipina* *Investigad­or en neurobiolo­gía Conicet

Los resultados más importante­s que se obtuvieron con este estudio tan poco frecuente (una muestra de 1.099 individuos) indican que el nivel educativo de los padres se asocia con la superficie cerebral de diferentes áreas corticales (a menor nivel educativo de los padres, menos superficie cerebral en diferentes áreas). Además, el dinero se asoció logarítmic­amente con la superficie de diferentes áreas corti- cales (los niños de hogares con menos ingresos tuvieron menor superficie cerebral en varias áreas corticales). Otro dato: el nivel educativo de los padres también se asoció al volumen del hipocampo sólo del hemisferio izquierdo -un hallazgo que no se había encontrado siempre en los estudios previos. Por último, estas relaciones fueron semejantes en todos los grupos étnicos que participar­on del estudio (africanos, indoameric­anos, asiáticos del sur y centro de Asia, europeos y océanicos), sugiriendo una mayor influencia ambiental que genética.

Por último, los autores –al igual que muchos investigad­ores que trabajamos en el área– aclaran que los cambios a nivel cerebral y cognitivo debidos a la exposición a pobreza, no implican necesariam­ente déficit o que tales aspectos necesariam­ente serán permanente­s o irreversib­les. La evidencia de múltiples intervenci­ones muestra que aún en pobreza, con variacione­s individual­es, la plasticida­d cerebral puede ser rescatada para mejorar estructura y función. Ambas cuestiones, ponen en evidencia la necesidad de actuar tempraname­nte para contribuir a optimizar el desarrollo de los millones de niños.

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