El daño de la exclusión no es irreversible
Los resultados más importantes que se obtuvieron con este estudio tan poco frecuente (una muestra de 1.099 individuos) indican que el nivel educativo de los padres se asocia con la superficie cerebral de diferentes áreas corticales (a menor nivel educativo de los padres, menos superficie cerebral en diferentes áreas). Además, el dinero se asoció logarítmicamente con la superficie de diferentes áreas corti- cales (los niños de hogares con menos ingresos tuvieron menor superficie cerebral en varias áreas corticales). Otro dato: el nivel educativo de los padres también se asoció al volumen del hipocampo sólo del hemisferio izquierdo -un hallazgo que no se había encontrado siempre en los estudios previos. Por último, estas relaciones fueron semejantes en todos los grupos étnicos que participaron del estudio (africanos, indoamericanos, asiáticos del sur y centro de Asia, europeos y océanicos), sugiriendo una mayor influencia ambiental que genética.
Por último, los autores –al igual que muchos investigadores que trabajamos en el área– aclaran que los cambios a nivel cerebral y cognitivo debidos a la exposición a pobreza, no implican necesariamente déficit o que tales aspectos necesariamente serán permanentes o irreversibles. La evidencia de múltiples intervenciones muestra que aún en pobreza, con variaciones individuales, la plasticidad cerebral puede ser rescatada para mejorar estructura y función. Ambas cuestiones, ponen en evidencia la necesidad de actuar tempranamente para contribuir a optimizar el desarrollo de los millones de niños.